Orar en bien de uno mismo puede ser un gozo diario. Nos trae inspiración, paz y medios para resolver problemas. Es necesario para el crecimiento espiritual y la demostración. Por cierto que no tenemos por qué ser reacios a aprovechar esta oportunidad celestial que nos vivifica y renueva.
La gente se pregunta algunas veces si es egoísta orar en bien de uno mismo. No lo es si el móvil es glorificar y adorar a Dios, y saber cómo bendecir a los demás verdaderamente. El deseo de expresar la naturaleza de la Verdad y el Amor divinos no es egoísta, porque hace que nuestros pensamientos no se centren en nosotros mismos sino que vayan a Dios. Cuando oramos para aumentar nuestra habilidad para ayudar y sanar a nuestro prójimo, estamos procurando nuestro bien en lo que compartimos con otros. El Amor divino responde a esta clase de oración.
¿Está bien orar por cosas materiales? Consideremos el consejo de Cristo Jesús: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:31, 33.
Los frutos de las oraciones de Cristo Jesús eran tangibles y específicos; incluyeron curación, provisión, y la reforma de carácter de otros como también su propio triunfo sobre la muerte. Por cierto que a través de la Biblia abundan los relatos sobre oraciones que fueron respondidas; oraciones cuyos resultados fueron protección, curación, liberación de circunstancias adversas y la solución de conflictos.
El Maestro explicó claramente que el fundamento mismo de la oración iluminada es el reconocimiento de la omnipotencia y bondad de Dios, y la aceptación de la divinidad del ser del hombre, su relación inseparable con el Dios que es todo amor. En Getsemaní, su oración incluyó la humilde petición: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; ... glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan 17:1, 5.
En estas palabras sencillas nuestro Modelo reconoció sin reservas la totalidad del ser y la gloria de Dios. Reconoció la identidad real del hombre que refleja la naturaleza divina. Afirmó el propósito del hombre de ser testigo de todo lo que Dios es. De esto podríamos llegar a la conclusión que el identificarnos correctamente es esencial al orar por nosotros mismos.
Alguien podría objetar: “¿Soy digno de ello? ¡Me falta tanto!” La parábola de Cristo Jesús del fariseo y el publicano da la respuesta. El Maestro denunció la justificación propia del fariseo, cuya oración era una descripción jactanciosa de sus virtudes personales. Pero del publicano, que expresó su sincero anhelo de misericordia divina y perdón de sus pecados, Jesús dijo: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. Lucas 18:14.
Abrumado por las sugestiones mortales de pecado, uno podría insistir: ¿Pero quién soy yo para orar en mi propio beneficio? ¿No sería eso presuntuoso?
Por el contrario, ¿acaso no es presuntuoso (la presuntuosidad de la mente carnal que es enemistad contra Dios) insistir en que en nuestra naturaleza verdadera tenemos una mentalidad personal separada de la Mente infinita, y una naturaleza carnal contraria a la pura semejanza del Amor infinito? El hombre verdaderamente está hecho a imagen de Dios, quien es Mente, Espíritu, Vida y Amor infinitos.
Cristo, la Verdad, vino para liberarnos del pecado y sus consecuencias al revelarnos nuestra verdadera filiación con Dios, una revelación cuya exigencia ineludible es que nos arrepintamos y reformemos, como también que glorifiquemos a Dios.
De la parábola de Jesús, del hijo pródigo, tan rica en significado, podemos sacar una lección. En repudio directo de su estado original, el hijo abandonó su hogar, entregándose a excesos y pecados, desperdiciando su vida y disminuyendo el bien que pudo haber hecho a los demás. No obstante, cuando en sincero arrepentimiento decidió finalmente volver a su hogar — habiendo perdido su interés en una vida pecaminosa — vio que su padre venía a recibirlo, no sólo con alegría y amor, sino también a revelarle su estado de filiación verdadero.
Siempre tenemos a nuestro alcance la influencia acogedora del Amor divino, para hacerse sentir en nuestro corazón y en nuestra vida. El Amor sólo está a la espera de nuestra oración de sincero arrepentimiento. Tal oración es el sendero hacia la comprensión de Dios que nos sana y salva.
Quizás algunos pregunten: ¿Cómo debemos orar por nosotros mismos? Los fundamentos nos son dados por completo en las enseñanzas y ejemplo de Cristo Jesús. El Científico Cristiano los encuentra detallados clara y prácticamente a través de los escritos de nuestra Guía, Mary Baker Eddy. Este párrafo conmovedor es un buen ejemplo:
“Una cosa he deseado fervientemente, y de nuevo lo suplico sinceramente, a saber, que los Científicos Cristianos aquí y por doquier, oren diariamente en su propio beneficio; no verbalmente, ni de rodillas, sino mental, humilde e importunadamente. Cuando un corazón hambriento le pide pan al divino Padre-Madre Dios, no le es dada una piedra — sino más gracia, obediencia y amor. Si este corazón, humilde y confiado, le pide fielmente al Amor divino que lo alimente con el pan celestial, con salud y santidad, estará capacitado para recibir la respuesta a su deseo; entonces afluirá a él ‘el torrente de Sus delicias’, el tributario del Amor divino, y resultarán grandes progresos en la Ciencia Cristiana — también esa alegría de encontrar nuestro beneficio al beneficiar a los demás”.Escritos Misceláneos, pág. 127.
Mediante los escritos de nuestra Guía nos iluminamos en gran manera en cuanto a lo que significa identificarnos a nosotros mismos correctamente. Vemos claramente el contraste entre el concepto mortal del hombre que lo supone sujeto a la enfermedad, lleno de pecado, pronto a morir, y el hombre espiritual verdadero de la creación de Dios. Aprendemos a rechazar como irreales las ilusiones del sentido mortal, y a comprender las verdaderas glorias de la creación de Dios, que incluyen la inmortalidad, la pureza, la grandeza e individualidad de nuestro verdadero ser como Su imagen y semejanza.
Para ilustrar. En Ciencia y Salud leemos: “El considerar continuamente a la existencia como material y corporal — como teniendo comienzo y fin y cuyas fases constituyentes son el nacimiento, la decadencia y la disolución — oculta la Vida verdadera y espiritual y hace que nuestro estandarte se arrastre en el polvo”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 550.
¿Qué podemos hacer al respecto? En otra página leemos: “Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o nunca los esculpiremos en vidas grandes y nobles. Dejemos que el altruismo, la bondad, la misericordia, la justicia, la salud, la santidad, el amor — el reino de los cielos — reinen en nosotros, y el pecado, la enfermedad, y la muerte disminuirán hasta que finalmente desaparezcan”.Ibid., pág. 248.
Hay, por supuesto, mucho más que podría mencionarse aquí. Si buscamos los pasajes que contienen las palabras “diariamente” o “cada día”, encontraremos en los escritos de la Sra. Eddy un caudal de instrucción inspiradora sobre cómo orar espiritual, científica y específicamente en nuestro beneficio, todo lo que posiblemente podemos necesitar para un trabajo sistemático diario, y mucho más de lo que la mayoría de nosotros hemos explorado a fondo, y, consecuentemente cumplido con ello.
¿Nos lleva tiempo orar por nosotros mismos? Francamente, sí; pero tal oración eleva nuestra vida y acelera nuestro progreso tanto en lo espiritual como en nuestros asuntos diarios. Es esencial dedicar tiempo a nuestra comunión con Dios y a orar sistemáticamente; pero podemos orar mucho en nuestro beneficio a lo largo del día, invirtiendo las sugestiones del sentido material con las verdades de la Ciencia.
Al orar diaria y fielmente por nosotros mismos, obtenemos vislumbres nuevas y más claras de la naturaleza del hombre verdadero que refleja a Dios, nuestra verdadera individualidad. ¿Qué puede ser más importante que saber lo que Dios es, y quiénes y qué somos nosotros verdaderamente?