¿Cómo combatimos enfermedades contagiosas? ¿Cómo protegemos a nuestras familias y a nuestros hijos contra esta clase agresiva de discordia? Para satisfacer estas exigencias hay ciertas verdades que es necesario comprender. Un hecho es que el contagio no es material, es decir, no surge por contacto material. La materia de por sí no tiene inteligencia ni poder para hacer u ocasionar condiciones corporales. El cuerpo es la expresión del pensamiento. Cualesquiera que sean las condiciones discordantes que se manifiesten en el cuerpo, son ocasionadas por temores y creencias falsas abrigadas por el individuo, o en el caso de un niño, por los temores de sus padres y las creencias generales que lo rodean.
Las creencias generales son aceptadas por la consciencia individual y pueden aparecer como contagio. La publicidad referente a las enfermedades tiende, con frecuencia, a aumentar su repetición. Lo que las acarrea es el temor. Y la manera eficaz de detener el contagio es destruyendo el temor. ¿Cómo lo logramos? La Ciencia Cristiana enseña que sólo mediante una comprensión de lo que es Dios, Su presencia, poder y amor, podemos destruir totalmente el temor.
No hay, en realidad, manera en que podamos vencer el temor excepto mediante la presencia del Amor divino. Podemos llegar a comprender la naturaleza del Amor como el Padre y Madre del hombre y saber que esta naturaleza es totalmente buena, que tiene todo el poder, que Dios jamás ocasiona la enfermedad ni la manda a Su creación. Podemos comprender que Dios ama a cada uno de Sus hijos, que cuida de ellos como un Padre, que Su gobierno es perfecto, y que no hay lugar para el temor o la incertidumbre. Podemos conocer a Dios como Vida infinita, el poder creador que sostiene a toda individualidad. Debido a que Dios es Todo-en-todo, no hay realidad en el mal, y esto incluye toda clase de enfermedad.
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