Durante mi niñez sufrí de epilepsia. Se consultaron muchos médicos acerca de mi enfermedad, pero ninguno pudo ofrecerme alivio permanente. Al llegar a la edad de doce años el problema se volvió tan alarmante que mi madre oró fervientemente pidiendo fuerzas para seguir adelante y poder hacer frente a la situación.
Antes de haber pasado un mes le presentaron la Ciencia Cristiana y ella compró un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. A mí me llevaron a visitar a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien me dio tratamiento por medio de la oración. Durante un año estuve libre de ataques, pero entonces súbitamente me volvieron a dar, en forma aún más severa.
Para entonces yo ya había empezado a reconocer la Ciencia Cristiana como el único método real de curación. Vivíamos en el campo, lejos de otros estudiantes de la Ciencia, pero estudiábamos la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. A veces yo me sentía muy desanimada, pero nunca me di por vencida. Durante el transcurso de ocho años, desarrollé una creciente percepción de mi verdadera naturaleza como hija inmortal de Dios. También me hice miembro de La Iglesia Madre; y cuando se organizó un grupo de Científicos Cristianos en el pueblo cercano a nuestra casa, mi hermano y yo nos unimos a ellos y servimos como Lectores.
Con el tiempo, me sentí bastante libre del problema, así es que dejé mi hogar y me fui a la ciudad. Allí, como resultado de mis oraciones, fui guiada a ocupar el puesto de ama de llaves en el hogar de una Científica Cristiana. Me hice miembro de la iglesia filial local y me convertí en una trabajadora activa de la Causa.
En varias ocasiones tuve síntomas recurrentes de epilepsia, pero por medio de mi propio estudio y la ayuda de un practicista, el problema fue finalmente eliminado; hace más de diez años que estoy enteramente libre de él. Pero no fue sino hasta que vencí mi temor a esa enfermedad que pude aceptar el hecho de que había sanado completamente. Entre las características personales que también superé, ya que habían sido un estorbo para mi curación, se pueden contar la desobediencia, la terquedad, la apatía, el mal genio, el egoísmo, y la resistencia a ser enseñada.
La contestación de la Sra. Eddy a la pregunta: “¿Qué es el hombre?” (págs. 475–477) y muchos otros pasajes en Ciencia y Salud han sido ayudas inestimables en mi búsqueda de iluminación espiritual. En la página 475 ella dice: “El hombre no es capaz de pecar, enfermar y morir. El hombre real no puede desviarse de la santidad, ni puede Dios, de quien el hombre procede, engendrar la facultad o libertad de pecar”.
Estoy humildemente agradecida a todos los que me han ayudado y animado en el camino hacia una mayor comprensión y utilidad. Además, la instrucción en clase de la Ciencia Cristiana y la reunión anual de asociación han servido para adelantar mi desarrollo espiritual.
He tenido curaciones de sarampión, varicela, resfriados, influenza, sordera parcial, aparente apendicitis, y muchos otros males menores. La mayor parte de estas curaciones fueron logradas con la ayuda en diversas ocasiones de practicistas de la Ciencia Cristiana. La Sra. Eddy nos da las siguientes instrucciones (Ciencia y Salud, pág. 420): “Si los discípulos no se curan prontamente ellos mismos, no debieran tardar en acudir a un Científico Cristiano experimentado para que les auxilie”. Mi gratitud por la Ciencia divina aumenta cada día.
Hataitai, Wellington, Nueva Zelanda