No hay duda que estamos atravesando una época de desafíos en materia económica. Pero hay soluciones para quienes enfrentan un futuro incierto en lo que a empleo se refiere. La verdad es, que el hombre no está gobernado por la ley de la economía sino por la ley de la constante bondad de Dios. Al recurrir a la Deidad en la oración basada en esta verdad, podemos obtener Sus bendiciones en nuestra vida.
El hombre es la imagen misma de Dios, eternamente unido a la fuente de todo bien. En realidad, jamás hay un instante en que estemos separados de Su cuidado. El hombre que Dios creó — nuestro ser verdadero — no está a la merced de fuerzas malignas e incontrolables, y el bien divino nunca está sujeto a reducciones ni a mermas. La seguridad del hombre como idea de Dios, el Amor divino, está asegurada.
En cierta ocasión Cristo Jesús se refirió a la obra de su vida como “los negocios de mi Padre”. Lucas 2:49. ¿Acaso esto no nos da un indicio de cuál es nuestro propósito más elevado? Por muy sombrío que parezca el panorama laboral, podemos seguir en cierta medida al cristiano por excelencia, y ocuparnos de los negocios de nuestro Padre. Vivir las cualidades a la manera del Cristo — humildad, pureza, bondad — es un buen comienzo. Es, efectivamente, la clase de trabajo más importante que existe.
Pero ¿de qué manera puede ayudar al que no tiene empleo el reconocimiento de la estabilidad y seguridad de la creación de Dios y el esfuerzo de demostrar esta constancia del bien? ¿Puede la oración pagar el alquiler y poner comida en la mesa?
Lo que hace es disponer el pensamiento a la bondad de Dios. Y a medida que comprendemos y vivimos esta bondad, el temor y el resentimiento, el cinismo y la apatía, empiezan a desaparecer. Encontramos a nuestro alcance ideas concretas para la acción y la habilidad para ponerlas en práctica.
La Sra. Eddy escribe: “El Ser Divino tiene que ser reflejado por el hombre — de lo contrario el hombre no es la imagen y semejanza de Aquel que es paciente, compasivo y fiel, el Único ‘del todo amable’; mas el comprender a Dios es obra de la eternidad y exige absoluta consagración de pensamientos, energías y deseos”.Ciencia y Salud, pág. 3. Al profundizar nuestra comprensión de lo que es Dios y el hombre nos liberamos de las limitaciones que el temor pretende imponernos. Nada puede amenazar la seguridad del hombre porque nada puede tocar a su fuente, Dios.
Después de graduarme en la universidad, algunos amigos hicieron predicciones deprimentes sobre mis probabilidades de encontrar trabajo en la docencia. Pero en cada paso — solicitudes de empleo, entrevistas, pruebas orales sobre mi asignatura — me aferré a lo que sabía era mi verdadero propósito: reconocer y apreciar las cualidades del Cristo en mí y en los demás. Al poner este propósito ante todo, afirmé en oración, por ejemplo: la integridad y utilidad del hombre como expresión de Dios, su inteligencia y bondad innatas. Puesto que sabía que Dios no da a unos y a otros no, no tuve por qué correr de un lado para otro buscando un empleo. Mi ansiedad, tensión y temor al futuro se desvanecieron, y pude hablar confiadamente con probables empleadores.
Al mes de haberme graduado me nombraron para ocupar un cargo docente. Cuando llegó el momento de trasladarme a otra ciudad porque me había casado, surgió otro empleo. Después, cuando sacaron del programa de estudios la asignatura que yo enseñaba, en una escuela a unos tres mil kilómetros de mi casa me ofrecieron empleo.
Ninguna fluctuación en el mercado de trabado puede quitarnos nuestra verdadera seguridad o tranquilidad. El bien que eternamente nos pertenece por ser hijos e hijas de Dios no está sujeto a disminución de personal ni a despidos.
La Sra. Eddy, al escribir a los miembros de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, lo dice así: “Como parte activa de un todo estupendo, la bondad identifica al hombre con el bien universal. Así cada miembro de esta iglesia puede elevarse por encima de la pregunta tantas veces repetida: ¿Qué soy yo? a la respuesta científica: Yo soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y ésta es mi roca de salvación y la razón de mi existencia”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 165.
Cuanto más demostremos la unidad del hombre con Dios, mayor certeza tendremos de que ninguna condición económica puede gobernarnos, despojarnos ni hacernos temer por nuestra subsistencia. Nuestro futuro puede ser seguro, bendecido por la constancia del bien.