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La verdadera individualidad es completa

Del número de octubre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la Ciencia Cristiana, aprendemos a ver a los demás y a nosotros mismos como ideas divinas de Dios, satisfechas y completas, y no como mortales frustrados e incompletos.

La verdadera identidad sólo participa de los elementos divinos del ser. Es enteramente buena, no es una amalgamación de bien y de mal, de Espíritu y de carne. Representa la naturaleza espiritual de Dios, el bien. El entendimiento y la progresiva demostración de esta verdadera identidad anulan y destruyen las llamadas leyes destructivas y limitativas de la mente mortal y de la materia.

La salud, felicidad, compleción y todas las otras cualidades espirituales de Dios, de ninguna manera dependen de la materia ni son afectadas adversamente por ella. Toda cualidad espiritual de Dios está intacta. El creador, completo de por sí y conteniendo todo en sí mismo, y Su expresión, el hombre y el universo, constituyen la totalidad del ser. No existe ningún otro ser. Cualitativamente, cada uno de nosotros refleja, en realidad, toda la compleción que existe.

La Sra. Eddy explica cómo el entendimiento espiritual del ser aporta una rica compleción en nuestra vida. En Ciencia y Salud escribe: “Cuando el hombre mortal una sus pensamientos de la existencia con lo espiritual y trabaje únicamente como Dios trabaja, ya no andará a tientas en las tinieblas, ni se apegará a la tierra por no haber saboreado al cielo”.Ciencia y Salud, pág. 263.

La mayoría de nosotros sabemos lo que significa sentirse incompleto, dominado por las circunstancias humanas o condiciones del cuerpo. El mundo de la mente mortal y de la materia puede parecer muy verdadero y real, hasta que se cultive y utilice el sentido espiritual. Parece que la mayoría de la gente, por lo general, ha aceptado la falta de compleción en sus asuntos.

La falta de compleción se origina en creencias falsas como las siguientes: que existe más de una Mente; que determinada persona está dotada con mayor bien que otra; que él o ella pertenece al sexo masculino o femenino, careciendo de algo; que las circunstancias humanas pasadas, presentes o futuras determinan el bienestar y la compleción.

Pero a medida que estudiamos y practicamos la Ciencia Cristiana, el Espíritu y sus formaciones se nos hacen cada vez más reales. Al percibirse individualmente en la consciencia la eterna presencia del bien de Dios, se descubre la irrealidad de la existencia material y sus falsas creencias. Mediante nuestra percepción espiritual, el sueño de la mortalidad con su sentido erróneo y finito de identidad y tiempo, cede a los hechos verdaderos del ser. Se comprende que la verdadera identidad es la incorporación de las cualidades espirituales de Dios; que está intacta, completa e incontaminada por el número de años, por la materia, el pecado, la enfermedad y la muerte.

En la medida en que comprendamos y demostremos la compleción, que es el plan general que Dios tiene para la identidad individual del hombre, ésta viene a ser la ley que gobierna nuestra vida. Esta ley espiritual nos proporciona lo que es correcto que tengamos. A su vez nos libera de lo que es incorrecto para nosotros. Este entendimiento espiritual del ser enriquece nuestra relación con los demás, mejora nuestro ambiente, y presenta abundantes oportunidades. Entonces, nuestra experiencia florece en el bien.

Nuestro sentido de compleción se fortalece a medida que comprendemos que el ser verdadero es completo en todo aspecto y que no necesita ayuda de la mente mortal ni de la materia. Es imposible que pueda impedirse, resistirse o alterarse algo a la Mente que todo lo sabe y todo lo gobierna, la cual el hombre refleja como idea de la Mente divina.

Por medio de la oración consagrada y científica, podemos comprender y demostrar consecuentemente el ser verdadero del hombre, de tal manera que la integridad de nuestra consciencia esté protegida contra los ataques de la mente carnal. Es de vital importancia que nos aferremos a la verdad de la compleción espiritual del hombre, especialmente cuando nos vemos enfrentados a la pretensión de realidad de la mente carnal, ya sea en nuestra propia experiencia o en la de los demás. Un abundante sentido de compleción es el antídoto eficaz contra errores tales como la impureza, la ira, los celos, la venganza y aun un sentido de pérdida devastadora. Con este entendimiento enfrentamos con éxito los difíciles desafíos y somos capaces de expresar mejor las cualidades cristianas como el amor, el bienestar e integridad que traen el ajuste y curación necesarios.

De esta manera, la ley espiritual y sanadora de Dios nos libera eficazmente de las asechanzas de la llamada mente mortal, la base misma de la falta de compleción y frustración.

La mente mortal quisiera oponerse a la aparición de las cualidades espirituales de Dios en la consciencia. Pero este mal impersonal no puede aprisionarnos con su creencia de situaciones humanas insolubles, frustrantes o enojosas, ni por la creencia de dolor o placer en la materia. La Ciencia revela que estas ilusiones sobreimpuestas están exentas de la mente y totalmente separadas de la persona.

En realidad, hay una sola Mente divina y su manifestación infinita, y no existen muchas mentes en conflicto con otras. Existe una sola voluntad — la voluntad de Dios — que abundantemente nos proporciona el bien y, nos asegura, con poder y presencia incuestionables, la compleción e integridad de la consciencia individual.

El Salmista nos señala esta sagrada unidad de Dios y el hombre cuando dice: “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo”. Salmo 139:17, 18.

A medida que maduramos en nuestro estudio y aplicación de la Ciencia Cristiana, la ley del Amor divino nos despierta a una experiencia mucho más significativa. Descubrimos que el hogar, los amigos, la familia, los asuntos, los negocios, y así por el estilo, no son la fuente ni los destructores de nuestra compleción. Pero pueden constituir un indicio de la totalidad del ser verdadero.

Un conocimiento creciente de este hecho prueba que el enriquecimiento genuino de nuestra vida procede de la consciencia espiritualizada, y no sólo de las relaciones humanas, posesiones o sucesos humanos de por sí. Un concepto más profundo de la compleción espiritual del ser armoniza y enriquece nuestra vida como ninguna otra cosa puede hacerlo.

¡Cuán alentador es aprender en la Ciencia a cambiar cualquier concepto limitado de que dependemos humanamente de otros por la total confianza en Dios, el Amor divino! De esta manera, nos vemos libres de toda clase de limitaciones, insuficiencias y temores. A medida que el bienestar y compleción, reflejos del Amor, se vuelven sustanciales en nuestra consciencia — tangibles y siempre presentes — el verdadero concepto de autosuficiencia sale a luz.

El mundo puede parecer incompleto e inestable. También puede parecer que nada ni nadie ofrece el bien continuo y confiable. En efecto, cuanto más incompletos nos sintamos, más determinados estaremos a buscar la seguridad en las personas, cosas o actividades.

Pero siempre que buscamos la compleción “fuera” de la identidad verdadera, la confusión e inestabilidad se combinan con la frustración y la desdicha. Si permitimos que nuestro concepto de bienestar esté determinado por las personas o acontecimientos, las emociones humanas pueden ser destrozadas.

No obstante, Ciencia y Salud nos asegura lo siguiente: “La pérdida de esperanzas y placeres terrenales ilumina la senda ascendente de muchos corazones. Los dolores de los sentidos no tardan en informarnos que los placeres de los sentidos son mortales y que el gozo es espiritual.

“Los dolores de los sentidos son saludables, si desarraigan las falsas creencias placenteras y trasplantan los afectos llevándolos de los sentidos al Alma, donde las creaciones de Dios son buenas y ‘alegran el corazón’ ”.Ciencia y Salud, págs. 265–266.

Cuando entendemos y alcanzamos un profundo sentido de compleción espiritual, somos menos vulnerables a las emociones dañinas de excitabilidad, rebeldía y sensualismo. Superamos más exitosamente los duros golpes y desilusiones. No nos dejamos inducir a la desobediencia y a la manera de pensar y de vivir improductiva. Tenemos mayor capacidad para obtener visión espiritual y ejercer dominio sobre los sentidos físicos, sobre la creencia de dolor y placer en la materia.

En la compleción de la Mente divina — el único Ego — encontramos un caudal de fortaleza espiritual y poder que nos sostiene bajo toda circunstancia. Cuando reconocemos la supremacía de este Ego, nuestra consciencia se llena de la novedad y lozanía del bien espiritual, destruyendo el falso concepto de una mente o vida separada de Dios. Entonces es más fácil amar, ser pacientes, amables incluso bajo presión, estar serenos y ser puros, y por encima de todo, sentirnos realizados.

¿Acaso no estaba Cristo Jesús describiendo la compleción del verdadero ser cuando dijo a los fariseos: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está dentro de vosotros”? Lucas 17:20, 21 (según la versión King James de la Biblia).

No hay nada más satisfactorio y recompensador que discernir y demostrar la compleción de la verdadera identidad momento a momento. Ello aporta mucha belleza, armonía, satisfacción y logro en nuestra experiencia.

No medimos más la compleción según las circunstancias. Mas en forma creciente, nuestras circunstancias expresan el reino de los cielos dentro de nosotros.

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