Hace varios años me encontraba en lo que parecía ser un callejón sin salida en mi trabajo. No solamente me encontraba insatisfecha, sino que no estaba haciendo uso de toda la capacidad intelectual que yo sabía que podía ofrecer a mi patrono. Deseaba asistir a la escuela de graduados, pero el camino parecía obstruido porque no tenía suficiente dinero. Así que en julio, antes del comienzo del nuevo curso escolar, me encontraba sin poder ir a la escuela de graduados y encarando otro año en el mismo trabajo.
Al principio parecía que nada iba a suceder. Yo oraba cada mañana para ver más claramente que mi verdadero empleo era reflejar a Dios. Reafirmaba esta verdad espiritual varias veces durante el día y trataba realmente de expresar más esas cualidades divinas todo el tiempo, pero nada parecía cambiar.
Un día mientras almorzaba, me invadió una sensación de desesperación, abrumándome de tal manera que comencé a llorar. Al correr las lágrimas declaré vehementemente mi unidad con Dios y mi ferviente deseo de demostrar mi amor por Él sirviendo a mis semejantes en cualquier forma que se me presentar ses mismo día. Más tarde en el día recibí una llamada telefónica de una amiga que trabajaba en una universidad cercana. Me habló de un trabajo en la universidad para el que yo estaba bien preparada. Había disponible matrícula gratuita para los empleados universitarios. Solicité el empleo y lo obtuve. Como el empleo era en el mismo departamento en que yo deseaba cursar estudios posgraduados, me fue posible ir más allá de los límites del trabajo para el que fui empleada y hacer investigaciones para un importante estudio del departamento.
Desde que terminé mis estudios en la escuela de graduados he encontrado innumerables retos en mi carrera. Sin embargo, encuentro que a medida que veo más claramente que mi verdadero trabajo es expresar a Dios, en cada momento y en cada oportunidad que se me presente cada día, encuentro mayor gozo, armonía y satisfacción en el cumplimiento de mi trabajo.
Tuve otra curación en mi vida hace varios años en que aprendí una importante lección acerca del temor. He encontrado esta lección de mucha utilidad al enfrentarme con problemas subsecuentes. Una pequeña protuberancia apareció en uno de mis pechos. Esta condición era dolorosa, y me hizo sentir gran temor. Oré con las verdades de la Ciencia Cristiana para vencerla por cerca de un año y medio. Durante este tiempo sentí menos dolor y experimenté una elevación espiritual. Me esforcé en demostrar cada vez más el genuino amor de Dios, expresando más paciencia, consideración, apoyo, y demás. También busqué obtener una mejor comprensión de mi real condición como mujer. Vi que así como Cristo Jesús expresó a la vez compasión y autoridad, gentileza y fuerza, yo podía expresar equilibradamente las cualidades masculinas y femeninas. Percibiendo la naturaleza absoluta y espiritual de la compleción de Dios, empecé a dar mayor valor a la verdadera mujer, y con alegría expresé esas cualidades de mujer en mi vida diaria.
El reflexionar sobre estas verdades y vivirlas, trajo la liberación del dolor. Sin embargo, el crecimiento aún estaba presente. Determiné no mirar más la evidencia. Después que pasaron varios meses, una mañana me desperté con la muy familiar sensación de dolor. Mi primer pensamiento fue: “¡Oh no, esto otra vez!” El temor sobrecogió nuevamente mi pensamiento. Después de unos momentos, súbitamente me dí cuenta de que el dolor aumentaba en la proporción en que mi temor iba en aumento. Esto rompió el mesmerismo. El dolor desapareció por completo, y sentí una sensación de paz y calma. Percibí que la curación había sido completa.
Algún tiempo después, noté que el crecimiento había desaparecido. Yo había obtenido mi libertad espiritual, y la evidencia del crecimiento material había desaparecido.
Nueva York, Nueva York, E.U.A.
