¿Qué medida usaríamos para calcular la abundancia? Consideremos, por ejemplo, la provisión de agua corriente. ¿Es nuestro concepto de abundancia un lago que se extiende por kilómetros? ¿Una vertiente en una montaña? ¿Un río que se desborda? O ¿está limitada a la llave de agua de nuestra cocina; o a un pozo aislado, si vivimos en un desierto?
Si tenemos un pobre concepto de provisión, nuestros recursos serán limitados. Necesitamos cambiar el estrecho concepto de las limitaciones mortales por el de abundancia espiritual mediante la clara e inteligente comprensión de lo que realmente es la sustancia y de dónde viene.
Si la sustancia fuera medida por posesiones o ingresos materiales, sería limitada, finita; no tendría una base segura. Es obvio que necesitamos ver mucho más profundo que eso: necesitamos recurrir a Dios, la fuente de todo bien; y la provisión de Dios es permanente.
Para apreciar plenamente esta declaración trascendental de que Dios es la fuente de nuestra provisión, tenemos que aprender a ver más allá de un concepto limitado — más allá de una entrada mensual u otro medio material (la llave de agua o el pozo)— hacia la infinitud, hacia los recursos ilimitados de Dios. La infinitud no puede ser medida, como tampoco puede ser medido Dios; jamás puede agotarse, jamás puede sufrir escasez. La Sra. Eddy, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, hace énfasis sobre la necesidad de apartarse del testimonio material y recurrir a Dios, a lo que es real y eterno. Escribe: “Debemos examinar profundamente la realidad en vez de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 129.
La atención de Cristo Jesús no se concentraba en “el significado exterior de las cosas”. Él no era un propietario importante, no recibía un salario ni tenía acciones o bonos; no obstante, no se sabe que haya estado necesitado. Sabía que Dios satisfacía toda necesidad.
Dios, el bien siempre presente, es un Padre-Madre bondadoso que provee a Sus hijos de todo lo que necesitan. ¿Qué es, entonces, lo que quisiera impedir que recibamos ese bien? Cuando una nube oculta al sol, el sol no ha dejado de brillar. Tan pronto como la nube se despeja, volvemos a gozar del calor del sol.
El temor, el pecado, la enfermedad — incluso la muerte — pueden ser comparados con el “vapor” del cual se habla en el Génesis: “Subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra”. Gén. 2:6. Esas experiencias parecen oscurecer temporariamente el poder y la presencia de Dios, pero no tienen poder; Dios no las ha creado. En la manera actual de pensar, el vapor toma la forma de desempleo, escasez, pobreza, inflación, es decir, una colección variada de condiciones distorsionadas, inarmónicas. Estas tergiversaciones acerca del gobierno armonioso de Dios y del gobierno del hombre y del universo desfilan ante nosotros cada día, y es posible que nos mesmericemos y aceptemos el cuadro falso por el verdadero. Pero una comprensión más clara de la presencia de Dios — la cual está con nosotros ahora — despeja el vapor de la falta de armonía. A medida que comprendemos que Dios no ha cambiado, que todavía está proveyendo sólo el bien en abundancia, vemos que Su cuidado bondadoso incluye a cada uno de nosotros.
Recurriendo al Espíritu, nos damos cuenta de que la sustancia es Dios. La sustancia verdadera jamás puede agotarse o disminuir. Y como hijos e hijas de Dios, somos herederos del bien perpetuo. Esa herencia consiste en cualidades tales como sabiduría, utilidad, amor, pureza y justicia, de hecho, todas las cualidades que son nuestras a medida que reflejamos a Dios, a medida que reflejamos Vida, Verdad, Amor, Alma, Espíritu, Mente, Principio. Y las cualidades de Dios son otorgadas al hombre, Su amado hijo, sin medida.
Cualquier aparente escasez es una nebulosidad del pensamiento, una falsa creencia de que el hombre ha sido separado de su fuente divina, Dios. Pero el hombre es la expresión completa de la Mente perfecta. La idea de Dios, la Mente infinita, es ilimitada y está completamente satisfecha. Y puesto que Dios no sabe de escasez, Su idea, el hombre, jamás está separado del bien. Dios está siempre presente; Él llena todo el espacio. Entonces, la sustancia — de hecho, todo bien — tiene que estar siempre presente y llenar todo el espacio. ¡Qué maravilloso e inmensurable concepto de provisión!
Las dificultades, toda forma de escasez, el desempleo, son nubes que tratan de hacernos creer que no hay suficiente bien para todos. El temor puede que sugiera que no hay abundancia de empleos, de alimento, dinero, viviendas; o tal vez, hasta que no hay suficiente Dios. Pero Dios, el Amor divino, jamás hizo tales decretos. Por muy fuerte que esos temores parezcan gritar, jamás pueden oscurecer la abundancia espiritual de Dios. Dios es la fuente de nuestra provisión, y es a Él, nuestro Padre bondadoso, a quien recurrimos para satisfacer nuestras necesidades diarias.
Cuando mi hermana y yo éramos niñas, mi madre se quedó sin un centavo y totalmente incompetente para ganarse la vida. Antes de casarse, nunca había trabajado, pero había sido dama de compañía de una señora de la nobleza. No obstante, tenía total confianza en Dios. No tenía ninguna duda de que si ponía a Dios primero, todo lo demás marcharía bien. Y así fue. De maneras maravillosas, tuvimos alimento y entradas de dinero mientras mi madre encontraba empleo.
Si bien su primer empleo no era muy apropiado, pronto tuvo otra oportunidad de emplearse. Esto ocurría durante la Segunda Guerra Mundial, y mi madre estaba agradecida de trabajar en una fábrica de municiones. El trabajo era duro y pesado, e incluía trabajar por turnos; pero confiando totalmente en Dios, mi madre fue sustentada durante los cuatro años que trabajó allí. Cuando terminó la guerra, despidieron a las mujeres de la fábrica. Fue en esa oportunidad que mi madre decidió poner en acción su deseo de ayudar a otros mediante la Ciencia Cristiana, y solicitó registrarse como practicista de la Ciencia Cristiana. No tenía ahorros u otra entrada, pero sabía que Dios la proveería. Y Él lo hizo. Permaneció inscrita en el The Christian Science Journal hasta que cumplió ochenta y dos años de edad, demostrando en cada paso del camino que Dios era su fuente de provisión. La familia jamás miró hacia atrás.
Si la entrada de dinero se ve como un salario, entonces está medida y es finita. Pero si vemos nuestra provisión como la corriente infinita de ideas espirituales que vienen de Dios al hombre — ideas que pueden ponerse en práctica diariamente — entonces jamás está limitada. La bondad de Dios jamás puede interrumpirse. Cuanto más clara sea nuestra comprensión de Dios, tanto más abundante será nuestro concepto de ingresos. Si consideramos que dependemos de un salario, cuanto más lo usemos, menos tendremos. No obstante, cuanto más usemos nuestra comprensión de Dios, tanta más comprensión tendremos para usar: las ideas de Dios se multiplican con el uso.
En la experiencia arriba mencionada, hubo un día, antes que mi madre encontrara empleo, que no había nada que comer en la casa. Mi madre oró, sabiendo confiadamente que Dios pondría una mesa para nosotros en el desierto como hizo para los hijos de Israel. Citó con seguridad uno de sus pasajes favoritos de la Biblia: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Mal. 3:10.
Cuando volví a casa del colegio había una caja grande — llena de alimentos — sobre la mesa. Una amiga que vivía en una granja distante algunos kilómetros se sintió impulsada a llamar a mi madre, y poniendo dentro de una caja todo lo que podía obsequiar, convenció a su esposo, que estaba muy ocupado, para que la llevara en automóvil a la ciudad. Ella no sabía de nuestra difícil situación, pero dijo sencillamente: “Dios me dijo que tenía que venir a verte hoy”.
La Sra. Eddy escribe: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis: ¡Qué gloriosa herencia se nos da mediante la comprensión del Amor omnipresente! Más no podemos pedir; más no podemos desear; más no podemos tener. Esta dulce seguridad es el ‘Calla, enmudece’ para todo temor humano, para el sufrimiento de toda clase”.Escritos Misceláneos, pág. 307.
Dos palabras importantes para mí en este párrafo son: “jamás dudando”. Si oramos a Dios sinceramente, también tenemos que confiar en que, como fuente divina de provisión, Él ha escuchado nuestra oración y nos sacará de la oscuridad, del temor a la escasez; tal vez no en la manera que hemos anticipado, pero con ayuda certera. Dudar es verse envuelto una vez más en el vapor; orar es hacer cauces para que la corriente de bondad enriquezca nuestra vida. El hombre, la manifestación perfecta de Dios, no vive en la oscuridad ni en el mesmerismo de que “no hay suficiente”. Aquí mismo, ahora mismo, podemos demostrar que la provisión de Dios para nosotros es el bien rebosante, una abundancia que no puede ser medida. El Salmista nos asegura con confianza: “No abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará a su heredad”. Salmo 94:14.
Porque Dios te ama, Él cuidará de ti.
Y si así viste Dios la hierba
que hoy está en el campo,
y mañana es echada al horno,
¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer,
ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.
Lucas 12:28, 29
