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Hace muchos años comencé a sentir bastantes achaques y dolores en...

Del número de febrero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace muchos años comencé a sentir bastantes achaques y dolores en las articulaciones. En ese entonces la Ciencia Cristiana era muy nueva para mí, y solicité la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana para sanar la enfermedad. Mi familia me urgía que consultara a un médico. Estaban preocupados porque era evidente que esta condición paralizadora era bastante seria, y parecía que no había mucho progreso en la curación.

La practicista me explicó que no podía depender de la asistencia médica y la Ciencia Cristiana al mismo tiempo. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos dice (pág. 443): “Cuando la descubridora de la Ciencia Cristiana es consultada por sus seguidores sobre la conveniencia, ventaja y compatibilidad de un estudio médico sistemático, ella trata de mostrarles que bajo circunstancias ordinarias el recurrir a la fe en medios corporales tiende a debilitar en los que hacen tales concesiones la plena confianza en la Mente omnipotente como la que en verdad posee todo poder”.

Sin embargo, las persistentes protestas de mi familia me indujeron a internarme en un hospital para recibir asistencia médica. Para este entonces estaba completamente inmóvil. Se consultó a médicos especialistas y diagnosticaron la condición como artritis reumatoide. Me dijeron que era incurable. Mi familia, que es profundamente religiosa, me trajo un artículo de una revista protestante. En este artículo, el autor relataba cómo había aprendido a vivir con artritis. Entonces en ese mismo instante decidí que iba a aprender a vivir ¡sin artritis!

Poco después volví a casa, y lo primero que hice fue llamar a la practicista. Una vez más me explicó que el continuar con el uso de las drogas prescritas era incompatible con la búsqueda de la curación espiritual, y que debía poner toda mi fe en Dios como el único poder que hay. Entonces me libré de la medicina y comencé a trabajar sinceramente en la Ciencia Cristiana.

Siempre recordaré cuán suavemente me insistía la practicista sobre el hecho de que debía aprender a amar más. Cada vez que conversábamos, ella fortalecía mi consciencia con declaraciones científicas de verdades purificadoras y liberadoras. Y constantemente terminaba con una exhortación a que me esforzara, por sobre todo, a expresar más el Amor divino. Ella me recomendó que estudiara el Sermón del Monte de Cristo Jesús, y, especialmente, el versículo en el cual Jesús dijo (Mateo 5:44): “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Aprendí a reconocer el amor como una actitud de estar de rodillas mentalmente perdonando y compadeciendo con humildad a mi prójimo. La practicista me recordó la frase en el Padre Nuestro que dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12 según Versión Moderna), y la interpretación espiritual de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 17): “Y el Amor se refleja en amor”. También el siguiente pasaje escrito por la Sra. Eddy fue muy significativo para mí: “Lo poco que he logrado, lo he logrado mediante el amor — una ternura abnegada, paciente, inquebrantable” (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 247).

A medida que continuaba estudiando la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la artritis desapareció, y volví a desempeñar mis actividades normales, que incluían un esfuerzo físico intenso. Tengo muchas razones para estar agradecido a la Ciencia Cristiana, y me esfuerzo diariamente por aprender a amar más.


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