En We Knew Mary Baker Eddy se relata que la Sra. Eddy preguntó una vez a sus alumnos cuál era la mejor forma para lograr la curación instantánea. Hubo muchas respuestas a esa pregunta, y cuando todos habían terminado, la Sra. Eddy declaró (pág. 134): “Les voy a decir la forma de hacerlo. ¡Es amar! Sólo vivan el amor — sean amor — amen, amen, amen. No conozcan nada sino el Amor. Sean todo amor. No hay nada más. Eso hará el trabajo. Sanará todo; levantará a los muertos. Sean nada más que amor”.
He tenido la ocasión de comprobar en mi propia experiencia este poder sanador del Amor en muchas ocasiones. El resultado ha sido curaciones de desorden estomacal, de severos calambres en las piernas y de sueño agitado, y la recuperación de objetos perdidos o robados, incluso un anillo de diamantes. Cuando me he vuelto hacia Dios, sabiendo que Él es Amor, que todo lo abarca, el único poder, y conscientemente he hecho el esfuerzo de ver este Amor expresado a mi alrededor, la curación ha llegado.
Una vez, durante la noche, me desperté sin poder respirar. Me sentía como si me estuviera sofocando. Luché duramente. Cuando me di cuenta de que no había nadie en derredor, fui repentinamente presa del miedo, pensando: “Oh, estoy sola. ¿Qué voy a hacer?” Entonces vino el pensamiento, “No, tú no estás sola”. Y me di cuenta de que esto era verdad. Recordé las palabras de Cristo Jesús en la Biblia (Mateo 28:20): “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Me sentí envuelta en la presencia del Cristo. La dificultad respiratoria cesó inmediatamente.
Apocalipsis 21 contiene una descripción de la ciudad que se halla establecida en cuadro. Ésta es la ciudad de Dios, y “no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (v. 27). Anteriormente, yo había estado estudiando este pasaje, orando para saber que ni el crimen ni la maldad pueden entrar en la ciudad de Dios, la ciudad en la cual yo verdaderamente vivo como Su imagen. La misma noche en que sané de la dificultad respiratoria, obtuve protección contra un ladrón. Al tratar de entrar en mi departamento, resbaló de una cornisa. El ruido despertó a algunos vecinos, y él huyó.
La gratitud trae curación y es una parte esencial de la genuina oración cristiana. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 2): “¿Estamos realmente agradecidos por el bien ya recibido? Entonces nos aprovecharemos de las bendiciones que tenemos, y esto nos capacitará para recibir más”. Esta cita vino una vez a mi memoria cuando sufría un severo dolor en todo el cuerpo. Debido a que el dolor parecía intolerable, encontraba que era difícil orar por mí misma, así que pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana.
En un momento dado, había transcurrido bastante tiempo sin que hubiera obtenido alivio del dolor. No podía sentarme ni acostarme con comodidad. En medio de la noche resolví acostarme como pudiera, para descansar un poco. Me volví de todo corazón a Dios y oré: “Dios, dejo todo en Tus manos”. Me sentí profundamente agradecida por todas las bendiciones que había recibido y supe que mi oración había sido respondida. En ese momento vislumbré la identidad espiritual del hombre, el hombre hecho a Su semejanza. A la mañana siguiente la curación era completa. Estaba completamente libre de dolor. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (Juan 6:63).
A través de la Ciencia Cristiana he aprendido a vencer un falso sentido de responsabilidad y la escasez, y he aprendido a confiar en Dios, sabiendo que el Principio — no la persona — gobierna. Realmente, la Ciencia abre las Escrituras a la humanidad, revelando la “perla preciosa”, el reino del cielo en la tierra.
Bombay, India
