Jeremías no estaba pasando un momento muy feliz. No se sentía nada de bien y su mamá estaba preocupada. Ella decidió llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda, y la practicista respondió que le gustaría ir a su casa para ver a Jeremías ya que el niño estaba en cama.
Cuando la practicista llegó, la mamá de Jeremías salió a hacer algunas diligencias, y la practicista se sentó a conversar con él. Le preguntó si le gustaba ir a la escuela. Él contestó que no le gustaba demasiado porque los otros niños no eran buenos con él. Antes de salir a ver a Jeremías, la practicista había orado para saber cómo podría ayudarlo, y en este momento sentía que Dios la estaba guiando para preguntarle a Jeremías qué era lo que sentía cuando lo castigaban por hacer algo mal. Con una rabia imprevisible, Jeremías explotó: “Nadie me va a castigar a mí, porque si alguien lo hace, haré lo mismo, pero mucho más fuerte”. Y levantó los puños para mostrarle cómo lo haría. En ese momento Jeremías empezó a toser mucho.
Entonces la practicista muy suavemente le preguntó si él se daba cuenta de que la gente sólo estaba tratando de ayudarlo para que las cosas le fueran mejor, y que probablemente el amor que las personas sentían por él era la razón de que quisieran corregirlo. Después de todo, la Biblia dice de Cristo Jesús que como él había “amado la justicia, y aborrecido la maldad,” Dios lo había ungido “con óleo de alegría”. Hebr. 1:9. La maldad son los malos pensamientos y acciones, y lo que a Jesús no le gustaba era precisamente la maldad, ¡y no la gente!
Luego ella le preguntó a Jeremías si alguna vez había intentado navegar en un arroyo atestado de ramas que no permitían que el bote pasara. ¿No trataría él de quitar las ramas para despejar el arroyo? Jeremías estuvo de acuerdo, y entonces juntos leyeron el Himno N° 182 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que dice así:
Abrid los cauces del Amor
y libre fluirá;
y las corrientes del Amor
a todos llegarán.
Mas si los cauces, con fervor,
no son labrados hoy,
los manantiales del amor
al fin se secarán.
La bendición que el cielo da
habréis de compartir,
pues pobre es quien nunca da;
tal es la ley de Amor.
Jeremías debía permitir que el amor de Dios penetrase para barrer por completo los pensamientos de odio. Él tenía que “abrir los cauces del Amor” tratando siempre de expresar amor, cualquiera fuese la circunstancia. Es tan imposible sentir el amor de Dios y odiar al mismo tiempo, como estar en un baño turco y temblar de frío. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “La manera de extraer el error de la mente mortal es vertiendo en ella la verdad por medio de inundaciones de Amor”.Ciencia y Salud, pág. 201. Eso es lo que él y la practicista estaban haciendo.
Cuando volvió la mamá de Jeremías, lo encontró corriendo por la casa y mostrándole a la practicista su gato que tanto él quería. Esa tarde, la mamá de Jeremías le explicó más cosas sobre los cauces poniendo como ejemplo un puñado de harina de maíz en un recipiente para tortas. Lo colocó en la pila de agua de la cocina y marcaron cauces entre la harina. Luego abrieron la canilla un poquito para hacer correr el agua y vieron cómo el agua corría libremente por los cauces. Pero cuando empujaron la harina dentro de esos cauces, el agua ya no podía correr libremente.
A la mañana siguiente Jeremías, muy contento, volvió a la escuela. Algunos meses después, el papá de Jeremías le comentó a la practicista el cambio tan hermoso operado en su hijo. Su trabajo en la escuela era muy bueno, y en la casa, las cosas eran mucho más fáciles y agradables. Ciertamente los cauces se habían abierto para que fluyesen libremente los pensamientos de verdad y amor que proceden de Dios.