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La Navidad, el Cristo y la evolución

Del número de diciembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Navidad llega a nuestros corazones, cualesquiera que sean las circunstancias humanas. Aun sin regalos, sin familia, sin las tradiciones del árbol, velas o villancicos, el espíritu de Navidad invade nuestros corazones. Es una de las experiencias más poderosas y perdurables. “¡Bendita eres, Navidad!” escribe la Sra. Eddy, “Tu luz nació donde jamás podrá triunfar la tempestad”.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 23.

A muchas personas les es difícil expresar exactamente lo que es el espíritu de la Navidad, pero saben que el algo sagrado. Es cierto sentido de la presencia tangible de la bondad y la realidad del amor, quizás un sentir de la humanidad que, unida, mira hacia lo alto para reconocer, aunque sea brevemente, un significado espiritual luminoso y elevado.

Hoy en día cada vez más esta esperanza y pensamiento elevado son considerados infantiles por las ciencias naturales. La teoría de la evolución, con las ciencias modernas que la acompañan, tales como la genética, la biología molecular y sociobiología, argumentan agresivamente que la humanidad ha madurado hasta el punto de renunciar a los conceptos religiosos “primitivos”. La humanidad debe darse cuenta, dice el argumento, que no existe Mente o Dios fuera de la materia que de algún modo ha ido evolucionando ciegamente a la mente. De hecho, sigue la conclusión, la gente debe aprender a desconfiar de su propio amor, de los valores morales, de las percepciones de belleza, y considerarlas simplemente como funcionamientos genéticos de la materia, que son útiles para su propósito de largo alcance. Sólo medio humorísticamente algunos científicos en ciencias naturales dicen con ironía que: “Una persona es solamente la manera en que un gene produce otro gene”. Como se cita en Melvin Konner, The Tangled Wing: Biological Constraints on the Human Spirit (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1982), pág. 265.

Ciertamente todo esto quisiera imponer una era de oscurantismo mental sin precedentes en la humanidad, enfriando el idealismo de siglos de civilización. Es la antítesis del espíritu de Navidad. Pero la estrella de Belén continúa firmemente guiando a los hombres fuera de esta oscuridad, fuera del materialismo agresivo de hoy en día, tan ciertamente como antaño.

La Ciencia del Cristo, descubierta por la Sra. Eddy, tan concretamente como un astrofísico descubre los fenómenos estelares, responde a la gran necesidad de esta era. Y llega al punto mismo en la historia humana, donde la religión popular basada en parte en la materia y en parte en el Espíritu está decisivamente perdiendo la batalla con el materialismo científico.

Cristo Jesús dijo a sus seguidores: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos”. Mateo 23:9. Siglos antes de la teoría de la evolución, él dio la regla que liberó a los hombres de la errónea creencia de que pertenecían a la materia y no a Dios.

La Ciencia Cristiana, de acuerdo con la Sra. Eddy, su Descubridora y Fundadora, exige el mismo sacrificio de sí mismo que hizo Jesús. Esto requiere reconocer que Dios es el Padre omnipresente, sabiendo que Él es todo lo que debe ser para ser Dios: la única Vida, Mente, sustancia o Principio del universo. Esto requiere una disciplina exacta en la manera de pensar y de vivir, no sobre la base de los sentidos o la supuesta identidad en la materia, sino sometiéndose a la idea de que el hombre es el hijo o expresión de Dios. El resultado es abrir las puertas del pensamiento a un universo nuevo, donde las leyes de Dios se evidencian como leyes de curación y no de destrucción, de vida y no de muerte. Estas leyes, que gradualmente comprendemos, constituyen la verdadera Ciencia del ser.

Hoy en día la biología dice que muchas características humanas se pueden deducir de los génes que pasan de padres a hijos. De hecho, se dice que muchas enfermedades son el resultado de propensiones heredadas. Pero tales enfermedades, así como otras, son sanadas mediante la Ciencia Cristiana. Esto destruye todo el concepto de que la vida se origina y desarrolla en la materia, y señala la necesidad de una explicación mucho más básica.

La Ciencia del Cristo da la explicación. Demuestra que el amplio proceso evolutivo, así como la función genética específica y la enfermedad misma, están incluidos dentro de la básica suposición hipnótica de que hay vida en la materia, es decir, la mente mortal. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy describe cómo opera esto: “La mente mortal humana, por una perversión inevitable, hace que todas las cosas partan desde el pensamiento mortal más bajo en lugar del más elevado. Lo contrario es el caso con todas las formaciones de la inmortal Mente divina. Ellas proceden de la fuente divina; y por eso, al investigar su origen, ascendemos constantemente en existencia infinita”.Ciencia y Salud, pág. 189.

De modo que al elegir el comienzo correcto, es decir, empezando por Dios vemos las cosas de manera muy diferente, obtenemos una dirección elevada y cierto sentido de las posibilidades ilimitadas del hombre. Comenzamos con Cristo en vez de comenzar con la evolución. Literalmente obedecemos el mandato de Jesús de no llamar a nadie en la tierra nuestro padre. Y a medida que obedecemos, descubrimos más aptitudes de las que podrían expresarse según la herencia, y obtenemos la curación mas allá de cualquier condición inherente en el cuerpo material.

Lo más maravilloso, quizás, es reconocer que la Navidad, lejos de ser una falso esperanza infantil, es la respuesta científica exacta del hombre a la verdad de su ser. Nos sentimos así acerca de la Navidad y de su profundo mensaje espiritual porque nos dice con exactitud lo que realmente somos.

No somos mortales ignorantes perdidos en el oscuro molde de la materia. Somos los seguidores de la luz, y aún más, somos los hijos mismos de la luz. Somos la expresión del Espíritu, la Mente, la consciente y completamente buena inteligencia y creador.

La Navidad, por lo tanto, sólo puede continuar profundizando eternamente su significado en nuestra vida. Ciencia y Salud promete lo siguiente: “A medida que se descubra que una base de vida material y teórica es un concepto erróneo acerca de la existencia, el Principio espiritual y divino del hombre alboreará en el pensamiento humano y lo guiará a ‘donde estaba el niño’ — al nacimiento de una idea antigua y nueva a la vez, al sentido espiritual del ser y de lo que la Vida incluye”.Ibid., pág. 191.

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