Mi pensamiento se detuvo en tan humildes
palabras como aquellas que Jesús pronunció
cuando por tanta bondad lo calumniaron,
maltrataron y crucificaron:
“Padre, perdónalos, porque no saben
lo que hacen”.
¡Yo anhelaba comprender!
A los ciegos dio luz, a los paralíticos
sanó, a los leprosos limpió, al pecador
regeneró y al hambriento alimentó.
Y el mundo intentó matarlo
pero él resucitó.
Entonces comprendí por qué pudo decirlo:
porque él sabía que era Hijo de Dios, que expresaba
al Cristo, la idea divina, eterna, ilimitada.
Vino al mundo para que todos comprendieran
que somos hijos de Dios.
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