Algunas historias de la Biblia se leen tantas veces que finalmente uno tiende a pasarlas por alto. El lector concluye diciendo: “Todo esto ya lo escuché”. Entonces, de repente, esos acontecimientos familiares se iluminan con la luz de un nuevo significado, un significado que siempre estaba allí, esperando ser descubierto.
Esto me pasó recientemente con el noveno capítulo del Evangelio según San Juan. Básicamente, yo había estado leyendo únicamente la trama de este relato, que nos describe cómo Cristo Jesús sanó al hombre que estaba ciego desde su nacimiento.
Los hechos son significativamente claros. Jesús vio a un hombre ciego, y sus discípulos le preguntaron si los pecados del hombre o los de sus padres habían causado la ceguera. Jesús dijo: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él... Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo”.
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