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Daniel: un hombre de valor

Del número de febrero de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos años, vi una obra de teatro sobre la vida de una persona que estaba en una posición prominente y se oponía a comprometer sus creencias, a pesar de las presiones predominantes. Aun cuando la situación amenazaba su vida, no capituló. En todas las épocas hay unas pocas personas que destacan mucho porque tienen el valor de permanecer firmes en sus convicciones.

La historia de Daniel en la Biblia describe a tal persona. Fue escrita hace más de dos mil años, en una época en la que un agresivo gobernante griego y pagano estaba oprimiendo a los judíos por causa de su fe, y esta ley es tan vital y aplicable hoy en día como entonces. El autor, hablándole al pueblo judío, vio la necesidad de valor moral en la sociedad de su época. Rodeados de personas cuyos valores y creencias se oponían a las de ellos, necesitaban dirección e inspiración para fortalecerse en épocas de presiones mundanas. Más aún, era preciso que supieran que el vivir correctamente tiene sus recompensas. Para seguir al único Dios verdadero, era preciso comprometerse. Estas personas, dice un comentario bíblico, “estaban enfrentando una situación en la que, si no eran completamente leales a Dios, se perderían. Es la situación que afrontamos hoy”.The Interpreter's Bible (Nashville, Tennessee: Abingdon Press, 1956), VI, pág. 357.

¿Son los dioses actuales de la materia, la satisfacción física, la personalidad, el dinero, la posición, la fama y demás, muy distintos a los venerados ídolos del pasado? El valor que se necesitaba hace más de dos mil años proviene de la misma fuente del que ahora necesitamos para evitar las emboscadas de falsos dioses. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “Se requiere valor moral para enfrentar al mal y proclamar lo que es justo”.Ciencia y Salud, pág. 327.

¿Cómo se logra el valor moral? Veamos la respuesta dada por el autor del libro de Daniel. Inspirándose en la historia y tradiciones anteriores de su pueblo, describe a un joven hebreo que vivió cautivo en la Babilonia pagana. A Daniel, junto con tres compañeros, se le estaba preparando para desempeñarse en la corte real. Como parte del programa, se esperaba que los cuatro jóvenes comieran de la “provisión de la comida del rey” (ver Daniel 1:5). Sin embargo, tal comida podría incluir ingredientes ilícitos y contaminados para ellos por ser judíos, seguidores del único Dios; por tanto, Daniel y sus amigos sintieron que no podían comerla. En su lugar, pidieron que se les diera legumbres y agua.

Daniel tenía ante sí la posibilidad de ser respetado, de estar físicamente cómodo y seguro. A menudo nos encontramos en situaciones similares. Se nos dice que, si sólo cedemos ante ciertos requisitos mundanos, tendremos asegurada la satisfacción, la paz y la seguridad. Y, con frecuencia, como en este asunto de comer de “la comida del rey”, los requisitos parecen muy pocos.

No obstante, es de suma importancia ver claramente el valor de las prioridades, como lo hizo Daniel. Este claro sentido de lo que es correcto, independientemente de las circunstancias, le dio fortaleza. Él y sus amigos eran decididamente fieles a su Dios; y después de un período de prueba en el que se abstuvieron de comer la comida real, se vio que su condición era aún mejor que la de aquellos que la habían comido. Y además, la Biblia declara que los hebreos eran ricos en sabiduría y entendimiento.

Más adelante en su carrera, Daniel fue presionado por rivales envidiosos a abstenerse de orar a Dios. Hasta hicieron que esas oraciones fueran una violación castigada con la muerte. Nuevamente, sus convicciones permanecieron firmes. Por haber adoptado esa posición, fue echado en el foso de los leones. Como sabemos, su valor y confianza una vez más lo restituyeron y, de acuerdo con el relato, el resultado fue que la influencia del monoteísmo se extendió por esa tierra.

¿Cómo podemos nosotros, al igual que Daniel, resistir la presión y la tentación? La comprensión y la confianza son dos cosas vitales para lograrlo. De la misma forma en que Daniel debió entender que el destino no está determinado por los caprichos de dioses a la semejanza de hombres, así podemos saber que la vida del hombre no es el producto de la fortuna ciega ni de las probabilidades. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana leemos: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor, incorpóreos, divinos, supremos, infinitos”.Ibid., pág. 465. Es natural, entonces, que confiemos en Dios. Y esta confianza es la base sobre la cual se funda el gran valor moral y las prioridades evidentes. Desde este punto de vista podemos empezar a acercarnos a la confianza absoluta que Daniel expresaba cuando entró en el foso de los leones.

La satisfacción genuina y el progreso — las metas que a menudo motivan a las personas a doblegarse a distintas presiones — no provienen de las situaciones humanas. Surgen del desarrollo en el pensamiento de cualidades divinas como la bondad, la inteligencia, la alegría, el amor y la integridad. Y las situaciones en que nos encontremos van a ser dirigidas con éxito en la proporción en que utilicemos estas cualidades divinas.

Una circunstancia humana es temporal; junto con la satisfacción o alegría temporales que puedan ofrecer está el temor de lo que pueda cambiar en el futuro. Las posesiones de una persona pueden serle arrebatadas; la fama o la popularidad pueden desvanecerse tan rápidamente como se obtuvieron; un buen empleo puede terminar. Pero la paz y la estabilidad ganadas por haber fundado la vida en la sólida base de cualidades espirituales nunca puede abandonarnos ni fallarnos.

De ahí la necesidad de mirar más allá de la definición de propósito generalmente aceptada para adquirir una comprensión más clara de lo que somos. Somos los hijos del Padre, divino, incorpóreo, supremo, y vivimos para expresar Su naturaleza. Siglos después de la época descrita en la historia de Daniel, Cristo Jesús dio a sus seguidores una directiva clara sobre el tema de las prioridades. Dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.

Daniel no tuvo una vida fácil. Enfrentó continuos desafíos. ¿Pero acaso no todo esfuerzo útil lleva consigo desafíos que hay que vencer? ¿Y no surge a menudo una profunda satisfacción de enfrentarlos con éxito? Así debió suceder con Daniel a medida que enfrentaba con valor y firmeza cada nuevo obstáculo y lo vencía con éxito.

Pero alguien puede preguntar: “¿Por qué hacerlo? ¿Por qué tomarse tantas molestias para ir en contra de la corriente general? Porque a medida que nos esforzamos por superar desafíos mediante la oración, llegamos a ver y a demostrar lo que somos realmente. El reconocimiento del único Dios todopoderoso, la lealtad a Él y una comprensión creciente de Su naturaleza espiritual nos guían a la comprensión de nuestra propia naturaleza indestructible como ideas espirituales de Dios.

Las presiones superficiales de la vida diaria se vuelven secundarias a medida que vemos que el propósito primordial del hombre es expresar a Dios, Vida, Verdad y Amor, y que Su expresión total incluye un lugar vital para cada uno de nosotros. Luego, a pesar de lo que pase durante las diferentes etapas del pensamiento humano — los cambios en la opinión general, las normas morales, o filosofías políticas — tenemos un punto de apoyo firme. Y más que eso, tenemos una fuente de alegría genuina y duradera. El valor moral merece el esfuerzo. El mundo tiene gran necesidad de más Danieles.

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