Uno de los diálogos más interesantes y tal vez más importantes (para la Iglesia cristiana) entre los que aparecen en la Biblia, tuvo lugar cuando Jesús inició una conversación con sus discípulos al preguntarles: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Ver Mateo 16:13–18.
Las respuestas indicaron una diversidad de opiniones: “Juan el Bautista”, “Elías”, “Jeremías, o alguno de los profetas”. Pero entonces Jesús quiso saber cuál era el punto de vista de sus discípulos. La respuesta de Pedro y lo que Jesús declaró después dieron al mundo un punto de vista de Iglesia sorprendentemente nuevo, uno que eleva la actividad religiosa por encima de las limitaciones de la personalidad humana.
Las respuestas que habían dado los discípulos a la pregunta original de Jesús con respecto a las conjeturas que se hacían sobre este punto, se concentraban en la identidad de Jesús como “el Hijo del Hombre”. Pero la respuesta de Pedro fue: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. La Sra. Eddy interpreta la pregunta de Jesús de la siguiente forma: “... ¿Quién o qué puede hacer esta obra, tan misteriosa para la mente popular?” y la respuesta de Pedro así: “... El Mesías es lo que has declarado, — Cristo, el espíritu de Dios, de la Verdad, la Vida y el Amor, que sana mentalmente”.Ciencia y Salud, pág. 137.
Pedro pudo discernir la diferencia entre un ser humano y el Cristo eterno que Jesús estaba demostrando. El Cristo era la idea verdadera de Dios, la identidad verdadera del hombre, conocida por Dios como permanente y espiritual. Jesús bendijo a Pedro, e hizo clara una enseñanza perdurable para el futuro de la Iglesia cristiana. La Sra. Eddy arroja luz sobre las palabras de Jesús: “... Y yo también te digo a ti, que tú eres Pedro, y sobre esta Roca (el significado de la palabra griega petros o piedra) edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno [el hades, el mundo de los muertos o el sepulcro] no prevalecerán contra ella”. Y después explica: “En otras palabras, Jesús se proponía fundar su sociedad, no en el Pedro personal como mortal, sino en el poder divino que originaba la declaración que Pedro hizo del Mesías verdadero”. Y continúa: “Ahora Pedro comprendió claramente que la Vida, la Verdad y el Amor divinos, y no una persona humana, sanaban a los enfermos y eran una roca, una base firme en el reino de la armonía”.Ibid., págs. 137–138.
Pedro vio, al responder a la pregunta de Jesús, mucho más que a un mortal; vio al Cristo. Jesús vio en la respuesta de Pedro más que a un mortal, vio al Cristo, sobre el cual fundaría su Iglesia. Sí, su Iglesia habría de descansar sobre el Cristo sanador y sería llevada hacia adelante por el Cristo, la Verdad, por el Principio divino y no por una persona humana. La Sra. Eddy percibió las inferencias metafísicas más profundas de la Iglesia que Cristo Jesús concibió. Ella describe de la siguiente manera el poder y sustancia espirituales de esta iglesia: “Iglesia. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”.Ibid., pág. 583.
Adelantamos la eficacia de la institución de nuestra iglesia hoy en día a medida que discernimos y demostramos la idea espiritual, Iglesia. ¿Pero cómo la demostramos? ¿Qué clase de acción debemos tomar? ¿Qué clase de metas y objetivos nos acercan a este concepto más elevado, a este sentido puramente espiritual de Iglesia? Al continuar con la definición de Iglesia, la Sra. Eddy examina algunas inferencias profundamente prácticas y escribe: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y a la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos”.
Aquí tenemos una declaración repleta de acción, dirección, demanda. Cuanto más nos enfrentamos al hecho de que nuestra iglesia es una institución que promueve la curación, en lugar de ser meramente la interacción entre un grupo de mortales, tanto más nos apartamos de la falacia de que toda organización humana tiene que ser de naturaleza esencialmente política. Tal equivocación se basa en la suposición de que los esfuerzos que se hacen por trabajar juntos, finalmente se reducen a unos mortales que imponen su autoridad, dominio y decisiones sobre otros.
La Iglesia de Cristo, Científico, tiene una oportunidad sin paralelo para preservar el modo de desarrollar las actividades de la iglesia dentro de la norma inspirada por Cristo Jesús y definida específicamente por la Sra. Eddy. Cuando adoptamos esta visión, se fortalece e ilumina la organización humana. Cuando la aplicamos a problemas especiales, los miembros en conjunto experimentan progreso espiritual.
Supongamos que los miembros de su iglesia no estuvieran de acuerdo sobre algún asunto. Con frecuencia los gobiernos humanos resuelven desacuerdos valiéndose de maniobras políticas que incluyen el ejercer presión sobre personas y el intercambio de ventajas personales. Es posible que algunas veces los miembros, sin quererlo, se sientan atraídos por esta clase de soluciones. Pero no se sentirían así si reflexionaran sobre el significado de la roca sobre la cual Jesús fundó su Iglesia. No fue fundada sobre persona humana. Fue fundada sobre el Cristo sanador.
Quienes disciernen el hecho de que la Iglesia es esencialmente espiritual, y ven que el propósito de ésta es el de sanar, verán los desacuerdos como oportunidades para que el Cristo regenere vidas, más bien que como situaciones en las que es necesario manipular las opiniones y puntos de vista de la gente para hacerlos llegar a ciertos acuerdos. Un punto de vista falto de inspiración podría a veces ver la iglesia como un foro de voluntades en conflicto. Pero un punto de vista más perceptivo encontrará, justo en medio del torbellino, provechosas oportunidades para continuar “elevando la raza humana”, “despertando el entendimiento dormido” y “sanando a los enfermos”. Cuando las decisiones hechas por los miembros son el resultado de haberse enfrentado a estos asuntos (y éstos son los asuntos verdaderos de nuestra iglesia), las decisiones que tengan que hacerse sobre diversos asuntos se manifestarán apropiadamente.
Si alguien insiste en un punto de vista opuesto al nuestro, tal vez debemos examinarnos y ver si nuestro deseo principal es unirnos con “todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”. ¿O es que el desacuerdo se ha convertido para nosotros más bien en un asunto de respaldar a algunos y oponernos a otros? Si es así, estamos peligrosamente expuestos a caer en la política voluntariosa en lugar de demostrar la voluntad del Principio divino.
Al determinar si un asunto se está resolviendo en conformidad con la idea correcta de Iglesia en lugar de poner énfasis en la política, tenemos que preguntarnos si sinceramente sentimos un respeto cada vez más profundo por la integridad de aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Aun cuando haya divergencia de opiniones sobre los medios que se deben emplear para alcanzar una meta humana en particular, ¿estamos fortaleciendo nuestra unidad espiritual mediante el discernimiento de la unicidad de Dios, lo indiviso de Su amor e inteligencia?
Por cierto que la actividad de la iglesia requiere que se tomen decisiones; incluye, por supuesto, trabajar en conjunto, el apoyo de la mayoría y el respeto de la minoría. Pero todas estas acciones deberían tener lugar dentro del puro contexto de la misión sanadora de nuestra iglesia; y deberíamos dejar cada vez más atrás el uso de un enfoque meramente político para dirigir los asuntos de la iglesia. A medida que todas las religiones se percaten de que la Iglesia tiene la misión fundamental de sanar espiritualmente, no sólo reducirán la influencia de la política en la iglesia, sino que ¿no empezarán acaso a preguntarse cuánto debería hacerse para reducir la influencia de la iglesia en la política?
Cualquiera que sea el asunto que nuestra iglesia esté intentando resolver en un momento dado, el asunto no debería convertirse en una cuestión de poder, opinión o gobierno personal. Lo que tiene verdadera importancia es cuánta espiritualidad están expresando los miembros y cuán apta es su manera de proceder para hacer pesar su espiritualidad en las situaciones que se presentan en la institución. A medida que progresemos en esas direcciones, sentiremos cada vez más en nuestra vida el impacto de la idea espiritual de Iglesia.
