Me siento impulsado a escribir este testimonio a fin de demostrar que la verdad, según se explica en el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, sana casos serios de afición a las drogas, así como enfermedades del corazón.
Cuando era joven cometí graves errores, por lo que me mandaron a la prisión, donde estuve expuesto a otros malos hábitos. Después de ser puesto en libertad, los vendedores de drogas me iniciaron en el uso de la heroína y cómo adquirirla. Para esa época me parecía que a nadie le interesaba lo que me sucediera. Así que, con el paso de los años, me fui hundiendo en el vicio. Nuevamente me arrestaron. Acusado de poseer heroína, una droga a la que ya hacía más de veinte años que era adicto, me detuvieron en la cárcel del Condado de Los Ángeles [California] en espera del juicio. Me sentía físicamente enfermo, resentido, desanimado y deprimido.
Un trabajador de los comités institucionales me inició en la Ciencia Cristiana. Vino a mi celda un día y me preguntó si deseaba asistir a los cultos de la Ciencia Cristiana. Acepté y asistí a los cultos. En uno de estos cultos, un ujier me ofreció un ejemplar de Ciencia y Salud. Leí este libro desde el comienzo hasta el fin varias veces y asistí a los cultos todas las semanas.
Pronto me di cuenta de que necesitaba ayuda para sobreponerme al vicio de las drogas, y pedí que me enviaran a un centro de rehabilitación para adictos a drogas. Mi caso fue juzgado por una consciente y comprensiva juez, quien accedió a mi petición. Supe que Dios estaba gobernando la situación cuando la juez dijo: “James, te voy a enviar a un centro de rehabilitación donde debiste ser enviado hace varios años, pero depende de ti el que permanezcas en el mismo”. A mi llegada al centro me tomaron rayos X, y me dijeron que el flujo de sangre al corazón era insuficiente. Me transfirieron a la penitenciaría de San Quintín, en California, para someterme a tratamiento médico, y fui puesto bajo protección. Rehusé usar medicamentos y pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana, a quien había conocido cuando estaba en la cárcel. Él prometió orar por mí si yo estudiaba la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana todos los días. Me pidió también que prestara atención especial a los Salmos 23 y 41. Confié en Dios con todo mi corazón, y estudié otros pasajes en Ciencia y Salud.
Pasaron diecisiete meses. Pedí ser transferido fuera de San Quintín, pero la sección médica se negó a darme de alta. Aparentemente había una disposición médica que me retenía allí. Tuve oportunidad de hablar con el médico principal de esa institución. Él me dijo: “Si había una disposición médica que lo retenía aquí, ya no aplica, porque usted no ha recibido ningún medicamento y se ha hecho estudiante de la Ciencia Cristiana”. Dijo también: “Sea lo que sea que la Ciencia Cristiana esté haciendo por usted, siga adelante”.
Una vez más fui transferido a uno de los centros de rehabilitación del estado. Dondequiera que me enviaron, encontré a Dios y la Ciencia divina, y a un practicista de la Ciencia Cristiana esperándome con los brazos abiertos.
Cuando parecía que el tiempo se hacía muy largo y me amenazaba el desaliento, recurría al capítulo “Los frutos de la Ciencia Cristiana” en Ciencia y Salud, donde leí acerca de curaciones que se efectuaron con sólo leer el libro de texto. Así que la Biblia y Ciencia y Salud se convirtieron en mis inseparables compañeros. Con frecuencia ponderaba el Padre Nuestro con su interpretación espiritual, que se encuentra en las páginas 16 y 17 del libro de texto.
Un día, mientras leía Ciencia y Salud, me impresionaron estas palabras (pág. 26): “La Verdad, la Vida y el Amor divinos le daban a Jesús autoridad sobre el pecado, la enfermedad y la muerte”. Entonces recordé lo que la Ciencia Cristiana enseña: que Dios nos libra a nosotros del pecado, la enfermedad y la muerte. Todo empezó a aclararse. Por primera vez en mi vida vi que el mal, se llame lo que se llame, no tiene poder, porque hay un solo poder: Dios. Y Dios, el bien, siempre está gobernando. Allí mismo y en ese momento, la experiencia de la prisión, el hábito de la heroína, la enfermedad del corazón y los demás problemas comenzaron a desvanecerse de mi consciencia. No sufrí más debilidad ni dolor, ni tuve deseos de usar heroína de nuevo. Poco después salí en libertad bajo palabra del centro de rehabilitación. De esto hace ya más de nueve años. Estoy agradecido de decir que sané del problema del corazón, así como de tomar drogas. No he vuelto a sufrir del problema del corazón, y he estado completamente libre hasta de pensar en usar heroína y de las malas compañías.
Continué asistiendo a una iglesia filial y en 1974 me hice miembro de La Iglesia Madre. A esto siguió mi afiliación a una iglesia filial y después tomé instrucción en clase de la Ciencia Cristiana.
Simples palabras no pueden expresar cuán feliz me siento de ser un estudiante de la Ciencia Cristiana. Ni puedo expresar mi gratitud por la ayuda recibida del capellán de la Ciencia Cristiana y de los trabajadores institucionales. Deseo expresar también mi gratitud a los dos practicistas que incansablemente me ayudaron en diferentes ocasiones hasta que pudiera permanecer firme en la verdad tal como es presentada en Ciencia y Salud. Si doy la impresión de estar repitiendo lo mismo, es porque no puedo dejar de decir frecuentemente cuán agradecido estoy por nuestro maravilloso libro de texto y por su autora, la Sra. Eddy, pues este libro es lo que me hizo saber que la curación es posible.
Hollywood, California, E.U.A.