Toda mi vida he sido bendecida en gran manera por la Ciencia Cristiana. Muchos problemas se han resuelto por medio de la confianza total en Dios. Éstos incluyen haber terminado con éxito mis exámenes escolares, así como haber sido guiada en transacciones financieras, en obtener un empleo satisfactorio, hogar y compañerismo. Entre las curaciones físicas que hemos tenido en la familia, están las llamadas enfermedades infantiles, un brazo fracturado, mareos, dolores de cabeza, vértigos, torceduras y dolores, y resfriados durante ciertas estaciones del año. Todas estas curaciones, y muchas más, fueron logradas en distintas oportunidades con la ayuda de practicistas de la Ciencia Cristiana, o mediante mi creciente comprensión espiritual.
Mi más notable prueba de la eficacia de la Ciencia Cristiana ocurrió después de darme cuenta de que algo anormal me crecía en el abdomen; al descubrir esto me alarmé tanto que hice cita con el doctor que me había atendido al nacer mis niños para que me examinara. Su diagnóstico fue que yo tenía un tumor grande, y que era necesaria la histerectomía.
Salí del consultorio del doctor abrumada por el temor; inmediatamente le hablé por teléfono a una practicista, quien me ayudó a vencer mis sentimientos de pánico y desamparo. Tuve que aprender mi lección duramente, y ver lo innecesario que era recurrir a un diagnóstico médico. Me di cuenta de que, como la materia no es real y el testimonio de los sentidos materiales es falso, el conocimiento obtenido de un examen físico pertenecía al reino de la creencia mortal errónea.
La practicista continuó orando. Pero al poco tiempo, al recobrar nuevamente mi confianza y disminuir mi temor, decidí orar yo sola. El problema consistía en que yo diera prueba de las verdades sobre las cuales había pasado la vida estudiando. La maravillosa bendición de la instrucción en clase de Ciencia Cristiana me había dado los instrumentos espirituales con los cuales trabajar, y yo sabía que la Ciencia sí cura. Reconocí también que ésta no era una condición material que necesitaba curación, sino una creencia falsa que tenía que ser eliminada de la consciencia, por lo tanto, los métodos materiales no tenían poder para realmente curar.
Dejé a un lado toda actividad social, y a nadie mencioné el problema físico. También fui a ver a mi maestro de la Ciencia Cristiana quien me dio algunas recomendaciones útiles para estudiar. Después, estudié con persistencia las verdades acerca de Dios y el hombre. Leí con atención cada número del The Christian Science Journal y del Christian Science Sentinel. También leí Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy de principio a fin, porque todo lo que necesitamos saber sobre la curación científica está en este libro de texto. Con la ayuda de las Concordancias de los escritos de la Sra. Eddy, estudié la aplicación que ella da a palabras tales como sustancia, crecimiento, disolución, tumor. En La Unidad del Bien ella escribe (pág. 60): “Este sentido falso de sustancia tiene que ceder a Su eterna presencia, y así disolverse”
Todo este tiempo de oración y estudio fue inspirador, y sentí cada vez más la certeza de que sanaría. Aprendí a no observar ni tocar la materia en busca de mejoría, a no planear, ni siquiera preguntarme a mí misma cómo ocurriría la curación. La Sra. Eddy dice (Ciencia y Salud, pág. 463): “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”. Yo anhelaba ver el problema debidamente eliminado por medios espirituales. Y tenía confianza en que nada podía estorbar ni retardar mi comprensión de la verdad necesaria para que se evidenciara en mi vida lo que yo ya sabía que era un hecho espiritual.
Continué estudiando y orando durante unos cuatro meses. El fin de semana del Día del Trabajo, la anomalía todavía era evidente cuando llevé en el automóvil a una de mis hijas a la universidad. Al volver, me di cuenta de que toda señal del problema había desaparecido completamente de mi cuerpo, así como el temor a él había desaparecido de mi consciencia. Esta cirugía mental ocurrió hace unos diez años, y mi curación ha sido permanente y completa. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
Estoy agradecida por los esfuerzos generosos y desinteresados de la Sra. Eddy al compartir con nosotros el entendimiento que Dios le dio de Su creación espiritual sin límites. Le doy gracias a Dios continuamente por Su tierno y amoroso cuidado de toda la humanidad.
Bronxville, Nueva York, E.U.A.