Esta pregunta y otras similares — ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy?— se nos presentan a la mayoría de nosotros en alguna ocasión. Sugieren un anhelo insatisfecho de encontrar una roca sobre la cual edificar la vida, establecer la identidad, fijar la geografía de la consciencia.
Estas preguntas pueden ser también un intento de descubrir los orígenes de posibilidades limitadas, o trampas a lo largo del camino. Supongamos que una persona siente que ha heredado un cuerpo débil, dominado por la enfermedad, una mentalidad cargada de frustraciones y dudas, o una historia de pobreza y escasez que hace que estas limitaciones parezcan insuperables. Un versículo de la Biblia, que se encuentra en el libro de Isaías, nos da estas palabras de consuelo: “Mirad a mí, y sed salvos todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”. Isa. 45:22.
La Ciencia Cristiana, que está de acuerdo con la Biblia, ofrece una solución espiritual al desconcierto y estrépito de la creencia en muchas mentes, muchos cuerpos y muchas personalidades, que rivalizan entre sí por alcanzar lugar y posición. Al fundar la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy fue más allá del concepto donde un mortal trata de ayudar a los demás a ser buenos y a hacer el bien. Su deseo era elevar el pensamiento a la comprensión de que Dios es la única e ilimitada causa, y que el hombre es Su ilimitado efecto; una causa y efecto cuya función es distinta pero que son eternamente uno en el ser.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!