Omnipresencia significa presencia en todas partes a la vez. La omnipresencia es Dios. Lo que esto significa para nosotros en cada detalle de nuestra vida diaria es una de las primeras y cada vez más profundas lecciones que aprendemos. Los niños antes de haber aprendido a decir “omnipresencia”, ya han captado un sentido de la presencia del bien. Perciben que pueden soltarse de la mano de sus padres, apagar la luz y sentirse cómodos en la presencia de esta realidad. Los padres que oran por sus hijos descubren que pueden enviarlos a la escuela, de vacaciones o a enfrentarse con el mundo, confiados en el hecho de que Dios verdaderamente está allí mismo donde sus hijos están.
Pese a toda la tranquilidad que nos da el comprender que Dios está con nosotros y con nuestros seres queridos, obtenemos una satisfacción aún mayor mediante nuestro entendimiento de la omnipresencia. Es el reconocer que cuando aceptamos el hecho de que Dios es el Ser omnipresente y único, y somos obedientes a nuestros impulsos cristianos, tenemos las oportunidades para expresar a otros esa presencia beneficiosa del bien por la cual se ha orado.
A menudo ocurren casos como el siguiente: Una mujer que estaba orando profundamente de pronto se sintió impulsada a tomar su automóvil y hacer una diligencia en cierta sección de la ciudad que muy rara vez visitaba. Estaba casi a la mitad del camino cuando vio a una amiga con su hijo. La mujer se detuvo y les ofreció llevarlos a su destino, y las primeras palabras de la madre fueron: “Tú eres la respuesta a nuestras oraciones”. El muchacho se había accidentado patinando y le era difícil caminar. Pero habían emprendido el regreso a casa, orando a cada paso que daban.
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