La importancia del buen humor y la risa me fue ilustrada cuando varios de mis compañeros y yo fuimos invitados durante la época de la Navidad a decorar los cristales de las ventanas de un centro de protección para niños abandonados. Éramos estudiantes de arte y esta oportunidad de alegrar a los niños fue aceptada con regocijo.
Se nos dijo que hiciéramos las decoraciones tan divertidas y coloridas como fuera posible, de modo que antes de pintar las figuras sobre el cristal presté cuidadosa atención, con la ayuda de la oración, a esta agradabilísima tarea. Afirmé que Dios es la fuente de toda felicidad y que por ser Su reflejo me era natural expresar gozo. Reconocí que cualidades tales como viveza, forma, color y contorno se derivan en realidad del Alma, y que las ideas apropiadas ya estaban espiritualmente representadas en la consciencia, la Mente divina. Confiando en que algo de este arte divino podía ser manifestado en diseños humorísticos, coloridos y atrayentes, me puse a pintar.
Cuando el trabajo estuvo terminado, era evidente que el humor en verdad se deriva de Dios. Hasta yo tuve que sonreírme al ver las cómicas figuritas, y daba mucha satisfacción ver la alegría y la risa que provocaban en los niños.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!