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Amemos a nuestros hijos metafísicamente

Del número de octubre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La mayoría de los padres en todas partes cuidan con gran dedicación a sus hijos. Harían cualquier cosa por la felicidad de ellos. También quieren tenerlos a salvo. Ya sea que nuestros hijos sean pequeños y que apenas estén aprendiendo a cruzar la calle solos, o adolescentes y que empiecen a encontrarse con las relumbrantes tentaciones del mundo, o adultos que se vean ante la difícil decisión de emprender una carrera, el deseo de los padres sigue siendo el mismo. Queremos protegerlos sin intervenir obstinadamente en su vida. ¿Cómo podemos lograrlo?

La Ciencia Cristiana tiene manera maravillosamente tranquilizadora de mostrarnos cómo fortalecer nuestro deseo de ayudar a nuestros hijos debidamente. Podemos aprender a amarlos metafísica mente mediante la oración espiritualmente científica.

El orar por nuestros hijos jamás quiere decir que ignoremos las responsabilidades propias de un padre o madre de cuidar, de manera sabia y práctica, de la salud y seguridad de ellos hasta que lleguen a la edad madura, sino que la oración nos da la satisfacción de saber que podemos confiar en el amor de Dios para que nos guíe a hacer decisiones acertadas respecto a nuestros hijos. Y la oración es la manera consoladora en que podemos continuar amando a nuestros hijos cuando sean mayores.

Hay muchas maneras para que padres e hijos expresen amor. Es natural que se abracen, que se diviertan juntos. La Ciencia Cristiana enseña que Dios es Amor, el verdadero creador de padres e hijos; de manera que expresar amor es algo muy normal en la gente. Atesoramos a un hijo físicamente. Pero, ¿qué quiere decir atesorar a un hijo metafísicamente?

Atesorar a un hijo metafísicamente entraña amar a ese hijo como la expresión espiritual de Dios, el Amor divino. Cuando pensamos que nuestros hijos son mortales físicos, puede que los amemos profundamente, pero que también nos preocupemos por ellos, nos preocupemos de que tal vez su felicidad y seguridad estén en peligro en cualquier momento debido a una circunstancia material desagradable. Con frecuencia, esto hace que seamos padres entrometidos (y no apreciados.)

Cuando amamos a nuestros hijos metafísicamente, los ayudamos a que tengan dominio sobre condiciones materiales. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “La metafísica es superior a la física, y la materia no entra en las premisas ni en las conclusiones metafísicas. Las categorías de la metafísica descansan sobre una sola base, la Mente divina”.Ciencia y Salud, pág. 269.

La Mente divina, Dios, es el único creador que realmente existe. Él es Espíritu, y Su creación es espiritual. Por tanto, los niños son, en realidad, como Ciencia y Salud los define: “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor”.Ibid., pág. 582.

Ni nuestros hijos ni nosotros somos mortales físicos que estamos sujetos a constantes peligros y tentaciones. Nuestros hijos no tienen mentes personales de ellos mismos que puedan ponerlos en dificultades. Ni nosotros tenemos una mente personal incapaz de hacer una decisión inteligente. La identidad verdadera de padres e hijos es el hombre espiritual, la imagen y semejanza de Dios, el bien. A medida que comprendemos la relación espiritual del hombre con Dios, no cuidamos menos a nuestros hijos, sino más. Nuestra comprensión espiritual nos capacita para satisfacer las necesidades mentales y físicas de nuestros hijos más eficazmente. Dios nos da la inteligencia para que proveamos adecuada salvaguarda que asegura el bienestar de los hijos.

El hombre es incorpóreo, el reflejo de la Vida que es Espíritu. Por tanto, él está sujeto al gobierno benéfico de Dios. El hombre está gobernado por la inteligencia divina, la sabiduría de la Mente divina. Y ésta es la verdad respecto al padre y al hijo. El comprender que Dios es la única Mente, provee una unidad en la familia para hacer decisiones que pueden ser aceptadas alegremente por todos. Y eso liberará a los padres de la preocupación.

Cuando pensamos que nuestros hijos son “los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor”, los estamos atesorando metafísicamente porque estamos elevando nuestro concepto acerca de ellos, sacándolos de la creencia de que son mortales. Estamos reconociendo que, en realidad, ellos son inmortales, son ideas del Espíritu incorpóreo. A medida que abriguemos estas verdades espirituales firmemente en nuestro pensamiento, sentiremos la seguridad de la promesa de la Biblia: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Salmo 91:1.

Cristo Jesús, al referirse a los niños, dijo a sus discípulos: “Sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18:10. Todos los padres pueden atesorar a sus hijos metafísicamente sabiendo, por medio de la oración, que viven en el cielo ante la presencia de Dios. Puesto que su verdadera identidad es el hombre, sólo los pensamientos de Dios pueden llegar a ellos, Sus ideas angelicales de pureza y amor propios del Cristo los protegerán por siempre contra las influencias dañinas o degradantes. Dios ama al hombre y lo provee con tesoros espirituales de compañía correcta, alimento puro, y actividad gozosa.

Este reconocimiento, basado en la oración, de lo que es la identidad verdadera de nuestros hijos, no tiene por qué detenerse cuando han llegado a la edad adulta y se han ido del hogar. No estamos tratando mentalmente de cambiar sus pensamientos o intervenir en su vida. Estamos elevando nuestro pensamiento acerca de nuestros hijos hacia el reino del Espíritu, donde podemos percibir que moran a salvo y felizmente ante la presencia del Amor. Nosotros seremos más felices, ellos serán más felices, y la atmósfera de nuestros pensamientos propios del Cristo se sentirá de modos que es posible que no conozcamos.

Y, ¿podemos hacer eso por todos los niños en todas partes, ya sea que seamos padres o no? Cuando elevemos nuestro concepto acerca de todos los niños, para verlos en su naturaleza verdadera como representantes de la Vida, la Verdad y el Amor, nos sentiremos gozosos al descubrir que el mundo es bendecido por la manera de pensar de esos niños.

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