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Venciendo enfermedades contagiosas

Del número de julio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Cómo combatimos enfermedades contagiosas? ¿Cómo protegemos a nuestras familias y a nuestros hijos contra esta clase agresiva de discordia? Para satisfacer estas exigencias hay ciertas verdades que es necesario comprender. Un hecho es que el contagio no es material, es decir, no surge por contacto material. La materia de por sí no tiene inteligencia ni poder para hacer u ocasionar condiciones corporales. El cuerpo es la expresión del pensamiento. Cualesquiera que sean las condiciones discordantes que se manifiesten en el cuerpo, son ocasionadas por temores y creencias falsas abrigadas por el individuo, o en el caso de un niño, por los temores de sus padres y las creencias generales que lo rodean.

Las creencias generales son aceptadas por la consciencia individual y pueden aparecer como contagio. La publicidad referente a las enfermedades tiende, con frecuencia, a aumentar su repetición. Lo que las acarrea es el temor. Y la manera eficaz de detener el contagio es destruyendo el temor. ¿Cómo lo logramos? La Ciencia Cristiana enseña que sólo mediante una comprensión de lo que es Dios, Su presencia, poder y amor, podemos destruir totalmente el temor.

No hay, en realidad, manera en que podamos vencer el temor excepto mediante la presencia del Amor divino. Podemos llegar a comprender la naturaleza del Amor como el Padre y Madre del hombre y saber que esta naturaleza es totalmente buena, que tiene todo el poder, que Dios jamás ocasiona la enfermedad ni la manda a Su creación. Podemos comprender que Dios ama a cada uno de Sus hijos, que cuida de ellos como un Padre, que Su gobierno es perfecto, y que no hay lugar para el temor o la incertidumbre. Podemos conocer a Dios como Vida infinita, el poder creador que sostiene a toda individualidad. Debido a que Dios es Todo-en-todo, no hay realidad en el mal, y esto incluye toda clase de enfermedad.

Mediante la oración activa, la afirmación de estas verdades y la negación del mal, podemos llegar a comprender la totalidad de Dios, el bien, y la nada del mal. Éste es el método científico de combatir el temor. Podemos llegar al punto en que sintamos la tranquila seguridad del gobierno de Dios, en el cual no hay enfermedad, pecado o muerte. Cristo Jesús vino a mostrarnos la manera de demostrar la presencia sanadora de Dios. Él venció toda clase de enfermedad mediante su claro conocimiento de Dios y la aplicación de la ley de Dios. Nos enseñó a defendernos y a vencer nuestros temores.

Para defender nuestra experiencia necesitamos aprender a defender nuestra conciencia contra las sugestiones agresivas de temor, enfermedad y contagio. Nuestra consciencia es la clave para esta experiencia. Y la Biblia tiene medios y métodos maravillosos que nos muestran cómo aplicar las sencillas verdades enunciadas en las enseñanzas de Jesús. Él nos enseñó a “velar y orar”, a velar nuestra manera de pensar, a mantener nuestro pensamiento cerca de Dios, lleno de Amor, limpio de maldad, envidia y odio. Nos dijo: “No temáis”. Indicó que nuestra manera de pensar era mucho más importante que cualquier atención que se diera a condiciones corporales. Sentía desprecio por el mal. Sin temor a la contaminación tocó al leproso y lo sanó.

La Sra. Eddy siguió los pasos de Jesús. Ella nos enseña que la enfermedad es una sugestión hipnótica y que no necesitamos someternos a ella o aceptarla como verdadera. Podemos rebelarnos contra esta creencia contagiosa y defender nuestra experiencia. Ella dice: “Poneos en guardia a la entrada del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseáis ver manifestadas en el cuerpo, os gobernaréis armoniosamente”.Ciencia y Salud, pág. 392.

Una de las principales ayudas al ponerse “en guardia a la entrada del pensamiento” es comprender que Dios es la Mente divina única y, por lo tanto, la única consciencia verdadera del hombre. Si Dios es la única Mente y Él es enteramente bueno, entonces no hay lugar para nada que sea contrario a esa naturaleza divina. No hay causa para el temor, el contagio, la preocupación y la ansiedad. En la consciencia divina no hay creencia en la enfermedad o ninguna llamada ley de contagio. Es la omnipresencia de Dios lo que destruye al temor. La Mente divina está constantemente afirmando su propia totalidad y esto se nos hace obvio. A medida que estamos conscientes de la presencia divina mediante nuestra oración, dejamos de sentirnos temerosos y esto detiene el contagio. Una vez que realmente dejamos de creer en las sugestiones de enfermedad no pueden aparecer en nuestra experiencia. El Salmista dijo: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”. Salmo 91:9–11.

El Científico Cristiano no pone en peligro a nadie por su método de vencer el contagio. Si la ley civil exige, de hecho, que toda la gente se vacune, el Científico Cristiano obedece esta ley. Pero no depende de tal procedimiento ni se somete a él a menos que legalmente se le exija. La vacuna médica es sólo el método de la mente humana de contrarrestar el temor. Para el Científico Cristiano este método no promete ningún resultado genuino; no elimina la propensión a la enfermedad y ciertamente no es un sustituto para la presencia y el poder de Dios. En momentos de necesidad, el estudiante fiel de Ciencia Cristiana aplicará diligentemente su propio método de inmunización contra la enfermedad apoyándose en la oración.

Hay otra fase de contagio que nuestra sociedad debiera encarar, el contagio de inmoralidad. Nuevamente, éste no es material sino mental. No se extiende tanto a través del temor como mediante el materialismo general de la sociedad, mediante un relajamiento de las normas morales, una creencia peligrosa de placer en la materia, un hedonismo penetrante. En cierta manera éste es mucho más peligroso que la enfermedad contagiosa. Quisiera socavar la fortaleza espiritual del individuo y pretender separarlo de Dios, privándolo, de esta manera, de su protección, habilidad y felicidad. Tiende a destruir la vida familiar. Es una creencia general aceptada por la consciencia individual. Pero mediante los métodos basados en la oración, ya mencionados, el individuo puede oponerse a tal presión y defenderse a sí mismo. Puede darse cuenta de que la presencia de Dios, comprendida, provee gracia a la mente humana, da fortaleza para resistir el mal y defender su libertad, alegría y salud. La integridad moral es un elemento esencial en el hogar, y es un elemento básico en el bienestar físico.

Ver claramente que el contagio no es material sino mental y que tiene que ser encarado mediante la oración, nos abre el camino para combatir al mal mediante vigorosas aplicaciones de las verdades de la Ciencia Cristiana. El Salmista dijo: “Escudo y adarga es su verdad”. V. 4. Tomamos este escudo cuando afirmamos el hecho de que sólo hay una Mente, un Dios, y que esta Mente jamás es sugestionada por las creencias de enfermedad y pecado. Vencemos el temor mediante una comprensión de lo que es Dios y un reconocimiento de Su presencia.

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