Durante mi niñez sufrí de epilepsia. Se consultaron muchos médicos acerca de mi enfermedad, pero ninguno pudo ofrecerme alivio permanente. Al llegar a la edad de doce años el problema se volvió tan alarmante que mi madre oró fervientemente pidiendo fuerzas para seguir adelante y poder hacer frente a la situación.
Antes de haber pasado un mes le presentaron la Ciencia Cristiana y ella compró un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. A mí me llevaron a visitar a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien me dio tratamiento por medio de la oración. Durante un año estuve libre de ataques, pero entonces súbitamente me volvieron a dar, en forma aún más severa.
Para entonces yo ya había empezado a reconocer la Ciencia Cristiana como el único método real de curación. Vivíamos en el campo, lejos de otros estudiantes de la Ciencia, pero estudiábamos la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. A veces yo me sentía muy desanimada, pero nunca me di por vencida. Durante el transcurso de ocho años, desarrollé una creciente percepción de mi verdadera naturaleza como hija inmortal de Dios. También me hice miembro de La Iglesia Madre; y cuando se organizó un grupo de Científicos Cristianos en el pueblo cercano a nuestra casa, mi hermano y yo nos unimos a ellos y servimos como Lectores.
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