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La luz que sana

[Original en español]

Del número de julio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En cada ser humano está latente su semejanza divina. Para que sea descubierta y reconocida, necesitamos la luz del entendimiento espiritual, que ilumina la realidad.

Esta luz se manifestó en mi vida por medio del estudio y de la práctica de la Ciencia Cristiana. Durante varios años todas las semanas iba a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Muchas veces Cristo Jesús se retiraba a un lugar tranquilo para orar, y yo encontré que la Sala de Lectura era un lugar tranquilo para elevar mi pensamiento a Dios. Allí me sentía rodeada del Amor. Los bibliotecarios me proporcionaban lecturas útiles. Aprendí a estudiar las Lecciones Bíblicas, En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. a buscar el mensaje espiritual en ellas y a poner en práctica en mi vida diaria lo que aprendía.

Una de mis primeras curaciones fue la de una intensa soledad, que se reflejaba en una salud precaria. Frecuentes estados gripales me obligaron a guardar cama y faltar a mi trabajo. Y hasta cuando estaba en condiciones de trabajar, estaba inapetente y continuamente desnutrida. Todo esto me causaba gran pesadumbre. Con todo, la búsqueda sincera y legítima en la Sala de Lectura fue bendecida con un progresivo entendimiento espiritual, con la luz que buscaba.

Por medio de la Ciencia, empecé a verme como hija de Dios y a reconocerlo como mi Padre-Madre. Dios es causa, es Principio, es Todo. Es el bien y es Amor. Cada uno de Sus hijos refleja las cualidades que Él posee. Su linaje refleja poder, porque Dios es Espíritu; inteligencia y sabiduría, porque Dios es Mente; belleza y armonía, porque Dios es Alma; bondad, misericordia y ternura, porque Dios es Amor.

Bajo la luz de la verdad vi que mis familiares, mis amigos, mis compañeros de trabajo, los habitantes de mi país y el mundo entero, viven, de hecho, en la única Mente como hijos de un mismo Padre, que nos ama a todos por igual. Me sentí unida al mundo infinito y eterno del Espíritu, donde sólo existe el bien.

Este iluminado modo de verme a mí y a los demás me trajo un gran gozo y deseos de vivir. Los problemas físicos desaparecieron, y las relaciones humanas mejoraron. Poco después conocí a quien fue mi esposo. Juntos compartimos el estimulante estudio de la Ciencia, pues sabíamos que ésta revela la fuente de la verdadera felicidad y el camino para el progreso infinito.

La percepción espiritual es la luz que sana, que ilumina todo nuestro ser y descubre la imagen divina. Esta luz espiritual revela la totalidad de Dios, y al hombre hecho a Su imagen. Nos muestra que el Espíritu es la única sustancia verdadera y que el universo y hombre verdaderos son ideas completas. Esto nos ayuda a desechar toda creencia errónea, como la soledad, la desesperación, la carencia y la enfermedad, porque sabemos que son irreales. La Sra. Eddy declara lo siguiente en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Corregid la creencia material por el entendimiento espiritual, y el Espíritu os formará de nuevo”.Ciencia y Salud, pág. 425.

Dios nos otorga a cada uno de nosotros la capacidad de pensar correctamente. Y cuando tomamos posesión de nuestro pensamiento y permitimos que se reflejen sólo los pensamientos de la única Mente, que es todo inteligencia y sabiduría, entonces gobernamos científicamente nuestro cuerpo y toda nuestra vida humana. Ciencia y Salud nos dice claramente: “La Mente tiene dominio sobre los sentidos corporales, y puede vencer la enfermedad, el pecado y la muerte. Ejerced pues esta autoridad dada por Dios”.Ibid., pág. 393.

La comprensión del Espíritu no se obtiene momentáneamente. El esfuerzo inteligente es necesario. Por medio de la oración sincera, paciencia e inspiración se logra el cambio de consciencia. La luz viene momento por momento, y si humildemente somos consecuentes en el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, la comprensión de lo que es Dios y el hombre se va desarrollando.

El expresar amor por nuestro prójimo es una forma de desarrollar nuestra comprensión. Recibimos inspiración divina si practicamos el Amor en nuestra vida diaria. Pablo expresó muy bien la cualidad del amor: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad”. 1 Cor. 13:4–6.

Constantemente nos redimimos al vivir esta cualidad. Y esto nos llena de la luz que sana.

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