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Hace alrededor de veinticinco años, cuando hacía poco que había...

Del número de septiembre de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace alrededor de veinticinco años, cuando hacía poco que había comenzado a estudiar Ciencia Cristiana, viajé a una apartada villa con nuestro hijo que en aquel tiempo tenía siete años. Una noche, poco antes de irnos a dormir, el niño rodó por las escaleras desde el primer piso hasta la planta baja. Como consecuencia, parecía haberse fracturado el antebrazo derecho. Inmediatamente en mis pensamientos recurrí a Dios y declaré en alta voz: “No hay accidentes en el reino divino; por tanto, no hay fractura ni dolor”. Luego le pedí al niño que repitiera conmigo el Padre Nuestro (ver Mateo 6:9–13) y “la exposición científica del ser” en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, (ver pág. 468), que él había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Después de repetir estas verdades, diez minutos más tarde, nuestro hijo se había tranquilizado. Recordé estas palabras de la Biblia: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). Negando la creencia en un accidente afirmé que la materia no tiene inteligencia para sentir dolor y que el hombre verdadero mora en perfecta seguridad en Dios. Estas verdades fueron eficaces puesto que pronto el dolor comenzó a disminuir.

Como no había ningún practicista de la Ciencia Cristiana en la zona, volví con mi hijo a nuestra casa en Bombay. El viaje nocturno en tren nos llevó varias horas. Ésta fue una buena oportunidad para leer la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana de esa semana sobre el tema “Dios, preservador del hombre”. Durante el viaje, mientras leía Ciencia y Salud, observé que esto tenía un efecto saludable en el niño, pues durmió durante todo el viaje.

Al llegar a casa, mi marido y yo llevamos a nuestro hijo a ver a una practicista de la Ciencia Cristiana para que le diera tratamiento mediante la oración. Con mucho amor la practicista nos indicó varios pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud, incluyendo el siguiente: “El hombre es el mismo después que antes de guillotinado el cuerpo” (Ciencia y Salud, pág. 427). Y de la página 423: “Los huesos tienen sólo la sustancia del pensamiento que los forma”. También compartió con nosotros este pasaje de Isaías (40:4): “Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane”. Ella nos pidió que meditáramos sobre estos pasajes, y así lo hicimos.

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