El árbol que crece fuerte y vigoroso, capaz de soportar condiciones adversas e inclemencias del tiempo, debe primero establecer sus raíces. Las raíces son la base que da vida al árbol.
De la misma manera, los individuos necesitan establecer bases que sustenten su crecimiento y progreso: bases que no puedan ser corroídas y raíces que no se puedan desarraigar fácilmente. ¿Cómo? En parte, por medio de la oración, el estudio de la Biblia, y la demostración.
La base de la oración
Cuando oramos, el acto mismo de orar es un reconocimiento de la existencia de un poder superior. Al orar afirmamos la gloriosa verdad de que la fuente de nuestro ser verdadero es el Ser Supremo. Por último, la oración nos lleva a reconocer que la vida misma depende solamente de Dios, el Amor divino. A medida que oramos, empezamos a comprender de manera científica que el Espíritu es el creador y que la creación es, por lo tanto, espiritual; que Dios es Mente y que existe una sola Mente; que la Vida divina es omnipotente e indestructible.
La comprensión consciente de las verdades espirituales es una roca sobre la cual podemos construir una existencia humana significativa y productiva, es el punto de partida para emprender el camino de la regeneración. Comenzamos el día con esa oración y tomamos la inspiración que nos brinda de momento a momento. Cada uno de nosotros puede afirmar con el Salmista: “En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré”. Salmo 55:16, 17. Esto eleva nuestra vida sobre lo mundano y más allá de la búsqueda egoísta de los engañosos placeres materiales. Comenzamos a ver que el propósito de nuestra vida es más bien glorificar a Dios y hacer Su voluntad. La oración constante de una vida dedicada a Dios construye calladamente una sólida base para el progreso espiritual.
La base del estudio de la Biblia
Muchos han descubierto que, al investigar los significados más profundos de la Biblia, comienzan a sentir más tangiblemente la presencia divina. En realidad, la verdad de la omnipresencia de Dios se revela directamente al corazón que busca a Dios por medio de Su inspirada Palabra.
Los estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) comprenden que el libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, es de gran valor, pues continúa revelando el significado espiritual del Antiguo y Nuevo Testamentos. Las vidas de profetas y líderes devotos de la Biblia, las epístolas de Pablo y de otros discípulos de los primeros tiempos del cristianismo, las enseñanzas y el ministerio sanador del Salvador, Cristo Jesús, son ejemplos vitales y prácticos del mismo poder y la misma ley de Dios que obran hoy día para sanar y redimir. En Ciencia y Salud se enuncian seis artículos de fe de la Ciencia Cristiana. El primero de ellos dice: “Como adherentes de la Verdad, aceptamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna”.Ciencia y Salud, pág. 497.
Las Lecciones Bíblicas que aparecen en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana proporcionan la base para un estudio diario de las Escrituras, el cual puede servirnos para afianzarnos en la Verdad al enfrentar los desafíos del mundo. En nuestra experiencia diaria, es posible que tengamos que enfrentar pruebas y tentaciones, y que el mundo nos insinúe sus dudas e incertidumbres sobre la realidad única del bien; sin embargo, el fundamento de la fe iluminada que deriva de un entendimiento espiritual de la Biblia está afirmado sobre la roca. Como dijo Jesús: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca”. Mateo 7:24. Ninguna inundación puede arrastrarla.
La base de la demostración
Oramos y estudiamos; luego se nos exige poner en práctica ese entendimiento en nuestra vida y utilizar lo que hemos logrado para mayor beneficio de la humanidad. El empeño desinteresado por demostrar el poder de la ley divina en los asuntos humanos caracteriza la norma cristiana del discipulado activo y fiel. Y representa la piedra angular de nuestro propio crecimiento espiritual. Como lo afirma el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “A fin de comprender más, tenemos que poner en práctica lo que ya sabemos. Tenemos que recordar que la Verdad es demostrable cuando es comprendida y que el bien no se comprende mientras no se demuestre”.Ciencia y Salud, pág. 323.
Para conocer el bien y para ser buenos, tenemos que hacer el bien. Hasta es probable que nos demos cuenta de que cuanto más practicamos el bien, tanto más percibimos todo el bien que queda por hacer. Sin embargo, este es nuestro propósito cristiano, hacer la voluntad de Dios.
Cierta vez Jesús describió a los que oyeron la Palabra de Dios y cosecharon el abundante fruto de la demostración con la semilla que cayó en tierra buena. Pero él comparó la semilla que cayó sobre la piedra con aquellos que “no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o persecución por causa de la palabra, luego tropiezan”. Marcos 4:17. Los que no han echado raíces no han establecido una base firme para la demostración.
Demostrar el poder del Amor infinito, del Principio divino — curando a los enfermos, venciendo el pecado y rompiendo las cadenas de la limitación mortal — es el resultado del Cristo, la Verdad, que obra en nuestra experiencia. Estas pruebas del discipulado indican que uno está construyendo sobre la base de la oración científica y el estudio de la Biblia y que está dispuesto a progresar. Está rechazando las falsas pretensiones del mal porque su profundo estudio le está abriendo los ojos a la mentira de la supuesta vida en la materia, y le está revelando las verdades del ser y del bien divinos e inmortales.
La Biblia dice que hay que estar “arraigados y cimentados en amor” para “conocer el amor de Cristo” y estar “llenos de toda la plenitud de Dios”. Efes. 3:17, 19. En su poema “El roble en la cima de la montaña”, la Sra. Eddy dice:
Fiel, paciente, cual la tuya, mi vida sea,
fuerte para enfrentar del tiempo las tormentas,
tan arraigada en el suelo del amor, como tú estás,
elevándome grandiosamente a las alturas celestiales.Escritos Misceláneos, pág. 392.
Cada uno de estos tres grandes elementos del cimiento de una vida cristiana — oración, estudio y demostración — está firmemente arraigado en el Amor. Cada uno es esencial. Son prueba sólida y perdurable de nuestra devoción a Dios y de nuestro afecto desinteresado por la humanidad.