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¿Qué es la Biblia?

Décima parte (continuación): El Apóstol Pablo

Del número de julio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El segundo viaje de Pablo lo llevó una vez más al Asia Menor, a visitar nuevamente a las iglesias que había fundado en su primer viaje. Los compañeros de Pablo eran Silas y un joven llamado Timoteo, quien se unió a él durante el viaje. Timoteo llegó a ser para el apóstol un ayudante fiel y digno de confianza, que compartía sus labores y penurias. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.] Había muchas otras personas a quienes Pablo podía contar como amigos. Algunas de estas personas se mencionan en el capítulo 16 de Romanos, y las pocas descripciones que se dan, muestran el afecto e interés que Pablo tenía por la gente.

Como resultado de esta nueva visita de Pablo a las iglesias en este segundo viaje, las congregaciones aumentaron en fe y también aumentaron en número. Mas ahora nuevos campos llamaban. Todo el curso de acción de Pablo iba a cambiar. Él se sentía claramente guiado a no “hablar la palabra en Asia”, Hechos 16:6. refiriéndose, probablemente, a las regiones costaneras de Asia Menor, que era el próximo lugar adonde pensaba ir. En cambio, “se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos”. V. 9. Por tanto, Pablo viajó a la provincia de Macedonia en Grecia.

Este cambio de Asia Menor a Europa marca un cambio en la actividad misionera de Pablo. Pablo había encontrado el propósito de su misión: abarcar a todo el mundo. Probablemente ningún apóstol de esa época tenía una visión más amplia. Él podía permanecer imperturbable ante el tumulto exterior sintiéndose seguro: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filip. 4:13. Como amaba tanto a Dios, sabía que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Rom. 8:28.

Al llegar a Europa, Pablo estableció iglesias en Filipos y Tesalónica, a cuyas congregaciones se dirigiría años más tarde en sus cartas a los Filipenses y Tesalonicenses. En Atenas los filósofos lo desafiaron a que explicara su nueva enseñanza, y él dio un famoso discurso.(2) De ahí viajó a Corinto, donde pasó dieciocho meses. Su regreso a Cesarea, el puerto de Jerusalén, y a su iglesia en Antioquía marca el final del segundo viaje. Ver Hechos 18:22.

Durante los dos primeros viajes, Pablo había recorrido mucho territorio, yendo por lo general rápidamente de una ciudad a otra. En su tercer viaje no recorrió tanto, sino que vivió unos tres años en la importante ciudad griega de Efeso. Con la ayuda de muchos trabajadores y amigos, trajo las nuevas sanadoras y salvadoras acerca de Cristo a la gente de esa región. Al final de este viaje no regresó a Antioquía, como lo hacía usualmente. Fue solamente a Jerusalén a llevar fondos a los necesitados de allí.(3)

La predicación de Pablo había perturbado a muchos judíos — en parte porque tenía tanto éxito — y querían deshacerse de él. Cuando una turba furiosa trató de atacarlo en Jerusalén, Pablo fue rescatado por las fuerzas de seguridad romanas y puesto bajo custodia romana. Después de pasar muchos meses en prisión, a Pablo lo llevaron a Roma, pues él, como ciudadano romano, había apelado al emperador para que se le juzgara con justicia. Pablo vivió en una casa en Roma y allí continuó sus enseñanzas por un corto tiempo. De acuerdo con la tradición, Pablo sufrió la muerte de un mártir durante la persecución de los cristianos bajo el régimen del emperador romano Nerón. La Biblia, sin embargo, no dice nada de esto.

La obra de Pablo era una obra sanadora. Cuando verdaderamente se predica a Cristo, podemos esperar curaciones como resultado de ello. La Biblia da pruebas de que esto ocurrió durante toda la actividad misionera de Pablo. Sanó a un lisiado en Listra, en el pueblo del fiel Timoteo.(4) Resucitó a Eutico, quien se cayó del tercer piso de un edificio mientras Pablo predicaba. En este caso, Pablo mostró a sus oyentes la aplicación práctica e inmediata de lo que les había dicho. No eran meras palabras, la verdad que les había traído se podía usar. “Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados”. 20:12.

Más tarde, cuando Pablo fue llevado a Roma para ser enjuiciado, su confianza en el poder sostenedor de Dios ayudó a calmar el temor de los marineros en el barco durante una terrible tormenta. Y Dios proporcionó una manera de escapar, por tanto, toda la gente a bordo se salvó.(5) En la isla de Malta, donde todos ellos desembarcaron, una víbora se le prendió en la mano y no le causó ningún daño. También sanó al padre del jefe de la isla de una grave enfermedad.(6) En todos estos acontecimientos — y la Biblia registra muchos más — Pablo demostró cómo usaba el entendimiento de Dios y que no solamente lo predicaba.

El libro de Hechos nos informa mayormente sobre los acontecimientos históricos en la vida de Pablo. Sus epístolas, o cartas, nos hablan principalmente sobre su manera de pensar, o sea, la comprensión que él tenía de Dios y del hombre y cómo la aplicaba cuando le hacían toda clase de preguntas difíciles en las iglesias cristianas que apenas comenzaban.

Él mismo había fundado la mayoría de las iglesias a las que escribió, y su propósito al escribirles era proteger la unidad y la pureza de éstas. Les daba la enseñanza y el consejo especial que necesitaban. A veces, y especialmente en su larga carta a los romanos, también explicó puntos fundamentales sobre Cristo y el cristianismo.

En muchas de sus cartas vemos expresado el tierno cuidado y afecto de Pablo por esas iglesias, como en una dirigida a los Corintios que dice: “Además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. 2 Cor. 11:28. Y podemos ver su ternura cuando habla de su deseo de estar con una iglesia que está pasando por dificultades y hablar a los miembros. Él sabía que expresarse mediante cartas tenía sus limitaciones y que podía expresarse mucho mejor con la inflexión de la voz: “Quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono”. Gál. 4:20. De modo que Pablo, el hombre que fue lo suficientemente fuerte para soportar muchas penurias físicas en sus viajes, también era profundamente compasivo con las congregaciones.

Y en otra carta a una iglesia, en su maravillosa explicación del “amor” — el verdadero amor como el de Cristo — Pablo resume lo que parece haber aprendido en su experiencia como apóstol: “El amor nunca deja de ser”. 1 Cor. 13:8.

[Último artículo de la serie]

Lectura adicional

(1) Hechos 16:1–5.
(2) Hechos 17:16–34.
(3) Rom. 15:25–27.
(4) Hechos 14:8–10.
(5) Hechos 27:1–44.
(6) Hechos 28:1–9.

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