En la Ciencia Cristiana, aprendemos a ver a los demás y a nosotros mismos como ideas divinas de Dios, satisfechas y completas, y no como mortales frustrados e incompletos.
La verdadera identidad sólo participa de los elementos divinos del ser. Es enteramente buena, no es una amalgamación de bien y de mal, de Espíritu y de carne. Representa la naturaleza espiritual de Dios, el bien. El entendimiento y la progresiva demostración de esta verdadera identidad anulan y destruyen las llamadas leyes destructivas y limitativas de la mente mortal y de la materia.
La salud, felicidad, compleción y todas las otras cualidades espirituales de Dios, de ninguna manera dependen de la materia ni son afectadas adversamente por ella. Toda cualidad espiritual de Dios está intacta. El creador, completo de por sí y conteniendo todo en sí mismo, y Su expresión, el hombre y el universo, constituyen la totalidad del ser. No existe ningún otro ser. Cualitativamente, cada uno de nosotros refleja, en realidad, toda la compleción que existe.
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