Una de las apremiantes necesidades de hoy en día es la de defendernos nosotros y defender a nuestras familias del peligro. El peligro amenaza en muchos frentes: la guerra en la escena internacional, accidentes y crímenes en la calles urbanas, incertidumbre económica y la falta de empleo; y en nuestra vida personal, el riesgo de mala salud, negocios que fracasan, amistades que acaban o bajas calificaciones en la escuela.
Por cierto, un periodista eminente, al examinar recientemente la serie de amenazas mundiales, declaró que la década del 1980 podría ser “la década más peligrosa en la historia”.
¿Nos puede ayudar la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) a defendernos y a defender a nuestros seres queridos? La respuesta es que sí, y está basada sobre dos verdades espirituales. La primera: debido a que Dios, el bien, es el único poder, no existe, en realidad, un poder opuesto llamado el mal que pueda ponernos en peligro. La segunda: debido a que nosotros — como hijos de Dios — expresamos el poder espiritual de Dios, el bien, podemos demostrar que estamos equipados con los recursos necesarios para defendernos contra la ilusión del mal.
Puede que sea necesario entablar una poderosa lucha interna para ver a través de las pretensiones agresivas del mal y encontrar la protección y bondad que Dios nos tiene deparadas. Pero comenzando con los antiguos patriarcas bíblicos hasta los cristianos científicos de hoy en día, se pueden contar innumerables casos de defensa espiritual que dan testimonio de que el poder de Dios está disponible para alcanzar la victoria contra el mal.
¿Quién o qué es “el enemigo”?
Para Cristo Jesús el enemigo no era ni el ejército del César, ni los fariseos, sino el mal impersonal: Satanás, el diablo, un asesino, un mentiroso. Los discípulos de Jesús también definieron al enemigo impersonalmente: como el adversario de Dios y el hombre, esa vieja serpiente, el gran dragón rojo.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, expuso y denunció al enemigo, o el mal, como la nada, el error, el magnetismo animal, que no es ni persona, ni lugar, ni cosa. Sus obras de curación probaron que debido a que el enemigo es puro engaño sin realidad, no hay que temerlo, honrarlo o ignorarlo, sino que tiene que ser desafiado y destruido mediante la Verdad y el Amor. Después de declarar que lo que Dios hace es bueno y que Él hace todo, ella agrega: “Por tanto la única realidad del pecado, la enfermedad y la muerte, es el hecho horrible de que las irrealidades parecen reales a la creencia humana errada, hasta que Dios las despoja de su disfraz. No son verdaderas, porque no proceden de Dios”. Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 472.
Toda curación en la Ciencia Cristiana está basada en la totalidad de Dios y la nada del mal. Por cierto, pruebas de la totalidad del poder de Dios datan del tiempo de los primeros profetas y del tiempo de Cristo Jesús y sus discípulos. ¿Hubiera podido Jesús sobrevivir a la crucifixión y levantarse de la tumba si no hubiera conocido la realidad de la Vida inmortal y la irrealidad de la muerte y el sepulcro?
Y así es en esta época: Nuestra defensa contra el mal se basa sobre el hecho demostrable de que Dios ha creado y conoce solamente aquello que es bueno, Su propia creación ideal, incluso al hombre perfecto.
Cómo la Ciencia Cristiana proporciona defensa segura
A medida que profundizamos en la metafísica de la defensa científica, aprendemos que el procedimiento cristianamente científico es atacar el peligro o error específico con la verdad opuesta. No atacamos a la persona o la circunstancia asociada con el error. Por ejemplo, si nos sentimos amenazados por un jefe tiránico, nuestra respuesta es atacar nuestra propia creencia falsa de que cualesquiera de nosotros es un mortal sujeto a la tiranía de la mente mortal o ejerciéndola. Nuestra “arma” es el hecho de que no somos mortales de ninguna manera, sino los hijos de Dios, el Principio divino, y que tenemos el derecho de expresar y ser objeto de la infalible justicia del Principio. A medida que esta verdad se hace más real para nosotros, o bien saldremos de la mala situación o la relación desdichada se arreglará.
Si la amenaza es gripe, el hecho metafísico — y nuestra segura defensa — es que el hijo de Dios no puede sufrir de fiebre o escalofríos, porque su divino derecho de nacimiento es salud y libertad.
Si uno de los alumnos en nuestra clase de la Escuela Dominical nos dice llorando que él o ella simplemente no es lo suficiente inteligente para mantenerse al día con sus estudios regulares en la escuela y que está en grave peligro de fracasar, ¿cuál es nuestra defensa? Podemos encarar esa mentira explicándole que todo niño es, realmente, hijo de Dios; que refleja inteligencia, comprensión, agudeza, aptitud, atención, receptividad, destreza y otras cualidades derivadas de Dios, de la Mente divina misma.
Si la mentira es artritis, podemos detener y contrarrestar esta amenaza sabiendo que el hombre de Dios es la expresión invariable de la Vida inmortal, con todo el poder, fortaleza, libertad, agilidad, actividad correcta y utilidad que corresponden a esta Mente. He tenido el privilegio de presenciar la curación en la Ciencia Cristiana de cada uno de los problemas ya mencionados — un jefe injusto, la gripe, una jovencita desdichada en la escuela y la artritis — cuando la pretensión material fue negada suficientemente y reemplazada con el hecho espiritual exactamente contrario.
Puede ser que las demostraciones se hagan rápidamente o que requieran paciencia a medida que aumentamos nuestra comprensión de la naturaleza verdadera de Dios y el hombre. Pero si hacemos nuestro trabajo científicamente, de acuerdo con las leyes de Dios, podemos esperar confiadamente en que la verdad eterna se vuelva realidad en nuestra consciencia y reemplace la mentira material. Nuestra experiencia se ajustará entonces a la realidad divina.
Nuestra munición espiritual tiene que venir de Dios. La recibimos mediante la oración, la revelación y la inspiración divina. La razón humana cargada de obstinación no dará resultado. La sicología y la siquiatría, que tienden a dejar a Dios fuera, sondean la mente humana y provocan confusión, empeorando con frecuencia la situación. No hay curación en delinear cómo enderezar a un jefe tiránico o cómo apremiar a un niño atemorizado para que logre mayores logros intelectuales. Dios es nuestra Mente, y sólo la Mente tiene las respuestas.
Cristo Jesús nos aseguró que nuestro Padre que todo lo sabe y que cuida de todos, no nos dejaría andar a tientas en busca de respuestas. Nos prometió: “Nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse”. Lucas 12:2. Usar la letra de la Ciencia Cristiana para respaldar la opinión personal no es el procedimiento correcto. Cuando la Ciencia se aplica con exactitud, la corrección y la curación bendicen a todos.
Ejemplo de la defensa científica contra la falta de empleo
Durante una recesión reciente, un Científico Cristiano que ocupaba un cargo ejecutivo se vio de pronto despedido, como resultado de una gran reducción en el número de gerentes. Su hoja de servicios era excelente y su esfera de actividad era la única parte de la compañía que había estado mostrando ganancias. El desaliento lo abrumó, especialmente porque había sacrificado un empleo muy seguro con otra compañía al ser contratado para ese cargo, hacía menos de un año. El peligro de cesantía continua se insinuaba bastante porque estaba llegando a los cincuenta años de edad, una edad difícil para volver a empezar como generalmente se cree.
Tan pronto como pudo telefonear, llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente recibió consuelo y aliento al escuchar las palabras del practicista: “Usted es más grande que cualquier problema que encare”. Esta persona vio que su parte consistía en vencer su propia creencia de que él era un mortal sujeto a la injusticia y a difíciles tiempos económicos. Se dio cuenta de que allí mismo, en verdad ya era útil para Dios.
Su esposa creía firmemente en el poder de Dios y en la capacidad de su esposo para poner en práctica la defensa espiritual contra el concepto mortal de cesantía. El temor fue rápidamente echado a un lado a medida que ambos recurrieron a Dios, sin reservas, para que los guiara.
Los primeros intentos para encontrar un nuevo empleo mediante agencias de empleo no dieron ningún resultado. El esposo decidió entonces que iría a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana para estudiar verdades referentes al empleo del hombre y al hijo de Dios. Hizo esto día tras día durante varias semanas.
Un día, su esposa le preguntó cómo estaba él trabajando en la Ciencia Cristiana. Dijo que estaba aprendiendo que como la expresión de Dios de inteligencia, juicio y energía, él ya estaba empleado para glorificar a Dios; y que su comprensión de estos hechos le daba las armas que él necesitaba para destruir las mentiras mortales en cuanto a la cesantía, inactividad, escasez e inutilidad.
Su esposa reflexionó atentamente y después estuvo de acuerdo con sus declaraciones. Pero agregó: “Me pregunto... ¿No es tiempo de poner estas verdades en práctica? ¿No debiéramos estarlas poniendo a trabajar como si ya tuvieras quien te empleara nuevamente? En verdad, ya tienes quien te emplee — Dios — y ahora estás bajo Su servicio”.
Ese sano discernimiento se puso en práctica. Ambos cónyuges vieron que las verdades de Dios no son teóricas o abstractas sino específicas y concretas, para ser demostradas. El esposo siempre quiso fundar su propia compañía, pues pensaba que eso podría proporcionarle máxima libertad y oportunidad para expresar en la manera más amplia los talentos específicos que él había derivado de Dios. Esa tarde, en el sótano de su casa, empezó por fijar horas de oficina, definiendo metas y tareas. A medida que puso en práctica la inteligencia, el juicio y la disciplina, los verdaderos bienes que su trabajo en la Sala de Lectura le había revelado que poseía, el nuevo negocio creció hasta quedar firmemente establecido. La clave había sido reemplazar las creencias del mundo en cuanto a la cesantía y el estado de edad avanzada con la verdad viviente de que el hombre verdadero es la expresión dinámica de bien que procede de Dios, y es siempre necesario y activo.
Un detalle adicional interesante es que la experiencia que este hombre de negocios había adquirido en su empleo más reciente fue sumamente esencial en la fundación de su propia compañía. ¡No hubo ni desperdicio ni pérdidas!
La Ciencia Cristiana pone énfasis en la totalidad de nuestra defensa, no sólo contra el peligro físico, como el crimen y los accidentes, sino también contra la miríada de peligros más sutiles que amenazan robar nuestra vida. Nuestro reconocimiento de la supremacía de Dios nos da los recursos para defendernos nosotros y defender a nuestros seres queridos contra cualquier daño o perjuicio.
