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Poniendo en práctica la inteligencia que termina con la limitación

Del número de septiembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los humanos tienden a sentirse limitados. Con frecuencia no se tiene suficiente salud, inteligencia, provisión, belleza, gozo, paz y logros en nuestra vida, eso pensamos. Suponemos que la culpa de esa limitación se debe a la edad, la ignorancia, la herencia, un falso concepto del yo, las acciones de los demás, o a cualquier número de circunstancias materiales. ¿Qué podemos hacer en cuanto a la frustración de la limitación?

En la Ciencia Cristiana la limitación es vencida individual y colectivamente mediante la comprensión y la práctica de la presencia de la Mente divina, la inteligencia infinita, Dios, quien no sabe de limitación y provee todo el bien. Veamos cómo esta verdad metafísica puede ayudarnos.

La Biblia abunda en incidentes de fieles que vencieron crueles limitaciones y obtuvieron un gozo más profundo aquí en la tierra. Recordemos los pocos panes y peces que fueron multiplicados para alimentar a miles de personas, como también la liberación de Daniel del foso de los leones, la salvación de Pablo de la víbora venenosa, y, por supuesto, la resurrección y ascensión de Cristo Jesús.

Un hecho parece evidente. Una inteligencia estaba en operación en estos incidentes que apenas si podría llamarse humana. La intervención de una inteligencia superior, la mano del Señor, es obvia. San Pablo la llamaría el funcionamiento de “la mente de Cristo”, 1 Cor. 2:16. y los Científicos Cristianos la llamarían la operación de la “Mente divina”, un término que la Sra. Eddy encontró denotado en la Biblia, significando la inteligencia infinita, Dios, que crea buenos al hombre y al universo, y los mantiene en abundancia.

Una conclusión obvia es que la inteligencia divina, practicada en los tiempos bíblicos, todavía está disponible para nosotros hoy en día porque Dios no se ha ido. Hablamos del poder de la Mente que no se origina en vibraciones del cerebro, ni en los impulsos electroquímicos del cerebro, ni en la sensación de los nervios, ni en células de la materia, ni en la acción atómica. Es decir, una fuerza inteligente y espiritual fuera de la carne, que viene a la creencia carnal a destruir el mal encarnado, el error que limita al bien.

Esta inteligencia divina es lo suficientemente poderosa para despejar las piedras que impiden una vida abundante. Tal vez la piedra más grande que se interpone en nuestro camino es la falsa creencia de que la mente única, que nos está disponible para resolver los problemas, es una consciencia hipotética que empieza en la materia. Abandonemos esta antigua mente, moremos en la Mente de Cristo, y las pesadas cargas de la materialidad empezarán a derrumbarse.

La consciencia materializada, la percepción de la mente mortal de las cosas, aplasta (en creencia solamente) el destino divino de bien que Dios tiene preparado para el hombre. Por ejemplo, supongamos que un niño está dando vueltas en la cama, inquieto porque tiene una pesadilla en la que trata de escapar frenéticamente de cocodrilos feroces. Si usted quisiera ayudar al niño a escaparse, ¿qué haría? ¿Decirle que corra más de prisa? No, usted lo despertaría; y una vez libre del estado de creencia en la pesadilla, el niño vería que esos cocodrilos eran simplemente construcciones de un falso estado de la mente, una mentira. Sin duda el niño estaría agradecido de que el sueño se ha ido.

Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, demostró que es posible aquí en la tierra liberarse del aprisionamiento y de la falsa percepción del ser de la mente mortal. El Maestro esperaba que siguiéramos su ejemplo, y sus palabras hablan a través de las épocas: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. El Metafísico por excelencia esperaba que sus seguidores expresaran esa clarísima consciencia espiritual de realidad, la cual, como reflejo de la Mente, comprende el ser perfecto como el Padre, la Mente divina, lo comprende.

En breve, puesto que el Hijo es como el Padre, nuestra identidad consciente se origina, no en ondas del cerebro con sus percepciones limitadas y de pesadilla, sino en la Mente, Dios. Por tanto, cuando resolvemos problemas de limitación, tenemos el derecho, divinamente otorgado, de saber lo que necesitamos saber, cuando necesitamos saberlo. Debido a que la Mente perfecta está siempre presente con nosotros, todas las cosas son posibles, incluso el triunfo sobre la limitación.

Aun un solo momento en oración de unidad con la Mente, la Verdad divina, despierta a los humanos a un estado espiritual de consciencia que los capacita para curar lo que parece ser (en creencia solamente) casos graves de enfermedad y de pecado. Nuestro reconocimiento basado en la oración, de que la Mente infinita no sabe de limitación, que el hombre está en unión perfecta con la Mente, confiere un poder que ninguna inteligencia humana puede conferir.

En la Ciencia, la Mente es Todo, no existe otra mente o condición consciente, y el hombre es la semejanza perfecta de esa Mente. Ésta es una visión angelical consoladora o un mensaje de realidad otorgado por Dios, especialmente siempre que uno se siente presionado por la pesadilla del mal. Nos ayuda a separarnos de los oscurecimientos de la mente mortal acerca del bien y a unirnos con la Mente. Nos ayuda a elevarnos y salir de las limitadas percepciones del ánimo material. Esta verdad, que el hombre está gobernado únicamente por la Mente, nos ayuda, en realidad, a invocar la presencia de la inteligencia divina en nuestro favor cuando nos vemos enfrentados por problemas humanos. La Sra. Eddy lo expresa de esta manera: “La mente humana, imbuida de esa comprensión espiritual, se vuelve más elástica, es capaz de mayor resistencia, se libera en cierto grado de sí misma y necesita de menos reposo”.Ciencia y Salud, pág. 128.

Es así como tenemos acceso a la inteligencia que acaba con la limitación, y resuelve problemas. Hombres de negocios, letrados, padres de familia, presidentes y sanadores, ¡presten atención! También el enfermo y el pecador — todo pensador perturbado — pueden hallar acceso a los reinos más elevados de pensamiento de la Mente, mediante la Ciencia de la Mente que corrige errores y expulsa al mal.

Esta Ciencia de la Mente, comprendida, libera a los humanos de toda clase de limitación. Su práctica diaria saca a luz, aquí en la tierra, la realidad del ser, el “lugar secreto” de Dios, donde el mal no tiene poder ni inteligencia para apoyarlo, porque la Mente divina, el Amor, es lo único real, gobernándolo todo. Una vislumbre de este reino de la Mente, el Amor, cura el temor, calma el enojo, disipa la frustración, quita la culpa y otros modelos malos de pensamiento que deprimen la energía mental, energía que se necesita para resolver problemas difíciles.

Además, en esta condición cristianamente científica y espiritual de consciencia, donde el hombre no tiene otra Mente sino la de Dios, las percepciones perturbadoras de la mente mortal de temor, inflamación, deterioro, depresión, insuficiencia e injusticia — la miríada de formaciones del pensamiento mortal que limita (en creencia solamente) nuestra paz, gozo y salud — son reemplazadas con hechos inmortales de armonía. Es como el amanecer que disuelve las últimas sombras de la noche de ayer. El hombre, perfecto como semejanza de Dios, no puede perder ningún bien. Jesús quería que despertáramos a esta gran verdad. Hoy en día la necesitamos más que nunca, pues nos renueva.

En esos oscuros y lúgubres momentos en que las limitaciones parecen tan abrumadoras, el metafísico disciplinado recurre resueltamente a las enseñanzas de Jesús: Sed perfecto como tu Hacedor, y confía en el gobierno y poder de la Mente omnipresente. Insistimos mentalmente en nuestra unión con la una y única Mente infinita, que no sabe de limitación o confín, que encierra “los vientos en sus puños”. Prov. 30:4.

Supongamos, por ejemplo, que el divisivo odio, temor y egoísmo, dominaran en nuestra iglesia, hogar, familia, escuela, negocio, comunidad o en el mundo. Esto tendería (recordemos, en creencia solamente) a limitar el bien que podría lograrse allí. Para ser útil, el pensador abandonaría, mediante las energías divinas de la Mente de Cristo, las percepciones mortales de los sucesos. Él o ella insistiría diariamente mediante la oración, que toda consciencia verdadera es el reflejo de la Mente, y que está gobernada por la Verdad.

Tal oración pone en acción la luz espiritual que levanta el velo de limitación del pensamiento, de manera que las respuestas correctas, esas intuiciones angelicales de bien, puedan manifestarse y guiar a toda la humanidad. En el espíritu de nuestra amada Oración Diaria, Ver Manual de La Iglesia Madre, Art. VIII, Sec. 4. aspiramos a expulsar de nosotros y de la creación la suposición pecaminosa de muchas mentes, almas, espíritus, y mentalmente insistir en la totalidad de la única Mente, Dios. Tal oración ayuda, en todas partes, a la gente que está luchando contra las crueles limitaciones de la carne y que falsamente creen que tienen la mente mortalmente material para ayudarlos. La manera del Maestro, de sólo saber como la Mente sabe, trae para gozo presente esas nuevas y necesarias soluciones que el limitado ánimo material llamaría invisibles.

Afirmémonos como seguidores de Cristo Jesús del siglo veinte, a la verdad de que el hombre, la semejanza de Dios, se origina solamente en Dios, no en ninguna otra fuente. La salud, inteligencia, vida, identidad verdadera y bienestar del hombre no se originan en vibraciones de la materia, sino en el Espíritu eterno. De otra manera, Moisés y Elías, quienes salieron de la escena humana siglos antes, no hubieran podido manifestarse de manera tan real a Jesús y a sus discípulos en el monte de la transfiguración. El hombre no se origina a sí mismo bueno como si fuera alma, espíritu o mente creados por sí mismos. La clave para el bien ilimitado es la comprensión de que Dios hace todo. El hombre, por tanto, siempre es uno con su fuente y Hacedor, la Mente, tiene capacidad infinita para comprender el bien y expresarlo de manera permanente. Mejoremos nuestra práctica de esta Mente de Cristo.

En breve, la comprensión de la relación del hombre con Dios como Su semejanza, tiene, mediante la Ciencia, aplicación práctica aquí y ahora, y nos ayuda a triunfar sobre la limitación.

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