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Un mensaje para los jubilados

Del número de mayo de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si usted está jubilado y vive de una entrada fija, no tiene por qué temer el presente o el futuro. Dios, la Vida y el origen de toda existencia, está totalmente a cargo de Su universo y del destino de usted.

¿Cómo puede un pensionado demostrar este hecho? Después de todo, los periódicos frecuentemente citan expertos que dicen que existe la posibilidad de que dentro de unos pocos años los sistemas de pensión de algunas naciones no puedan suministrar entradas adecuadas debido a la inflación.

Aun cuando deberíamos estar bien informados acerca de estos asuntos, no tenemos por qué aceptar como verdadero el escenario negativo. Podemos empezar a demostrar que Dios, la Mente única, que impele toda acción, mantiene la justicia para cada uno de Sus hijos y provee con equidad para todos. ¿Por qué? Porque, en realidad, el hombre — el ser verdadero suyo, mío y de todos — es Su idea espiritual mediante la cual Él manifiesta Su benevolencia y sabiduría.

La gracia de Dios está obrando siempre en bien del hombre. A medida que reconocemos que la ley de Dios es infinitamente justa y respetamos su acción imparcial e irresistible, hacemos que el juicio de Dios predomine sobre la imagen mental falsa de inarmonía. Obrando por medio de la ley, el Amor divino elimina cualquier acusación de que la seguridad del hombre es vulnerable. Como expresión de Dios, el hombre no puede ser arrancado de su fuente divina. Ni ninguna creencia de escasez puede interponerse entre Dios y Su amada idea. El adherirse a estas verdades proporciona provisión adecuada, cualquiera que sea la necesidad.

La Mente divina, y no un plan de pensión humanamente delineado, es lo que define el destino del hombre y satisface sus necesidades. La creencia mortal no puede descartar o incapacitar el gobierno divino, que es absoluto e imparcial y bendice a todos. De hecho, la totalidad de Dios no deja lugar para ninguna sugestión impía de que ciertas fuerzas pueden traer inestabilidad y desequilibrio a Su universo que espiritualmente es estable y está completo.

El argumento de que los jubilados tienen que por necesidad reducir excesivamente su nivel de vida, pasa por alto el hecho de que el plan de la Mente y las provisiones del Amor se amplían en el pensamiento en proporción a la necesidad humana. Dios, mediante el Cristo, obra compasivamente para anular la creencia mortal de provisión insuficiente. Dentro de la totalidad de Dios, no se pasa por alto ni a una sola de Sus ideas individuales, pues la ley divina no está “más allá” o “fuera” de la necesidad humana, sino que abarca esta necesidad y la satisface. Esta ley va al corazón mismo de la situación para resolverla con justicia.

El profeta escribe: “Hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré”. Isa. 46:4. Esto muestra la fuente verdadera del bienestar del hombre, una fuente que no está sujeta a beneficios precarios institucionales o a fondos gubernamentales fluctuantes. Sólo el alegórico Adán trabajó sujeto a la maldición del esfuerzo sin recompensa y la desolación final. Éste no es el destino del hombre de Dios, quien existe para expresar la abundancia del Amor.

Las enseñanzas de Cristo Jesús señalan que puesto que las aves, las flores y hasta la hierba reflejan la provisión divina, ciertamente los hijos de Dios no pueden carecer de Su cuidado. Ver Mateo 6:26–34. Deberíamos reconocer y demostrar nuestro patrimonio espiritual manteniendo todo pensamiento sujeto a Dios, el bien, y rehusando limitar nuestro concepto del bien restringiéndolo a cheques de pensión o a beneficios concebidos mortalmente.

Puesto que Dios es el único legislador, no deberíamos atribuir meramente a personas el poder para tomar decisiones finales. ¿Por qué prestar nuestra lealtad a mortales falibles? El ingreso no está sujeto a las gráficas, estadísticas o corrientes económicas calculadas por ellos. Necesitamos lo que proviene de Dios, no lo que se manipula mortalmente. Gozamos de suficiencia porque es nuestra por decreto divino, y este decreto mantiene eternamente la solidez del universo y de toda idea individual que existe en éste. A medida que reconocemos estas verdades, ellas gobiernan nuestra vida.

¿Se puede confiar en Dios para que provea de lo necesario a una mujer que estaba empleada en un puesto que no ofrecía una pensión de retiro; o a una divorciada que no tiene derecho legal a la pensión de su esposo? El Amor divino ajusta y sana todas las situaciones humanas injustas cuando recurrimos a Él. La persona que con humildad resuelve obtener una consciencia espiritual de lo que es la verdadera sustancia y permite que Dios gobierne completamente, no se siente inducida al pánico, porque confía en que Dios suministrará Su abundancia eficazmente y con justicia. Espiritualmente comprendida, la constancia de Dios elimina las imágenes de naturaleza mortal y mental tales como exceso, agotamiento, imprudencia, extravío, todo lo que pudiera amenazar el futuro.

La Ciencia Cristiana revela que la idea de la Vida, el hombre, está gloriosamente libre. Quienes investigan la Ciencia Cristiana descubren discernimientos espirituales acerca de la sustancia, discernimientos que están verificados en la Biblia. A pesar de lo que parezca ser la condición, considerar en oración las ideas de Dios y aceptarlas, puede cambiar la confusión en orden y la desesperación en dominio.

La Sra. Eddy escribe: “La Ciencia es divina; no está asociada con los medios y fines humanos, ni con estaciones a medio camino. Nada que sea condicional o material le pertenece”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 260.

A medida que adoptamos este punto de vista premiador y demostrable, y observamos su requisito de obedecer y confiar en la ley divina, la vida se enriquece espiritualmente y es provista de la abundancia del Amor inagotable.


Jehová me ha dicho:
... Yo te engendré hoy.

Salmo 2:7

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