En febrero de 1971 me prometí a mí misma confiar en forma definitiva en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para la curación. Antes de esto había programado una cita con un cirujano especialista de oídos a fin de concertar una fecha para que operara de los oídos a mi hija. Después lo llamé y cancelé la cita. Había estado leyendo Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y otra literatura de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, nunca había asistido a una iglesia de la Ciencia Cristiana.
Mi hija y yo fuimos a ver a un practicista de la Ciencia Cristiana. Después que él oró, leyó de Ciencia y Salud, me habló y me recomendó que llevara a los niños a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Además me dio para estudiar un versículo de la Biblia con palabras de Cristo Jesús (Mateo 18:10): “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”. El reflexionar acerca de este versículo me ayudó a tener más paciencia mientras trabajaba con mi hija.
Comencé a asistir a una filial de La Iglesia de Cristo, Científico, e inscribí a los niños en la Escuela Dominical. La maestra de mi hija estaba muy dispuesta a ayudarnos a sanar la dificultad del oído. Ella me indicó un pasaje de Ciencia y Salud para que lo considerara (pág. 63): “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no se halla, como el de los mortales, en el instinto animal, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia”. Estas verdades ayudaron a destruir la creencia de que el divorcio que yo había sobrellevado había tenido un efecto perjudicial en mi hija. En su naturaleza verdadera como una idea espiritual, ella nunca había estado separada del amor y el cuidado de su Padre-Madre Dios.
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