No hay duda que estamos atravesando una época de desafíos en materia económica. Pero hay soluciones para quienes enfrentan un futuro incierto en lo que a empleo se refiere. La verdad es, que el hombre no está gobernado por la ley de la economía sino por la ley de la constante bondad de Dios. Al recurrir a la Deidad en la oración basada en esta verdad, podemos obtener Sus bendiciones en nuestra vida.
El hombre es la imagen misma de Dios, eternamente unido a la fuente de todo bien. En realidad, jamás hay un instante en que estemos separados de Su cuidado. El hombre que Dios creó — nuestro ser verdadero — no está a la merced de fuerzas malignas e incontrolables, y el bien divino nunca está sujeto a reducciones ni a mermas. La seguridad del hombre como idea de Dios, el Amor divino, está asegurada.
En cierta ocasión Cristo Jesús se refirió a la obra de su vida como “los negocios de mi Padre”. Lucas 2:49. ¿Acaso esto no nos da un indicio de cuál es nuestro propósito más elevado? Por muy sombrío que parezca el panorama laboral, podemos seguir en cierta medida al cristiano por excelencia, y ocuparnos de los negocios de nuestro Padre. Vivir las cualidades a la manera del Cristo — humildad, pureza, bondad — es un buen comienzo. Es, efectivamente, la clase de trabajo más importante que existe.
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