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Los hijos y las hijas de Dios

Del número de mayo de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), se sobreentiende que el primer capítulo del Génesis es una ilustración metafórica de la historia verdadera y espiritual de la creación. En este capítulo bíblico la creación es la obra de Dios como Espíritu, como Mente suprema, que revela Sus ideas perfectas, desde la más pequeña hasta la mayor. El Salmista claramente describe la verdadera creación como la obra de la Mente divina, o el Espíritu: “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría”, y más adelante añade: “Envías tu Espíritu, son creados”. Salmo 104:24, 30.

La creación espiritual se resume en estas palabras: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31. Una de las cosas “buenas” descritas en ese inspirado capítulo, es el hombre: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. V. 27. Así que aun en este concepto totalmente espiritual vemos la importancia que tiene la condición masculina y femenina en la existencia del hombre.

Refiriéndose al primer capítulo del Génesis, Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “No hay más que un creador y una creación. Esta creación consiste en el desarrollo de ideas espirituales y sus identidades, que están comprendidas en la Mente infinita y la reflejan por siempre. Estas ideas se extienden desde lo infinitesimal hasta lo infinito, y las ideas más elevadas son los hijos y las hijas de Dios”.Ciencia y Salud, págs. 502–503. Dios siempre tiene a Sus hijos e hijas, claramente distinguibles como tales.

En la Ciencia absoluta el hombre es idea, no una forma corpórea. Su cuerpo, o identidad, es espiritual; está constituido por ideas puras de Dios, las cuales actúan ordenadamente. No es algo que pueda experimentar enfermedad o dolor, o que se pueda enredar en objetivos pecaminosos con sus degradantes consecuencias. Los hijos y las hijas de Dios existen para reflejar la armonía, la santidad, el gozo y la perfección de Dios.

Como expresión individual de Dios, usted es ese ser en el cual sólo el bien está teniendo lugar, porque usted es prueba de la claridad con la que Dios (el Amor, la Vida, el Principio) se expresa a Sí mismo o a Sí misma. Como nos lo dice la Biblia: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?... Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. 1 Cor. 6:19, 20.

Los hijos y las hijas de Dios han sido creados espiritualmente, no físicamente. “Varón” y “hembra”, como los ha concebido el Espíritu divino, no significan sexos. No obstante, el género, ya sea masculino o femenino, no se ignora ni menosprecia en la Ciencia Cristiana. No es de nuestra incumbencia argüir acerca de la sexualidad, sino hacer todo lo que esté a nuestro alcance para enaltecer lo humano relacionándolo tanto como sea posible con la realidad espiritual siempre presente.

La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, habla sobre ambos sexos de un modo franco y provechoso. Sus escritos respetan las características distintivas que señalan la feminidad de la mujer y la masculinidad del hombre. La Sra. Eddy amaba a toda la raza humana, incluso a los niños, y trabajó incesantemente para beneficiar a la familia humana. Mostró que sentía un hondo respeto por la unión matrimonial como una institución cristiana, y por la oportunidad que ésta ofrece al hombre y a la mujer de expresar cualidades que participan de la naturaleza del Cristo. Ella recalca que prestar atención a la responsabilidad paternal y maternal es esencial para tener una vida de hogar feliz. En el capítulo “El Matrimonio”, en Ciencia y Salud, escribe: “La mente masculina alcanza un tono más alto por medio de ciertos elementos de la femenina, mientras que la mente femenina gana valor y fuerza por medio de cualidades masculinas. Estos distintos elementos se unen naturalmente los unos con los otros, y su armonía verdadera está en la unidad espiritual. Ambos sexos debieran ser afectuosos, puros, bondadosos y fuertes”.Ciencia y Salud, pág. 57.

La Sra. Eddy siguió muy de cerca el ejemplo del Maestro en sus explicaciones sobre el tema que estamos abordando. Cristo Jesús dijo: “Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento”. Lucas 20:34, 35.

Mas la comprensión que tenía Jesús del ser ideal, en el cual los hijos y las hijas de Dios representan total y espiritualmente al Padre-Madre de su ser, no le impidió respetar la distinción humana. Asistió a la boda en Caná de Galilea, e impartió su bendición. Ver Juan 2:1–11. Su sentido espiritual detectó que una mujer con la que estaba hablando mantenía relaciones con un hombre que no habían sido legalizadas por el matrimonio. Ver 4:17, 18. Alentó a personas amigas a cultivar cualidades propias de la verdadera masculinidad y feminidad (como, por ejemplo, cuando advirtió a Marta que no permitiera que excesivos afanes domésticos ahogaran su prosecución de progreso espiritual, Ver Lucas 10:40–42. y cuando reprendió a Juan por su mezquindad). Ver Marcos 9:38–40. ¡Cuán maravilloso debe de haber sido para aquellos que acompañaban a Jesús el aprender de él la manera de ejemplificar mejor en la vida humana lo que divinamente somos como hijos e hijas de Dios! Nosotros, también, podemos aprender esto mediante el estudio de las Escrituras y de la Ciencia Cristiana, y practicando lo que leemos.

La Sra. Eddy fue una verdadera mujer, con genuinas cualidades femeninas. En Ciencia y Salud, especialmente en el capítulo “El Matrimonio”, valientemente aboga por los derechos de la mujer. No obstante, expresó el más alto respeto por aquellos hombres que ella conoció en su temprana vida religiosa y familiar y durante el transcurso de la gran misión que ella realizó, que expresaron características nobles y humanas.

Piensen lo que significa espiritualmente ser los hijos y las hijas de Dios, ser ideas mantenidas en la Mente pura y bajo el cuidado de Su constante amor. Trabajemos y oremos para sacar a luz la espiritualidad de nuestra condición de mujer y de hombre. Esto nos hace ser la sal de la tierra, la luz del mundo; personas que se llevan bien las unas con las otras, que se respetan unas a otras y que perciben las buenas razones cristianas y morales que existen para que cada uno exprese su distinta identidad. Uno puede decir, y realmente de corazón: Me alegro de ser mujer; o, me alegro de ser hombre; porque estoy aprendiendo, cada día más, lo que significa ser verdaderamente espiritual, ser los hijos y las hijas de Dios. Como Su reflejo, incluimos en nuestro ser toda la inteligencia, la percepción, la pureza y el gozo con los que nuestro divino Padre-Madre nos ha dotado.


Pues todos sois hijos de Dios
por la fe en Cristo Jesús.

Gálatas 3:26

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