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¿Qué es la Biblia?

Sexta parte: Jonás, el profeta renuente

Del número de febrero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los israelitas no siempre aceptaban el mensaje que los profetas les traían. A menudo se oponían obstinadamente al llamado a cambiar su manera de proceder. A veces los profetas mismos rehusaban escuchar el llamado de Dios. Hay varios casos en la Biblia donde vemos cómo la gente evitaba la tarea de proclamar el mensaje de Dios.

Moisés, por ejemplo, dijo a Dios: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Éx. 4:10.

Jeremías no se sintió capaz de hacer el trabajo que se le había dado. Cuando recibió el llamado de Dios para que proclamara Su palabra él rogó, diciendo: “¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño”. Jer. 1:6.

Pero estos profetas fueron alentados cuando empezaron a usar el sentido espiritual. Entonces comenzaron a ver que no tenían poder para hacer nada por sí mismos. Dios se expresaba mediante ellos, y esta comprensión les daba habilidad, valor y paz.

Si bien Moisés y Jeremías creyeron que no tenían la habilidad necesaria para ser los mensajeros de Dios, hay un profeta — Jonás — que rehusó, por algún tiempo, hacer la voluntad de Dios porque no estaba de acuerdo con el mensaje de Dios.

Jonás provenía del Reino del Norte, el Reino de Israel. A pesar de que no sabemos mucho sobre su vida, o exactamente cuándo fue un profeta activo, sabemos que años más tarde se le atribuyó haber ido en una misión a una gran ciudad llamada Nínive. Así el profeta Jonás se convirtió en la figura principal de la obra literaria que lleva su nombre, el libro de Jonás. Aunque el libro nos habla de las experiencias del profeta como si estuviera basado en hechos reales, es probable que no sea una historia real. Es más bien una alegoría, o parábola, escrita para enseñar a la gente de Judá una lección de compasión y humildad.

Cuando este libro se escribió, Judá pasaba por un período difícil. Algunas personas predicaban el nacionalismo y la intolerancia religiosa, y esto había comenzado a separar a los judíos de sus vecinos que no eran judíos.

El libro de Jonás señala lo erróneo de esta actitud. Trata de mostrar que quienes no eran judíos eran tan dignos de respeto, amor y consideración, como los judíos mismos. El autor del libro de Malaquías proclamó más o menos en la misma época: “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?” Mal. 2:10.

De acuerdo con la narración, Jonás fue enviado por Dios a la ciudad de Nínive a llamar a los habitantes al arrepentimiento. Mas el profeta no quería ir. Él temía que Dios, después de todo, no destruiría a los odiados gentiles. Ellos se arrepentirían y de ese modo se salvarían. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.]

En vez de ir a Nínive, Jonás se fue a Jope y se embarcó en una nave que partía para Tarsis, una región que quedaba exactamente en la dirección contraria a Nínive. Jonás quería huir de Dios. No tenía intención de escucharlo. Poco entendía él de lo que el Salmista había comprendido, cuando dijo: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Salmo 139:7. Jonás no podía huir de la presencia de Dios. Siempre tendría que enfrentarse con los pensamientos de Dios. Y éstos continuamente le recordarían que no podía seguir huyendo de su deber.

Cuando Jonás estaba a bordo del barco, se levantó una gran tormenta que amenazaba con hacer naufragar el barco. Mientras los marineros clamaban a sus dioses, Jonás bajó al interior de la nave y se echó a dormir. El autor del libro ilustra aquí la primera diferencia entre Jonás y los marineros, que eran paganos o gentiles. A Jonás no le preocupaba la tormenta ni los peligros que traería, mas los paganos oraron a sus dioses. Sin duda, temían por sus propias vidas, pero también es de suponer que sentían preocupación por las vidas de las otras personas a bordo del barco. Cuando el capitán del barco se enteró de que Jonás dormía, se escandalizó y le dijo que orara a su Dios.

Entonces los marineros “dijeron cada uno a su compañero: Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás”. Jonás 1:7. El profeta, Jonás, les dijo entonces quién era y que adoraba a Jehová, el Hacedor del mar y de la tierra. Les dijo a los marineros que lo debían echar al mar, ya que la tormenta había venido porque él había tratado de huir para no cumplir con su deber. Mas los marineros, los paganos, no querían sacrificarlo, pues respetaban la vida de otra persona. Jonás, por lo contrario, no se había preocupado por el gran número de habitantes de Nínive. No había estado dispuesto a llevarles el mensaje de Dios, el cual los salvaría.

Finalmente los marineros lo echaron al mar porque la tormenta no se calmaba. Pero un gran pez se tragó a Jonás, y pasó tres días y tres noches en el vientre del pez antes de que éste lo vomitara en tierra firme. Mientras estaba en el vientre del pez, Jonás ofreció una oración de gratitud. Dio gracias a Dios por su salvación y, sin duda, esto lo ayudó a liberarse del desaliento, la duda y la desesperación.

Cuando Jonás hubo salido del pez y nuevamente estaba en tierra firme, Dios le ordenó por segunda vez que fuera a Nínive. Esta vez Jonás obedeció. Llegó a la gran ciudad y llamó a los habitantes al arrepentimiento. Ellos obedecieron inmediatamente y recurrieron a Dios. La Biblia dice: “Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos”. 3:5. Y la ciudad se salvó.

El mensaje que el autor del libro de Jonás deseaba comunicar a los judíos era: Ustedes han tenido grandes profetas como Amós, Isaías y Jeremías, y no han obedecido sus mensajes. Mas estos paganos de Nínive obedecieron el mensaje de Jonás inmediatamente, y demostraron que la obediencia a Dios es la puerta de la felicidad, la salud y la vida.

La historia de la Biblia prosigue diciéndonos que Jonás se puso furioso por la salvación de Nínive. Él no quería que los paganos fueran perdonados. Él había temido desde el principio que Dios en Su misericordia, clemencia y bondad los perdonara. Jonás sabía que el amor de Dios incluye a todos, ya sean judíos o paganos, hombres o mujeres, pobres o ricos.

Jonás prefería morir antes que ver a los paganos recibir el favor de Dios. Salió de la ciudad y se fue al campo donde se sentó enojado bajo un resguardo. Dios hizo crecer una planta para que le diera sombra y lo protegiera del calor del sol. Pero al día siguiente la planta se secó. Como la planta ya no lo protegía del sol, Jonás se desmayaba y deseaba la muerte. En ese momento Dios habló a Jonás y le hizo ver que él había tenido lástima de la planta que se había secado y a cuyo crecimiento no había contribuido para nada. Entonces, ¿no habría de tener Dios lástima de esta ciudad en la que había miles de personas indefensas?

Aquí termina la historia. Mas la moraleja de la historia no está limitada al período en que se escribió el libro. Las lecciones en el libro de Jonás se pueden aplicar a todas las edades y a todas las épocas. Este libro se dirige al pensador exclusivista, al que piensa que solamente él es hijo de Dios. Jonás tenía que aprender, y también nosotros, que todos somos hijos de Dios y que Dios cuida de todos Sus hijos. El profeta Oseas expresa en términos profundos y, sin embargo, sencillos, lo que Dios siente por nosotros. Dice: “No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti”. Oseas 11:9.

El mensaje en el libro de Jonás está dirigido a quienes se oponen a la fraternidad humana. Nos muestra que todos somos hermanos y hermanas, ya seamos negros o blancos, amarillos o rojos. El Salmista expresó esta verdad al escribir: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra... Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”. Salmo 100:1, 3.

De modo que pensemos en nuestros vecinos y amigos, en todos — sin tomar en cuenta su origen o raza — como miembros de una misma familia, la familia de los hijos de Dios.

El libro de Jonás también está dirigido al que se aísla, a la persona que desea vivir completamente sola sin preocuparse por los demás. Si bien debemos respetar la individualidad de cada uno, no podemos ser indiferentes con nuestros semejantes. Debemos demostrarles interés y hacer el bien siempre que se presente la ocasión.

El libro de Jonás describe a Dios como bondadoso y clemente. Él cuida de toda Su creación y no tiene favoritos. El libro nos presenta un punto de vista sobre Dios muy semejante al que encontramos en el Nuevo Testamento, un Dios a quien no hay que temer, sino un Dios al que todos debemos amar y honrar.

[Próximo mes, séptima parte: El Cristo]

Lectura adicional

(1) Jonás 1–4.

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