¿Es importante ser honrado? Muchas personas por cierto no dudarían en responder afirmativamente, tal vez citando los efectos destructores de la falta de honradez en la fibra moral de la sociedad y en nuestro respeto propio.
Sin embargo, la honradez es más importante que eso. Es absolutamente indispensable. Para entender la naturaleza de la realidad y demostrar que la verdadera posición del hombre es la de la imagen de Dios, la honradez debe impregnar cada aspecto de nuestra experiencia; debe ser un ingrediente esencial en todos los detalles de nuestros asuntos humanos. Cuando es forjada por el sentido espiritual, la honradez constituye un poder que nos permite romper con la esclavitud del pecado y la falsedad para poder reconocer más claramente en nuestra vida la inmediata presencia salvadora y la ley de la Verdad divina que gobierna.
El desarrollo de una fidelidad a la Verdad de tono profundo produce a hombres y mujeres honrados que están calificados para conocer el reino de Dios. En realidad, no hay salvación sin honradez. La Primera Epístola a Timoteo habla de la necesidad de orar por la humanidad, incluso por nuestros políticos gobernantes, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. Y el autor continúa su exhortación declarando: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Ver 1 Tim. 2:1–4.
La exigencia en la versión Reina-Valera de la Biblia de “honestidad” abarca toda clase de comportamiento honrado y dignificado. Cuando miramos el mundo a nuestro alrededor, esta dignidad moral a veces parece escasear. En política, negocios y conducta individual, la gente casi ha llegado a esperar cierto grado de fraude, engaño o desviaciones convenientes de lo correcto. La integridad en aspectos importantes de la vida a menudo requiere sustancial valor. La integridad firme, practicada diariamente, requiere amar con sinceridad el bien y ser constantemente leal al Principio divino.
La integridad sobre una base espiritual — ejercida firmemente en nuestras actividades y no atenuada por el temor o el egoísmo — puede servir de confirmación dinámica de la verdadera compleción, pureza innata y probidad del hombre. Cuando se basa en una comprensión del propósito divino del hombre de expresar y glorificar sólo a Dios, nuestra expresión de integridad aporta un ánimo sanador de buena voluntad y respeto mutuo en las familias, los negocios, las comunidades y las iglesias.
Por otra parte, la falta de honradez se opone a la ley de Dios y termina haciéndose pasible de castigo. A veces, el sufrimiento puede ser agudo. Para desarrollar una base sólida de integridad en nuestra vida, tenemos que sacar a luz todas las tendencias mortales (rasgos falsos de la mente humana) que quisieran alejarnos de la Verdad. Algunas de las tentaciones podrían incluir sugestiones de que la materia es lo que satisface; o que el prestigio y la posición mundanos son lo único que importa; o que, para ser feliz, es necesario acumular posesiones materiales; o que puede obtenerse el bien subrepticiamente.
Pero podemos enfrentar con valor estas tendencias y despojarlas de su supuesta influencia en nuestro pensamiento al reconocer que no provienen de Dios y, por ende, no tienen sustancia ni lugar en la consciencia del hombre. Mediante la oración podemos empezar a comprender y a percibir que el hombre verdadero es el reflejo espiritual de Dios, el Principio divino. Como manifestación de la Verdad infinita, nuestra naturaleza individual da testimonio sólo de lo que es verdadero, bueno y puro.
El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, nos proporciona muchas pruebas que nos hacen recomendar la honradez como elemento necesario para llevar a cabo nuestra salvación. Y la Ciencia Cristiana también enseña que todo pensamiento, palabra o acto erróneo acarrea su propio castigo. Aun así, el libro de texto sostiene (pág. 327): “El temor al castigo jamás ha hecho al hombre verdaderamente honrado. Se requiere valor moral para enfrentar al mal y proclamar lo que es justo”.
Ciencia y Salud continúa en el mismo párrafo con una apreciación realista de lo que se necesita para guiarnos hacia la honradez cuando nuestro sentido moral y espiritual puede estar sumergido en la materialidad. “Por medio de la consciencia humana”, declara el libro de texto, “convenced al mortal de su equivocación en recurrir a medios materiales para alcanzar la felicidad. La razón es la facultad humana más activa. Dejad que ella informe a los sentimientos y despierte el dormido sentido de obligación moral del hombre, y gradualmente se dará cuenta de la nada de los placeres del sentido humano y de la grandeza y felicidad del sentido espiritual, que acalla lo material o corporal. Entonces el hombre no sólo será salvado, sino que está salvado”.
La integridad pura es también una cualidad que quien desea ser un sanador cristiano científico debe alcanzar y demostrar. La curación por medio de la oración — mediante la comprensión espiritual de que el verdadero ser del hombre es la expresión espiritual, o idea, de la Mente divina — no permite nada menos que la norma más elevada de integridad. Siempre necesitamos ser íntegros con nosotros mismos para ver cualquier error específico o pecado que deba ser expulsado para dar lugar a nuestra propia curación. Y es preciso siempre ser íntegro con los demás para ver que la verdadera identidad de quien sufre, es puramente espiritual y sana, incontaminada por las falsedades mortales y obligaciones materiales.
Más aún, el motivo de nuestro deseo de sanar debe descansar firmemente del lado de Dios: adorar y glorificar a Dios, demostrar Su omnipotencia, probar en humildad que el verdadero propósito del hombre es reflejar perfectamente el Alma divina. Y sentimos el deseo de sanar a otros porque amamos a Dios y a la humanidad con corazón rebosante. No perseguimos ganancias egoístas en el ministerio sanador. Ciencia y Salud afirma: “Un móvil maligno implica fracaso. En la Ciencia de la curación por la Mente es indispensable de ser honesto, puesto que la victoria está del lado del bien inmutable”.Ciencia y Salud, pág. 446.
Podemos considerar la vida y enseñanzas de nuestro Maestro, Cristo Jesús, como el modelo supremo de integridad. Las tentaciones del diablo, los argumentos y amenazas de los escribas y fariseos, la mofa y el odio de quienes querían destruirlo, los enfrentó todos desde el punto de vista de la integridad espiritual. Jesús probó una y otra vez que la Verdad divina es lo que libera. Su ejemplo no permite mácula de fraude, engaño o charlatanería en la obra de la vida de sus seguidores. El ministerio salvador del Maestro brilla a través de los siglos como un faro de guía y esperanza para quienes tienen la fortaleza, paciencia y valor de plantarse radical y exclusivamente en el Principio divino.
En nuestra carrera individual, el amanecer del sentido espiritual es fundamental en el desarrollo de una naturaleza verdaderamente honrada. Sin duda, la honradez misma es esencial para nuestro progreso y salvación. La honradez se da la mano con la vitalidad espiritual.
