La naturaleza cambiante de la mente carnal o mortal es como las olas del mar, a veces están agitadas por la tempestad, picadas, a veces calmadas pero expuestas a fuertes vientos. La mente mortal actúa llevada por caprichos y antojos. Puesto que no tiene principio ni regla para gobernarse, es incierta en sus manifestaciones y deseos. Las formas materiales originadas por la mente mortal están dominadas y manipuladas por su naturaleza no digna de confianza.
Reconocemos esto más fácilmente a medida que entendemos que no hay separación entre la mente mortal y su aspecto físico, denominado materia o el cuerpo material. Lo físico es tan solo la manifestación del pensamiento mortal. Nuestra verdadera naturaleza como el hombre de Dios es espiritual; y el Espíritu, Dios, es omnipresente. En proporción a nuestra comprensión de este hecho, es fácil ver por qué la Ciencia Cristiana se dirige a la llamada mente al tratar la enfermedad u otras formas inarmónicas. Cuando la serenidad del amor omnímodo de la Mente divina pacifica y purifica el pensamiento perturbado, el cuerpo naturalmente refleja mejor salud y bienestar.
La Ciencia Cristiana enseña que la mente mortal, por ser una pretensión falsa de que existe más de una mente, no tiene ser real porque Dios es la única Mente. Por tanto, el hombre, hecho a imagen y semejanza de esta Mente, no está sujeto a la pretensión de tener una mente mortal individual con todos sus caprichos y debilidades. Parte de la definición de “mente mortal” dada por la Sra. Eddy en el Glosario de Ciencia y Salud dice: “La nada que pretende ser algo, pues la Mente es inmortal; mitología; un error que crea otros errores; un supuesto sentido material, alias la creencia de que la sensación está en la materia, la cual es insensible;. . .” Ciencia y Salud, págs. 591–592.
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