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Moralidad: un aspecto esencial de la curación cristiana

Del número de febrero de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué capacitó a Cristo Jesús para curar por medios espirituales solamente? Un profundo estudio de la Biblia revela que el poder sanador del Maestro procedía de su gran bondad y amor por la humanidad. Era, de hecho, su semejanza a Dios — su expresión inspirada por Dios de las cualidades divinas — ésa era la fuente de su incomparable poder, para hacer el bien y aliviar los sufrimientos de la humanidad.

En los Evangelios encontramos evidencia innegable de la naturaleza pura e impecable de Jesús y de su amor desinteresado; de su consciente unidad con Dios, Espíritu divino, el Padre de todos; y de su independencia de la sensualidad. La Ciencia Cristiana enseña que su fiel reflejo de estas características divinas lo capacitaron para dar, con convicción y credibilidad únicas, testimonio de la eterna presencia de Dios, el bien, y del universo y el hombre perfectos y espirituales. Con esta visión ayudó a otros. Mediante su libertad espiritual e integridad propia del Cristo reconoció la totalidad del Espíritu divino y la nada de todo lo que no derivara de Dios, Amor infinito, y esto le dio el poder para expulsar los males morales de quienes pecaron, para sanar a quienes estaban enfermos y apesadumbrados, para alimentar a los hambrientos, calmar tempestades, e incluso resucitar a los muertos. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Jesús fue el concepto humano más elevado del hombre perfecto. Era inseparable del Cristo, el Mesías — la idea divina de Dios afuera de la carne. Eso capacitó a Jesús para demostrar su dominio sobre la materia”.Ciencia y Salud, pág. 482.

Al dar respuesta a una pregunta hecha por uno de sus discípulos, Cristo Jesús explicó cómo otros podían obtener la autoridad que él tenía sobre la discordia: “Yo soy el camino”, dijo, “y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Juan 14:6. Él sabía que Dios es el creador de todo, y que el hombre es la expresión de Dios, hecho a la imagen divina. Él demostró esto en su vida. También indicó que al seguir su impecable manera de pensar y de vivir — al someterse a la voluntad divina y al manifestar en la vida diaria, como él lo hizo las cualidades del Padre, Vida, Verdad y Amor — otros podían gobernar de la misma manera las condiciones materiales.

El Maestro demostró que estas cualidades son la sustancia verdadera del hombre. Él enseñó que, mediante la comprensión propia del Cristo, aumentamos nuestra capacidad para manifestar la imagen divina — nuestra naturaleza verdadera dada por Dios — y con ello borrar las imágenes distorsionadas de la existencia mortal tanto en nuestro beneficio como en el de los demás. Como él explicó: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10.

Hoy en día la exigencia es idéntica. La Ciencia Cristiana enseña que quienes aspiran a seguir el ejemplo del Maestro de sanar a los enfermos por medios espirituales tienen que manifestar y vivir las cualidades de Dios. Tienen que esforzarse por dar testimonio de la presencia de Dios expresando cada vez más, y diariamente, en pensamiento y obra, la consciencia pura y las cualidades espirituales características del Cristo, el hijo de Dios, manifestadas por Cristo Jesús de manera perfecta en poder divino y bondad humana. Tiene que demostrarse que Dios, el Padre, mora dentro de nosotros, puesto que es el poder del Padre universal, Dios, Espíritu, Verdad, y Amor divinos — más bien que la pericia o voluntad humana — lo que cura.

La afinidad de la moralidad con la práctica de la curación espiritual es fundamental. Refiriéndose al sistema de la curación por la Mente que ella descubrió, la Sra. Eddy escribe: “Su farmacia es moral y su medicina es intelectual y espiritual, aun cuando se utilice para la curación fisica”.Ciencia y Salud, pág. 460. Ella insistió en que los que aspiraran a ser sanadores cristianos en nuestros días tenían que esforzarse por ser gobernados perpetuamente por Dios, el Principio inmortal. Tenían que dejar que hubiera en ellos la Mente que “hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5. Tenían que esforzarse por tener su pensamiento tan lleno del Espíritu divino que los elementos materialistas e inmorales estuvieran excluidos. A través de las páginas del libro de texto de la Ciencia Cristiana, ella explica que sólo mediante la obediencia a los Diez Mandamientos y al Sermón del Monte se puede practicar exitosamente el poder sanador de Dios en la humanidad y eliminar la discordia como Jesús lo hizo. Escribe: “Vuestra influencia para bien depende del peso que echéis en el platillo correcto de la balanza. El bien que hacéis e incorporáis os da el único poder obtenible”.Ciencia y Salud, pág. 192.

Cuanto más se purifican nuestros pensamientos mediante el reconocimiento de la totalidad de Dios, la Mente divina, tanto menos somos inducidos a que nos impresionen las imágenes de peligro y enfermedad que nos presenta la mente carnal, lo que San Pablo llama “enemistad contra Dios”. Rom. 8:7.

Cuanto más conscientes estemos de la infalible e imparcial generosidad del Amor infinito que cuida y satisface tiernamente todas las necesidades de todo objeto en la creación, tanto menos nos impresionarán las apariencias mortales de escasez.

Cuanto más nos aproximemos a la perfecta expresión del Espíritu y la Verdad en la vida diaria, tanto menos estaremos inclinados a aceptar las insidiosas pretensiones de que la materia y los sentidos materiales son capaces de darnos más gozo y satisfacción que el Alma y sus sentidos espirituales.

Cuanto mejor comprendamos la Ciencia del Cristo, tanto menos nos engañará la sugestión inmoral de alejarnos de las exigencias imperativas del Decálogo de Moisés. No caeremos en la tentación de entregarnos a prácticas sensuales, deshonestas o hasta levemente cuestionables. El estudiante del libro de texto de la Ciencia Cristiana tiene que ver claramente que no es conveniente desviarse de los Diez Mandamientos. Ellos proceden del Principio divino, Dios; ellos nos exigen que seamos estrictamente honestos, justos, respetuosos de la ley, afectuosos y moralmente rectos de acuerdo con la naturaleza de nuestro creador; y están acompañados con la promesa de que el amor y la obediencia a estos reglamentos aseguran ricas recompensas.

Podemos estar seguros de que estas recompensas están al alcance de todos nosotros. Hace siglos, Cristo Jesús trajo esperanza aun a aquellos a quienes la sociedad clasificaba como parias irremediables. Predicó la comprensión propia del Cristo de la verdadera naturaleza del hombre como el propio hijo de Dios, y esta verdad sanadora se profundizó en el pensamiento humano para redimir a los pecadores como también para restaurar la salud a los enfermos. Hoy en día, este mismo Cristo, la Verdad, está igualmente presente y es igualmente poderoso para fortalecernos en nuestra resolución para hacer solamente lo que es justo. El sincero deseo de actuar de acuerdo con el Principio divino es oración que está invariablemente apoyada con omnipotencia y cuyo éxito está asegurado.

La inmoralidad en cualquier forma es una negación del Principio perfecto. Es la supremacía de la bondad divina la que los sanadores espirituales aspiran a establecer en su propia experiencia presente y en la de otros. Si fracasan en obedecer las leyes de Moisés para el comportamiento humano — o si infringen las reglas de la sociedad que han sido puestas en vigor de acuerdo con estas leyes divinamente reveladas — pierden el derecho, en cierto grado, a la habilidad de ver el cumplimiento de la ley de Dios. La abundancia, la salud y la armonía son eclipsadas en su práctica sanadora como también en otros aspectos de su vida.

En su Sermón del Monte, Cristo Jesús condenó la hipocresía de la devoción insincera a las exigencias de Dios al mismo tiempo que nos separamos del espíritu de ellas en nuestro corazón. Explicó que incluso enojarse en pensamiento con nuestro prójimo o despreciarlo perjudicaría nuestro propio bienestar y la eficacia de nuestras oraciones. Tiene que deducirse por cierto que incluso lo que podríamos considerar como inmoralidades menores — momentos de enojo o mala voluntad, la improbidad de malversar los fondos de una caja chica, estacionar ilegalmente nuestro automóvil, o toda clase de engaño — puede de igual manera debilitar nuestro poder para curar mediante la declaración de la ley de Dios de perfección. Jesús dijo: “Si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” Mateo 6:23. Sin duda, la moralidad estricta, la cual es la más elevada representación humana de la bondad divina, es ahora y siempre ha sido un concomitante esencial de la curación cristiana.

El propósito de la Iglesia de Cristo, Científico, es dar al mundo una comprensión demostrable de las palabras de Cristo Jesús y de mostrar cómo los cristianos de hoy en día pueden curar siguiendo su enseñanza y práctica. Todas las actividades de esta Iglesia fueron establecidas con esta intención, incluso The Christian Science Journal, el cual durante más de cien años ha estado dando testimonio de la divina Ciencia de la Verdad y el Amor y la manera cristiana de demostrarla con señales que la siguen.

Desde el comienzo del Journal en 1883, éste ha explicado la importancia de la moralidad en el establecimiento y preservación de la salud tanto física como mental. Con el subtítulo en sus primeros años: “Un diario familiar independiente, para promover la salud y la moral”, valientemente ha mantenido el vigoroso mensaje cristiano de que sólo Dios, el bien, tiene el poder para curar, y continuará manteniéndolo durante todo el tiempo que el mundo tenga necesidad de que se le recuerde este hecho.

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