Curaciones, curaciones, curaciones. Éste era el efecto que tenía la comprensión que Jesús poseía de Dios y el hombre en las personas que venían a pedirle ayuda. Los ciegos veían, los cojos caminaban, los leprosos eran limpiados, los sordos oían, los muertos resucitaban. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.] La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “La era cristiana fue iniciada con señales y maravillas”.Ciencia y Salud, pág. 139. Jamás ha vivido un sanador más grande que Jesús. Pero él no permitió que sus logros limitaran a fieles estudiantes en los tiempos por venir, pues dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. Juan 14:12.
La vida de Jesús fue una vida de progreso. La Biblia nos dice acerca de sus primeros años que “crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”, Lucas 2:52. y podemos estar seguros de que esto se aplica también a sus últimos años. Su labor redentora empezó con las bodas en Caná, donde cambió el agua en vino (2), y terminó tres años más tarde con su propia resurrección y ascensión.
Entre estos dos acontecimientos, los Evangelios nos dan un relato parcial de su obra sanadora, pues como dice Juan: “Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir”. Juan 21:25.
En una ocasión Jesús sanó a diez leprosos. (3) Éstos eran los parias sociales de aquellos tiempos. Pero Jesús jamás tuvo miedo de contaminarse al estar con ellos, como puede verse en otra ocasión cuando con una gran compasión tocó a un leproso, mostrando así su despreocupación por la enfermedad. (4) No obstante, él respetaba la ley mosaica y acataba la ley. Ordenó a los diez leprosos que había sanado: “Id, mostraos a los sacerdotes”. Lucas 17:14. En aquel tiempo los sacerdotes eran los guardianes de las leyes de salubridad. Ellos decidían si una persona era limpia o inmunda. Esto muestra que Jesús cumplía con las leyes de su tiempo.
En otra ocasión Jesús y sus discípulos no tenían suficiente comida para alimentar a la gente que había venido a oírlo. Expresando gratitud por lo que tenían a mano — cinco panes y dos peces — puso en práctica en esta situación la comprensión que tenía de la incesante provisión de bien que el Padre da a Sus hijos e hijas. “Y comieron todos”. Mateo 14:20. Y, no sólo eso, sino que todavía sobró. (5)
En este caso, podemos ver que Jesús estaba consciente del gran cuidado y bondad que Dios constantemente tiene por Su creación. Para el Maestro, la gratitud debe de haber sido natural. Este reconocimiento del bien ya presente, aunque todavía no percibido por los sentidos humanos, era inspirado por su confianza en Dios, el bien.
En cierta ocasión, Jesús iba caminando a una ciudad llamada Naín. Al acercarse a las puertas de la ciudad, encontró un cortejo fúnebre que salía de allí. Había muerto un joven, el único hijo de su madre, la cual era viuda. Como en el tiempo de Jesús las mujeres dependían de sus maridos o de sus hijos para su mantenimiento, la situación de la viuda era desesperante. Ahora no tenía a nadie que cuidara de ella.
¡Cuánto debe de haber querido ayudarla Jesús! ¡Y qué gran compasión debe de haber sentido! Entonces, mediante el entendimiento que Jesús tenía de la naturaleza eterna de la Vida, Dios, el joven fue resucitado y devuelto a su madre. (6)
En otra ocasión un amigo íntimo de Jesús murió. Pero Jesús no se perturbó. Sencillamente declaró: “Nuestro amigo Lázaro duerme”. Juan 11:11. Viajó al pueblo de Lázaro y restauró a Lázaro, a pesar de que su amigo hacía ya más de tres días que estaba en el sepulcro. (7)
Jesús sanó a muchas mujeres. Una vez se encontró con “una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad”. Andaba encorvada y en ninguna manera podía enderezarse. Jesús, viéndola como la hija de Dios, percibió el verdadero ser de ella, por siempre intacto, puro, sin mancha, perfecto. Este modo de verla correctamente la sanó: “Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios”. Lucas 13:11–13. (8)
La última y mayor curación de Jesús comienza al ser traicionado en el huerto de Getsemaní. (9) Sus enemigos lo habían arrestado, y ahora querían crucificarlo. Aquellos que tenían autoridad dieron su consentimiento. Los soldados, antes de clavarlo en la cruz, le ofrecieron una droga que adormeciera sus sentidos. Pero Jesús la rehusó. (10)
El relato de la Biblia sobre la crucifixión continúa diciendo: “Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu”. Mateo 27:50. Y la Sra. Eddy dice: “Lo que Jesús realmente exhaló fue aire, una forma etérea de la materia, pues nunca exhaló o entregó el Espíritu o el Alma”.Ciencia y Salud, pág. 598. Después por la tarde o al comenzar la noche, un hombre rico llamado José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús y lo colocó en un sepulcro nuevo. “Y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue”. Mateo 27:60.
En la quietud del sepulcro Jesús encontró refugio del odio que el mundo sentía por su espiritualidad. Allí demostró que la Vida divina no conoce la muerte y que el hombre refleja esta Vida eternamente. En el tercer día después de la crucifixión Jesús se apareció a María Magdalena. (11) Había triunfado sobre la muerte, no aceptando, sino venciendo al “postrer enemigo”, y demostrando que la muerte no tiene poder sobre el hombre.
Después de la resurrección, Jesús se apareció varias veces a sus discípulos. (12) Esto debe de haber fortalecido en gran manera el entendimiento de ellos, y mostrado la validez de sus enseñanzas. No les había enseñado meras teorías, sino verdades que podían derrotar cualquier falsedad que el sentido material presentara.
Cuarenta días después de la resurrección tuvo un último encuentro con sus discípulos y les dio una instrucción final: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura... Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Marcos 16:15, 17, 18. Después de decir estas palabras, desapareció de su vista, habiendo abandonado por completo la creencia en una mente aparte de Dios. Por tanto, no quedó nada que pudiera manifestarse como un cuerpo mortal y material. Y a este acontecimiento se le llama la ascensión.
Como ya hemos visto, Jesús quería que sus obras sanadoras continuaran. Por eso anteriormente, “llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”. Mateo 10:1. También les dio una tarea importante al decir: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios”. V. 8. Jesús sabía que lo que había hecho no era nada misterioso. Ni dependía de fórmulas secretas.
Las curaciones que realizó fueron el resultado de su comprensión profunda de Dios y del hombre. Fueron las manifestaciones naturales de su filiación consciente con Dios, de su comunión con Dios y de obedecer Su voluntad a cada momento. Jesús sabía que cualquier persona que estuviese dispuesta a aprender acerca de su propia filiación con Dios — a espiritualizar el pensamiento, amar y comprender a Dios — podía hacer las mismas obras. La Sra. Eddy dice: “En latín el vocablo traducido por discípulo significa estudiante; y este término indica que el poder de curar no era un don sobrenatural, otorgado a esos alumnos, sino el resultado de su cultivado entendimiento espiritual de la Ciencia divina, la cual su Maestro había demostrado, sanando enfermos y pecadores”.Ciencia y Salud, pág. 271.
Por lo tanto los setenta discípulos, que Jesús envió después de los doce originales, no podían haberle traído un gozo mayor cuando regresaron con las nuevas de sus propias obras sanadoras, diciendo: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre”. La Biblia nos dice que “en aquella misma hora Jesús se regocijó”. Lucas 10:17, 21.
La obra sanadora que hicieron los discípulos de Jesús es todavía posible hoy para cualquier estudiante de la vida y obra de Jesús — para quien exprese la Mente que estaba también en Cristo Jesús y comprenda la Ciencia del Cristo.
[Próximo mes, décima parte: Pablo el Apóstol]
Lectura adicional
(1) Mateo 11:2–6
(2) Juan 2:1–11
(3) Lucas 17:11–19
(4) Mateo 8:2, 3
(5) Mateo 14:15–21
(6) Lucas 7:11–16
(7) Juan 11:1–44; ver también Marcos 5:22–24, 35–42 para otro relato de la resurrección de un muerto.
(8) Ver también Marcos 5:25–34 para otra curación de una mujer.
(9) Mateo 26:36–56
(10) Mateo 27:27–34
(11) Mateo 28:1–10
(12) Juan 21:14