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Calmando las tormentas de la mente mortal

Del número de octubre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La naturaleza cambiante de la mente carnal o mortal es como las olas del mar, a veces están agitadas por la tempestad, picadas, a veces calmadas pero expuestas a fuertes vientos. La mente mortal actúa llevada por caprichos y antojos. Puesto que no tiene principio ni regla para gobernarse, es incierta en sus manifestaciones y deseos. Las formas materiales originadas por la mente mortal están dominadas y manipuladas por su naturaleza no digna de confianza.

Reconocemos esto más fácilmente a medida que entendemos que no hay separación entre la mente mortal y su aspecto físico, denominado materia o el cuerpo material. Lo físico es tan solo la manifestación del pensamiento mortal. Nuestra verdadera naturaleza como el hombre de Dios es espiritual; y el Espíritu, Dios, es omnipresente. En proporción a nuestra comprensión de este hecho, es fácil ver por qué la Ciencia Cristiana se dirige a la llamada mente al tratar la enfermedad u otras formas inarmónicas. Cuando la serenidad del amor omnímodo de la Mente divina pacifica y purifica el pensamiento perturbado, el cuerpo naturalmente refleja mejor salud y bienestar.

La Ciencia Cristiana enseña que la mente mortal, por ser una pretensión falsa de que existe más de una mente, no tiene ser real porque Dios es la única Mente. Por tanto, el hombre, hecho a imagen y semejanza de esta Mente, no está sujeto a la pretensión de tener una mente mortal individual con todos sus caprichos y debilidades. Parte de la definición de “mente mortal” dada por la Sra. Eddy en el Glosario de Ciencia y Salud dice: “La nada que pretende ser algo, pues la Mente es inmortal; mitología; un error que crea otros errores; un supuesto sentido material, alias la creencia de que la sensación está en la materia, la cual es insensible;. . .” Ciencia y Salud, págs. 591–592.

La calidad de nuestro pensamiento afecta cada faceta de nuestra vida. Influye en nuestra salud, nuestra provisión y nuestra felicidad. Es perjudicial o beneficiosa. Es de primordial importancia, entonces, obtener una comprensión de Dios que nos capacite para gobernar nuestro pensamiento armoniosamente, de manera que nuestra vida sea saludable y útil.

La única manera de controlar las aguas agitadas por la tempestad de esta supuesta mente es tomar consciencia del poder y la omnipresencia del Amor divino, Dios, y de la inseparabilidad del hombre de Él. El hombre es la expresión individualizada o reflejo de esta Mente única. Este hombre es nuestra verdadera naturaleza y la de todos. En la medida en que vamos comprendiendo que la Mente es en realidad nuestra Mente, logramos dominio creciente sobre las tormentas y emociones de la mente mortal. Esto se manifiesta naturalmente en mejor salud y en un enfoque de la vida más a la manera del Cristo. Tal vez no obtengamos este dominio de una sola vez. Pero podemos trabajar y orar para progresar diariamente, confiando en la ayuda divina. Ciencia y Salud nos dice: “Esperad pacientemente a que el Amor divino se mueva sobre la faz de las aguas de la mente mortal y forme el concepto perfecto”.Ibid., pág. 454.

A través de su obra sanadora y su enseñanza insuperable, Cristo Jesús probó que el entendimiento de la omnipotencia del Espíritu, nos da autoridad sobre las aguas tormentosas del pensamiento mortal. Poseemos la habilidad otorgada por Dios de establecer la paz y la seguridad en nuestros asuntos de todos los días. El Maestro literalmente calmó una tempestad que amenazaba el barco en que él y sus discípulos viajaban. La Biblia nos dice: “Levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. Marcos 4:39. Él también probó que las corrientes tormentosas del pensamiento mortal no podían afectarlo. Pasó indemne en medio de una multitud dispuesta a matarlo. Ver Lucas 4:28–30.

Las olas de la mente mortal que a veces nos invaden, pueden ser calmadas mediante nuestra comprensión de que la Mente divina gobierna cada acción del hombre. Tampoco hay dos clases de hombre, uno un mortal material y el otro espiritual e inmortal. Mediante el poder del Principio, podemos valernos del gobierno de Dios y demostrar que el hombre, el hijo amado de Dios y nuestra verdadera identidad, es el único hombre, obediente a los dictados del Amor divino. Si deseamos demostrar el poder de Dios, no podemos trabajar desde puntos de vista opuestos, el espiritual y el material. En Ciencia y Salud leemos: “¿Cuál de estas dos teorías referentes al hombre estáis dispuestos a aceptar? Una de ellas es el testimonio mortal — mutable, perecedero e irreal. La otra es el testimonio eterno y real, que lleva el sello de la Verdad, con su regazo colmado de frutos inmortales”.Ciencia y Salud, pág. 494.

Todas las curaciones físicas y mentales se realizan en la Ciencia Cristiana al aceptar que la realidad es espiritual, la única creación. Las aguas irreales de la mente mortal se alejan y desaparecen en la totalidad de la omnipresencia y omnipotencia de la Mente divina. Cuanto más comprendemos que Dios es la Mente infinita y que nuestra sustancia real es espiritual, tanto más nos liberamos de las aguas turbulentas del pensamiento mortal. La humildad y el deseo de abandonar nuestros conceptos materiales acerca del hombre y el universo nos inspiran con sabiduría y demuestran el poder divino. La ecuanimidad, serenidad y salud son los resultados de seguir la ley de la paz ordenada por Dios.

En el grado que entendamos que el hombre es la expresión individualizada de la totalidad y perfección de Dios, estaremos más dispuestos a confiar en Dios para que guíe cada aspecto de nuestra vida y para satisfacer nuestras necesidades diarias. Esta confianza en la estabilidad del Principio divino elimina el flujo y reflujo que proviene del sentido mortal de provisión. Una perspectiva más espiritual nos capacita para percibir el cumplimiento constante de nuestras obligaciones diarias.

El cuidado tierno y la inteligencia suprema de la Mente divina penetran la oscuridad del pensamiento mortal y revelan que Dios es la única Mente. Nuestra Mente.

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