Los israelitas no siempre aceptaban el mensaje que los profetas les traían. A menudo se oponían obstinadamente al llamado a cambiar su manera de proceder. A veces los profetas mismos rehusaban escuchar el llamado de Dios. Hay varios casos en la Biblia donde vemos cómo la gente evitaba la tarea de proclamar el mensaje de Dios.
Moisés, por ejemplo, dijo a Dios: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Éx. 4:10.
Jeremías no se sintió capaz de hacer el trabajo que se le había dado. Cuando recibió el llamado de Dios para que proclamara Su palabra él rogó, diciendo: “¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño”. Jer. 1:6.
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