El Apóstol Pablo, en su epístola a los Gálatas, nos enseña que “la paciencia”, es un fruto del Espíritu. Ver Gál. 5:22. ¿Qué beneficios puede reportarle la paciencia a quien practica el cristianismo? Permítame contarle mi experiencia.
En un momento de mi vida sentí que debía dar a mi carrera una orientación diferente. Recurrí a Dios buscando una respuesta, y pronto sentí con creciente convicción que cierto tipo de trabajo evidenciaba Su plan para mí. Pero no me sentía tranquila para dar el paso inicial y me resistía a proceder en medio de esta turbulencia mental.
En mi oración diaria, recurría sinceramente a Dios, tratando de ver que Él era la única influencia posible en mi vida. Una y otra vez me esforcé por lograr que mi voluntad y preocupaciones cediesen a la voluntad de Dios y a Su cuidado para cada faceta de mi carrera, incluso mi empleo actual y mi trabajo futuro. Durante dos años esperé Su guía. (Es decir, esperé la señal del Cristo en mi corazón, y eso me permitiría finalmente saber, sin abrigar duda alguna, qué es lo que debía hacer y cuándo hacerlo.)
Un día, yo, al igual que Job, me atreví a razonar con Dios. “Dos años es mucho tiempo para esperar”, me quejé. “¿Por qué no tengo aún Tu respuesta, amado Padre?” De pronto, me vino al pensamiento una lección que había aprendido a través de una curación reciente, y luego recordé otras del año anterior. Instantáneamente se me presentó el concepto que necesitaba: Dios, Vida divina, había estado respondiéndome durante todo este tiempo. La Vida misma me había estado hablando y enseñando. Mi intuición original acerca del trabajo nuevo que yo deseaba emprender era la correcta, y la Vida había estado preparándome para hacerlo. El trabajo en que me había estado desempeñando hasta ese momento me brindó de pronto una oportunidad inesperada de progreso espiritual, de servicio al prójimo y la posibilidad de viajar.
Cristo Jesús ilustró, a través de su paciencia sublime y de sus demostraciones progresivas del poder espiritual, que la Vida divina nos prepara para el trabajo sagrado dándonos oportunidades diarias para nuestro desarrollo, oportunidades que son pasaderas para el sucesivo requerimiento divino. Aunque el paso siguiente en nuestro progreso hacia el Espíritu no sea plácido, cada circunstancia nos presenta precisamente los desafíos que nos hacen falta para promover nuestro desarrollo espiritual. La vida nos exige que trabajemos nuestra propia salvación a través del desarrollo y progreso individuales.
La Vida, que es también Amor divino, nunca deja sin respuesta nuestro deseo de conocer a Dios y Su voluntad. Él prepara nuestros corazones para oír Su mensaje. Algunas de las cualidades que yo debía cultivar eran la paciencia y la humildad necesarias para ser obediente a la dirección perfecta de Dios. La voluntad humana desea obedecer de un modo superficial la dirección de Dios, pero ¡de acuerdo con sus propias escalas de tiempo! La espera humana es muy diferente de la paciencia sagrada. La espera humana puede incluir apatía, o ansiedad basada en el temor a las equivocaciones, mientras que la paciencia sagrada incluye la serenidad nacida del conocimiento de que ya se ha hecho la voluntad de Dios. La paciencia sagrada incluye el conocimiento activo de que el hombre manifiesta en todo momento el plan de Dios. No hay otro plan. No hay errores en Su plan. Por lo tanto, no hay ninguna circunstancia que pueda separarnos de la exacta orientación de la Mente, de la coordinación armoniosa del Amor, o de la guía perfecta del Principio.
En un mensaje sobre la obediencia, la Sra. Eddy escribe a sus alumnos: “Dios es la fuente de luz, y cuando somos obedientes, Él ilumina nuestro sendero. Los desobedientes dan sus pasos antes de que Dios dé los Suyos, o los dan demasiado tarde y no pueden seguirlo. Estad seguros de que es Dios quien dirige vuestro camino; luego, apresuraos a seguirle bajo cualquier circunstancia”.Escritos Misceláneos, pág. 117.
¿Cómo actuar en una de esas situaciones en que las circunstancias nos obligan a tomar una decisión antes de sentirnos completamente tranquilos respecto a ella? Podemos comenzar por reconocer, tal como yo aprendí a hacerlo, que un impulso divino puede hacernos sentir humanamente incómodos; incluso a veces puede resultar molesto para otros. La paz que buscamos es una convicción interna de que el curso que hemos tomado está de acuerdo con el plan divino. Si después de haber orado, aún no estamos seguros, entonces, guiándonos por nuestros motivos más nobles y generosos, elegimos el camino que parece ofrecer al mundo el mejor servicio que podemos brindar. Podemos abrigar la calma y la confianza de que si al decisión resulta ser incorrecta, el Amor divino nos dará la oportunidad de dejarla sin efecto y de avanzar por el camino ahora ya despejado.
Si nuestro deseo de escuchar a Dios es sincero, y si somos sinceros en nuestro deseo de ser obedientes, nuestra habilidad para discernir el paso siguiente aumentará.
Cuando esperamos pacientemente el desenvolvimiento del plan sagrado de Dios, las circunstancias humanas se inclinan ante el dominio divino, y la vida terrenal comienza a manifestar la armonía celestial. Nada puede producirnos una satisfacción más profunda que el convertirnos en un representante a través del cual el mundo llega a conocer a Dios: Su plan, Su guía, Su grandiosa idea espiritual. Ésa debe ser la razón por la que Pablo instaba a los primeros cristianos a tener paciencia sagrada. Ésa es la razón por la cual es tan importante para los Científicos Cristianos de hoy en día esperar pacientemente el llamado inconfundible de Dios.
    