Muchas personas no tienen un claro sentido de lo que valen. Algunas hasta pueden pensar que sus vidas no tienen gran mérito, y que para sí mismas, para los demás o para la sociedad son de poca utilidad. Además, el sentirse inútil puede causar apatía, desesperación, odio, crimen, enfermedad.
La Ciencia Cristiana ofrece liberación de la esclavitud del concepto equivocado que pinta al individuo como inútil o carente de mérito. Todos los hijos de Dios son dignos de Su gracia, de Sus bendiciones y de Su bondad. Su Cristo revela el verdadero valer espiritual del hombre. A medida que reconocemos la relación inseparable que existe entre Dios y el hombre, nuestra vida llega a ser más productiva, fructífera, útil, una inspiración para los demás, y realmente satisfactoria.
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana proporcionan una perspectiva radicalmente nueva acerca del valer del hombre; una percepción de la verdadera sustancia, la cual no puede adquirirse por medio de teorías humanas, filosofía, sistemas sicológicos o enfoques biológicos. La Ciencia Cristiana da a conocer el valer eterno del hombre, la herencia que participa de la naturaleza del Cristo, herencia que es el privilegio y el don de la filiación divina. Aun cuando esta declaración pueda parecer contraria a las evidencias materiales que nos rodean, el poder de la Verdad divina genuinamente eleva y transforma nuestra vida a medida que los hechos verdaderos del ser se reconocen y entienden. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “La Ciencia invierte el falso testimonio de los sentidos físicos, y por esa inversión los mortales llegan a conocer los hechos fundamentales del ser”.Ciencia y Salud, pág. 120. Estas verdades básicas acerca de la realidad establecen un fundamento sólido para demostrar nuestro verdadero valer. Son una roca sobre la cual construir una vida de esperanza y de servicio a Dios. Algunas de las verdades centrales para la demostración de lo que realmente valemos, pueden incluir lo siguiente:
• Dios es nuestro Padre divino, nuestro Padre-Madre; el hombre es la gloriosa creación de Dios. Y el hombre manifiesta la pureza, belleza, alegría, santidad inestimables, por ser la expresión misma y completa del Alma divina.
• Dios es Mente, Espíritu; el hombre es una idea espiritual. Cada idea es preciosa para la Mente divina que crea, forma y mantiene su propia manifestación. El valer del hombre como idea infinita y perfecta es inmensurable y nunca puede desvalorarse.
• Ni una sola idea de la Mente es prescindible, insignificante o ignorada. Si esto fuera posible, la creación sería defectuosa, caprichosa, incompleta, imperfecta. Tal clase de existencia sería anómala, contradictoria en el reino de Dios, el Principio divino, donde cada idea, cada individualidad, tiene su propósito y lugar únicos en el orden divino.
El hombre — el testigo de la naturaleza misma de Dios — tiene un mérito especial que nunca puede ser completamente medido en términos humanos. Cristo Jesús nos dejó el perfecto ejemplo que nos muestra cómo podemos llegar a ser tales testigos. Al vencer aun las más perturbadoras formas de enfermedad y de pecado, Jesús nos demostró que cada uno es verdaderamente digno de amor y compasión, de respeto y dignidad; digno de ser sanado y redimido; digno de vivir libre e íntegramente.
Hoy en día la Ciencia Cristiana está demostrando que todos tienen los mismos derechos: el derecho de estar conscientes de nuestro verdadero valer. Cierto hombre que en su adolescencia se quedó solo y tuvo que hacerse responsable de sus propios actos, se descarrió de su camino. Se hizo adicto a los narcóticos y al alcohol. Más tarde, relatando su historia, dijo que a pesar de andar en compañía de gente de malos hábitos, su esclavitud no fue por culpa de ellos. Al parecer, nunca realmente se sintió digno de sí mismo, ni pensaba que su vida valiera gran cosa o que tuviera algún potencial. Comentando sobre su experiencia dijo: “No quisiera culpar de esto a las malas compañías. Pienso que se debió más bien a que siempre estaba interiormente insatisfecho”.
Después de once años de desesperación y tormentos a causa de las drogas, conoció la Ciencia Cristiana. A medida que leía Ciencia y Salud, su manera de pensar comenzó a cambiar. Dijo: “Esto significó para mí la apertura de un nuevo mundo. Gradualmente fui captando algunas vislumbres del verdadero significado de Dios y del hombre... continué leyendo, aunque el progreso era muy lento y doloroso, retrocedí y resbalé muchísimas veces”.
Entonces acudió a un practicista de la Ciencia Cristiana para que lo ayudara por medio de la oración. Empezó a reconocer la necesidad de una completa reforma. Pero a pesar de que hacía algunos trabajos temporarimente y había comenzado a asistir a los cultos de la iglesia, todavía tenía dudas sobre su valer y habilidad. “Al principio”, dijo, “no tenía confianza en mi habilidad para hacer nada constructivo con mi vida. Pero a medida que me fui viendo a mí mismo en mi verdadera identidad, como el hijo perfecto de Dios, el camino al dominio comenzó a abrirse...”
Cuando la curación fue completa, el hábito esclavizante terminó, y el deseo por las drogas fue destruido. Su vida y su sentido de valer fueron entonces restaurados. Consiguió un empleo útil y se dedicó a servir a Dios activamente como miembro de una iglesia filial de la Ciencia Cristiana.Un Siglo de Curación por la Ciencia Cristiana (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1966), págs. 174–176.
Una alegría permanente, una satisfacción muy nítida, llega a nuestra vida cuando empezamos a demostrar, mediante la curación y la regeneración, lo que realmente es el hombre como hijo de Dios. Somos elevados, transformados; y nuevas perspectivas de la vida se abren ante nuestro sentido espiritual. La Sra. Eddy en cierta oportunidad compartió estas palabras con los miembros de La Primera Iglesia de Cristo, Científico: “La felicidad consiste en ser bueno y hacer el bien; sólo lo que Dios da, y lo que nos damos a nosotros mismos y a los demás mediante Su tenencia, confiere felicidad: el estar conscientes de lo que valemos satisface al corazón hambriento, y nada más puede hacerlo”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 17. El saber lo que realmente somos como reflejo del Amor divino nos alimenta día a día. Así nos vamos fortaleciendo para llevar a cabo nuestra salvación, y poder compartir con otros el pan de la Verdad que eleva y sostiene la existencia.
Un versículo de la Biblia que se lee todos los domingos en los cultos de las iglesias de la Ciencia Cristiana imparte un sentido de la rica herencia del hombre: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. 1 Juan 3:1. Como heredero de Dios, piense, ¡cuánto vale usted en este mismo momento!
