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La Ciencia Cristiana: realismo frente a la evasión

Del número de febrero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por sorprendente que parezca a los Científicos Cristianos, hay quienes consideran que la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) es una forma de evadir la realidad o de autosugestión. No obstante, existe una gran diferencia entre las diversas formas que hay de manipular el pensamiento, la fuerza de voluntad, el pensamiento positivo, y, por otro lado, la penetrante revelación que iluminó la misión de Cristo Jesús e hizo posible su labor sanadora, y que es expresada hoy en día en la Ciencia Cristiana.

A la luz de la experiencia moderna puede caber poca duda sobre la gran capacidad que la mente humana tiene para engañarse a sí misma. Como dice Mary Baker Eddy: “... la mente mortal es propensa a cualquier fase de creencia”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 419. Sin embargo, un estado de autohipnosis es algo enteramente distinto del descubrimiento de la realidad eterna, divina, y de las leyes espirituales del Principio divino, la Verdad. Es algo completamente distinto de la demostración de esas leyes en curación y regeneración, de acuerdo con lo practicado por el Maestro, por sus primeros seguidores y por los Científicos Cristianos de hoy día.

Los sistemas actuales de manipulación del pensamiento comienzan con la mente humana y dependen del poder de la mente humana. Se basan en la hipótesis de que la mente es el producto de la materia orgánica, aun cuando se atribuye poder a supuestas influencias místicas o psíquicas. La Ciencia Cristiana comienza con Dios infinito, el Espíritu, el Amor, el Padre de quien Cristo Jesús habló, la Mente infinita; y comienza con la definición de que la realidad y la consciencia son enteramente espirituales, en contraste con un universo y un hombre físicos.

Frecuentemente la gente se muestra renuente a dar crédito a la Sra. Eddy por el descubrimiento de la Ciencia de la realidad que es fundamentalmente distinta del universo de la materia. Algunas analogías comunes, con todo, podrían ayudarnos a llegar a la esencia de este asunto. Por ejemplo, el campo magnético de la tierra ha existido durante toda la historia pero, no obstante, la gente no pudo percibir la existencia de este campo hasta que los instrumentos ayudaron a amplificar la perspectiva de los sentidos físicos: en este caso, con una simple aguja de hierro magnetizada, colocada en una posición de debido equilibrio para que pudiera señalar el polo magnético de la tierra; en otras palabras, una brújula.

Otro ejemplo todavía más gráfico: El aire está lleno de ondas electromagnéticas que se pueden traducir en música, voces humanas y toda clase de imágenes visuales. Sin embargo, estamos totalmente inconscientes de la presencia de estas ondas y de la información de que son portadoras hasta que un receptor de radio o televisión aumenta la capacidad de nuestros sentidos.

Algo similar es la ceguera de los mortales con respecto a las realidades, las verdades y las leyes espirituales. Los sentidos físicos no dan testimonio de estas realidades. Estas realidades no se pueden ver, tocar, sopesar o medir. El pensamiento mortal — a diferencia del sentido espiritual — no está equipado para percibir la existencia de éstas. Sin embargo, en todas las épocas estas realidades han sido percibidas, en grado creciente, por personas cuya espiritualidad les ha permitido subyugar los sentidos físicos y ejercer los sentidos espirituales del hombre, que los mortales, con tanta frecuencia, dejan inactivos. Ejemplo de ello son las vislumbres inspiradas que han tenido los profetas, la percepción de la gran luz del Cristo que algunos han logrado tener, y el descubrimiento y la demostración en la Ciencia Cristiana de las leyes o Ciencia de la realidad espiritual.

Cristo Jesús era un realista. Él comprendía a nuestro Padre celestial, el creador de todas las cosas. Conocía y entendía el reino de los cielos y habló a la humanidad de la naturaleza de éste. Percibió y captó las maravillas de la creación de Dios. No sólo dio testimonio de estas realidades, sino que sus notables obras de curación confirmaron la validez de la verdad que enseñó y demostraron el valor práctico de comprender las leyes intrínsecas de esta verdad.

Junto con la profundidad y la pureza de su incomparable comprensión de Dios, el Maestro fue un realista en su actitud frente a la escena mortal. Descubrió, describió y denunció los rasgos pecadores de la mente humana. Hizo frente directamente a los peores elementos de la mente carnal — sus instintos más odiosos, envidiosos y homicidas — y, por conducto del poder espiritual, venció todos los desafíos, incluso la muerte misma. Con su puro entendimiento de lo que es real a los ojos de Dios, demostró que esos desafíos carecen de validez y que, por lo tanto, es posible probar su irrealidad.

La Sra. Eddy también fue una realista. En un momento no sólo de extrema dificultad mortal, sino también de grandísima humildad, captó una penetrante visión de las realidades espirituales de la verdadera creación de Dios. Descubrió, como ella misma nos dice, “que toda existencia real radica en Dios, la Mente divina, y que la Vida, la Verdad y el Amor son todopoderosos y están siempre presentes; que lo opuesto de la Verdad, — llamado error, pecado, enfermedad, dolencia, muerte,— es el falso testimonio del sentido material erróneo, de la mente en la materia; que este concepto equivocado desarrolla, en creencia, un estado subjetivo de la mente mortal, que esta misma titulada mente llama materia, excluyendo así el verdadero concepto del Espíritu”.Ibid., pág. 108.

La Sra. Eddy adquirió así una visión realista no sólo de lo que es verdaderamente real — esto es, la creación infinita del Espíritu o la Mente —, sino también de lo que engañosamente parece ser real a la mente humana que es tan propensa a engañarse. La Sra. Eddy fue realista en su percepción de los múltiples errores de la mente carnal, así como de la sutileza y maldad de esta mente. En sus muchos años como guía religiosa, encontró, tanto en amigos como enemigos, los rasgos más groseros y maliciosos de la mente humana y les hizo frente sin vacilar, con valentía y abiertamente, con poder espiritual. La Sra. Eddy no escapaba de la realidad ni se limitaba meramente a gozar pacífica, ociosa y beatíficamente de la luz solar de la Verdad. La Sra. Eddy era una persona de acción, una guía espiritual inspirada, que juzgaba con excepcional discernimiento la naturaleza humana, y, sobre todo, era una servidora humilde y valiente del Altísimo.

También nosotros podemos ser realistas, en el verdadero sentido científico de la palabra. Las terribles convulsiones del presente siglo, los enormes desafíos colectivos que se desarrollan ante nuestros propios ojos, los descubrimientos inquietantemente destructivos que se realizan en el campo de la física, la química y la genética, las inusitadas tensiones que pesan sobre tantas vidas individuales, todo esto clama en nuestros oídos por la necesidad que hay de realismo espiritual. Es menester que seamos pensadores, personas de acción y profetas inspirados: exponentes de las invencibles leyes espirituales de la Verdad y el Amor por medio de la oración, curación y demostración. Nada que no sea la Ciencia de la Mente infinita podrá contener los elementos más bajos de la mente humana y subyugarlos y destruirlos.

La oportunidad existe y también existen los medios para hacer uso de ella. Como dice la Sra. Eddy: “La Ciencia Cristiana demuestra el gran realismo de que el hombre es la verdadera imagen de Dios, ni caído ni invertido. Y por cuanto la exigencia de Cristo, ‘Sed, pues, vosotros perfectos’, es válida, se comprobará que es posible darle cumplimiento”.Christian Science versus Pantheism, págs. 11–12.

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