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Cómo ser libres

Del número de septiembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quizás no estemos entre rejas, pero muchos de nosotros sabemos lo que es estar en prisión. La prisión puede ser un cuerpo enfermo, una relación humana infeliz, un pecado que esclaviza o circunstancias que creemos no poder gobernar. Algunos de los que estén leyendo esto puede que estén literalmente en una prisión de ladrillos y argamasa por haber cometido un crimen.

Cualquiera que sea la situación, no hay prisión alguna que pueda encerrar la consciencia espiritual de nadie. Siempre hay una salida, aunque a veces el sendero parezca largo y difícil. Y ésta es siempre una libertad que se obtiene dentro de sí mismos, mediante la acción del Cristo sanador, siempre presente, la Verdad.

Sí, a pesar de las apariencias de las circunstancias, la verdadera libertad viene de dentro de nosotros mismos a través de la regeneración espiritual, colocando nuestro pensamiento y conducta sobre una base moral y espiritual.

¿Cómo lograr esto? Mediante el estudio y la aplicación de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) aprendemos acerca de la naturaleza de Dios, el Amor divino, y descubrimos nuestra verdadera naturaleza como reflejo de Dios. Tal reeducación espiritual nos ayuda a conocer lo que realmente nos pertenece como idea de Dios. Esto nos da el poder para expresar más de las cualidades espirituales de Dios, tales como la integridad, el amor y el bienestar.

Al mismo tiempo, la naturaleza de la así llamada mente mortal y materia — todo lo desemejante a Dios, el bien — se reconoce y rechaza porque no le pertenece al hombre de Dios. Aceptar y demostrar la verdadera individualidad nos permite rechazar el sentido material y falso de identidad que pretende restringirnos a todos. Esta regeneración espiritual es el cambio dentro de nosotros mismos que nos conduce hacia la libertad exterior.

La enfermedad, el pecado y todas las otras discordias limitativas se someten ante la ley de Dios. Cuando esta ley gobierna suficientemente nuestro pensamiento y nuestra vida, la consciencia individual refleja más estrechamente el gobierno de Dios, la Mente divina. Estos cambios espiritualmente impulsados mejoran las relaciones humanas por medio del poder del Cristo, trayendo armonía y felicidad a nuestro alrededor, eliminando toda clase de limitaciones de nuestra experiencia. Las personas que estén entre rejas percibirán que la Ciencia Cristiana les ayuda a cultivar el carácter necesario para llegar a ser honrados, tener una buena moral y ser útiles.

El cambio del punto de vista material al espiritual revela al hombre real — nuestro verdadero yo — libre de tristes impedimentos de la vida humana. En la media en que reconozcamos nuestra verdadera existencia como reflejo de Dios, negaremos y superaremos la falsedad de que la mente mortal y la materia constituyen la realidad de nuestro ser. De esta manera logramos escapar de la “prisión” y obtenemos la curación.

Cada caso de curación espiritual, cada caso en que nos liberamos de la “prisión”, ocurre cuando se reconstruye la consciencia humana con cualidades espirituales del ser, por medio del poder regenerador del Cristo. El gozo, el amor desinteresado, la fidelidad, la pureza — tales motivaciones espirituales — reflejan el poder de Dios, el cual destruye la creencia de que somos mortales frustrados, faltos de salud, o pecadores. Cuando el cambio en lo íntimo de nuestro corazón es lo suficientemente concienzudo, el camino se abre, y la salud, felicidad y satisfacción aumentan.

La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, nos dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La Ciencia Cristiana explica que toda causa y todo efecto son mentales, no físicos. Levanta del Alma y del cuerpo el velo de misterio. Muestra la relación científica del hombre con Dios, desenreda las ambigüedades entrelazadas de la existencia y libera al pensamiento aprisionado”.Ciencia y Salud, pág. 114.

Es tentador pensar que si sólo algunas personas cambiaran o si las circunstancias mejoraran, todo sería mejor. Pero la tendencia a creer que la curación tiene que venir de afuera en lugar de dentro de nosotros mismos es puro mesmerismo, basado en la presunción falsa e hipnótica de que el hombre mortal y el mundo material son reales. Mantener esta creencia errónea trae inevitablemente frustración y decepción. Mientras creamos que hay “allá afuera” muchas mentes que necesitan corregirse, no estaremos progresando.

En realidad no tenemos una mente propia que esté consciente de la discordia, la desesperación, la enfermedad o de la mala acción. Por tanto, la Mente es una y es Dios. Individualmente, el hombre es la idea de Dios. De manera que la Mente del hombre es una y es Dios, y cuanto más testifique el pensamiento humano esta verdad, más experimentará salud, felicidad y libertad verdaderas.

Corresponde a cada uno de nosotros expresar más a Dios y nuestra verdadera individualidad como Su semejanza. Para demostrar nuestro ser verdadero se necesita orar de todo corazón, tener disciplina constante y perseverancia. De esta manera nos liberamos de la llamada ley de la mente mortal, de sus limitaciones, injusticias e imposiciones. Ciencia y Salud nos dice: “Las creencias inarmónicas que roban a la Mente, llamándola materia, y que deifican sus propias nociones se aprisionan dentro de lo que ellas mismas crean”.Ibid., pág. 251.

La Vida, Dios, es el ser verdadero, y el entendimiento espiritual de este hecho destruye la creencia en el hipotético opuesto de que la vida está en la materia y es de la materia. Lo único que puede pretender apresarnos es darle realidad a lo irreal. Para escapar de esta falsa prisión, necesitamos despertar del sueño de la vida material, a la Vida que es Espíritu. Muchísimas personas han probado que cuando la consciencia se impregna del reflejo del conocimiento y gobierno propios de la Mente divina, la pesadilla de la vida en la materia se disipa y se evidencia cada vez más el universo de amor de Dios.

Los llamados placeres de la materia nos hacen aferrar a la experiencia humana como si fuera real y ser dominados por ella, mientras que el dolor nos incita a alejarnos de la materia hacia el Espíritu. Los placeres, más que los dolores, son perjudiciales y aprisionadores. Hasta que ocurra un cambio completo y deseemos saber acerca de Dios, expresar verdadera individualidad y abandonar la falsa personalidad, no estaremos dispuestos a buscar la Verdad y la Vida, a experimentar un goce anticipado del bien y obtener la libertad. Ciencia y Salud lo explica así: “Los dolores de los sentidos son saludables, si desarraigan las falsas creencias placenteras y trasplantan los afectos llevándolos de los sentidos al Alma, donde las creaciones de Dios son buenas y ‘alegran el corazón’ ”.Ibid., págs. 265-266.

Mediante la verdad de la Ciencia Cristiana, el Cristo sanador anula — por medio del arrepentimiento y la reforma — todo castigo impuesto por la llamada mente mortal. Este Cristo sanador, que Jesús ejemplificó, está al alcance de todos. En la creación espiritual de Dios no hay tales cosas como una sentencia perpetua de muerte o cualquier otro tipo de sentencia. Solamente se escucha el veredicto de libertad espiritual en la corte del Espíritu y la única condición del hombre verdadero es la inocencia.

La naturaleza misma de las ideas espirituales es manifestar a Dios, la Mente que concibe las ideas y las apoya. No hay nada en la consciencia verdadera que pueda aprisionarnos. Esta verdad — si se mantiene y se vive — destruye finalmente todo vestigio del pensamiento mortal y sus reacciones destructivas.

Expresar al Cristo — viviendo en reconocimiento de la totalidad de Dios — vence el pensamiento carnal y borra su nociva influencia en nuestra vida. El Cristo, la Verdad, nos libera de las leyes de la mente mortal y nos hace conscientes de la libertad, la salud y el logro constructivo. Como dice el Apóstol Pablo: “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios... No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo.. . antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios... en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra... como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. 2 Cor. 6:1, 1,3,4,6,7, 10.

No existe enfermedad física, pecado que esclavice, o circunstancia irremediable que pueda oponerse a la ley del Amor que libera. Cuando estamos acosados por las tentaciones engañosas de la mente mortal y la materia, que dicen que podemos estar aprisionados, una conciencia animada nos permite ser buenos y hacer el bien; armonizar el pensamiento con el sentido espiritual del ser.

Cada uno de nosotros puede entender y sentir nuestro ser verdadero a tal punto que los errores de la creencia no tienen lugar para alojarse. Desaparecen de la mente que está espiritualizada, sin dejar efectos malos. La persona que sabe que la salvación proviene de dentro de nosotros mismos — mediante la espiritualización del pensamiento que nos da el poder del Cristo — llega a estar más consciente de su herencia de libertad como hijo de Dios.


... el Señor es el Espíritu;
y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

2 Corintios 3:17

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