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Hace alrededor de ocho años me percaté de que una mancha en mi...

Del número de febrero de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace alrededor de ocho años me percaté de que una mancha en mi cuerpo había cambiado radicalmente de apariencia. En ese entonces, las urgentes advertencias al respecto que se hacían al público a través de los medios de difusión, vinieron a mi mente. Y en vez de refutar estas agresivas sugestiones de la creencia mortal por medio de la oración, ignoré el problema. Meses después, fue evidente que la condición empeoraba, y fue preciso que hiciera uso de vendajes. El temor con que había vivido durante muchos, muchos meses, salió a la superficie.

Por un tiempo recibí ayuda de un practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), la cual me fue brindada amorosamente. Pero más tarde, debido a determinadas circunstancias, me pareció mejor tratar de solucionar este problema a solas con Dios. También me pareció importante que ninguna otra persona, sobre todo mi familia, se enterara de esta condición. La ropa que usaba ocultaba esta dificultad, y siempre hubo maneras razonables de evitar las pocas actividades que entonces no me era posible desempeñar.

Durante ese tiempo me aferré a las enseñanzas de la Biblia, y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Estudié a fondo la respuesta que la Sra. Eddy da a la pregunta “¿Qué es sustancia?”, que comienza (página 468): “Sustancia es aquello que es eterno e incapaz de discordancia y decadencia”. La siguiente frase, de la página 91, también me ayudó a elevar mi estado de ánimo: “El primer postulado erróneo de la creencia es, que la sustancia, la vida y la inteligencia son algo que está separado de Dios”.

Cuando el temor parecía tan intenso que no podía concentrarme en estudiar, leía himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana y los testimonios de curación en el The Christian Science Journal y el Christian Science Sentinel. Apenas podía esperar a que llegara cada una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana (encontraba mucho consuelo al leer las curaciones de los demás). Los artículos eran como si mantuviera conversaciones con practicistas, maestros y otros Científicos Cristianos experimentados. Uno de estos artículos contenía la declaración que el temor y la duda no eran dioses y no podían detener el poder supremo de Dios. Esta poderosa declaración de la verdad me fortaleció en una ocasión cuando el temor y el desaliento me oprimían tanto que a veces me preguntaba si llegaría a sanar de esta condición.

Un día, súbitamente no sentí más temor. Esto persiste como la parte más maravillosa de la experiencia. Los síntomas físicos no habían cambiado, pero simplemente ya no sentía miedo alguno. Había vivido con temor por tanto tiempo, que verme libre de él repentinamente me pareció absolutamente milagroso. No obstante, después de examinar mis pensamientos, me di cuenta de que me había convencido de que mi problema físico no incidía en mi bienestar, ya que Dios mantenía mi vida y que nada discordante podía dañarla. Una vez que desapareció el terrible peso del temor, me sentí llena de gozo y convencida de que la curación sería completa.

Más adelante, solicité tomar instrucción en clase de la Ciencia Cristiana, y fui aceptada. Aquellas dos semanas de profundo estudio sistemático de la Ciencia Cristiana me aportaron un progreso notable en mi entendimiento espiritual. Al cabo de unos meses, un día me di cuenta de que la condición física había desaparecido sin haberlo notado. Ni siquiera me sorprendí al descubrir esto, ya que la curación pareció tan natural.

Ya han transcurrido cinco años desde esa curación. Anteriormente, había experimentado otras curaciones y he tenido varias desde entonces, pero ésta permanece como la marca en mi entendimiento creciente de la Ciencia Cristiana y de la gran bondad de Dios para con Sus hijos.


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