Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

[Original en francés]

La Ciencia Cristiana llegó a mí durante un tiempo particularmente...

Del número de febrero de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana llegó a mí durante un tiempo particularmente difícil de mi vida. Durante muchos años yo había estado sufriendo de una enfermedad crónica que me causaba gran sufrimiento y que requería que yo tomara medicina varias veces al día. Estaba resignada al sufrimiento, aunque éste me parecía totalmente injusto.

Cada vez que leía acerca de las curaciones de Cristo Jesús, narradas en los Evangelios, me preguntaba: “¿Por qué no podemos hacer lo mismo nosotros?” Un día, mi hija vino a visitarme, y, llena de gran alegría, me dijo: “¡Conocí a unos cristianos que se curan por medio de la oración!” Quedé sorprendida, con dudas, y le pregunté: “¿Cómo lo hacen?” Después de oír su explicación, y a pesar de mis dudas, expresé el deseo de examinar las enseñanzas de estos cristianos: la Ciencia Cristiana. Así es que mi hija me compró un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

Desde un principio, este libro me sorprendió; luego, me interesó más y más. Desde mi temprana niñez, yo había sido una ávida lectora de la Biblia, y estaba fascinada por la interpretación espiritual de las Escrituras que se encuentra en Ciencia y Salud; a veces, me quedaba perpleja por lo que leía. Sin embargo, admiraba la fe de la autora, su valor, su atrevimiento. Entre las ideas maravillosas que encontraba particularmente interesantes estaba lo que ella tenía que decir de la oración silenciosa, la ascensión de Jesús y la irrealidad del mal. Cuando terminé de leer Ciencia y Salud, yo estaba feliz de haber leído algo que compartía tan inteligentes apreciaciones sobre Dios y Su Cristo. Pensé: “Aquí está una Ciencia que tiene que ser estudiada”; empecé a estudiar las Lecciones Bíblicas en la manera en que lo indica el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.

Un día, por casualidad, me fijé en la cajita de madera llena de medicinas. ¿Desde cuándo había yo dejado de tomar medicinas? No lo sabía; me había olvidado por completo de tomarlas. Sin embargo, ¡había sanado de la enfermedad crónica! ¡Qué felicidad! Desde esa curación, no he vuelto a usar medicinas.

Varias veces he tenido la ayuda preciosa de un practicista de la Ciencia Cristiana. Cuando me enfrento a un problema físico o a cualquier otra dificultad, me apresuro a “comprender que la Vida es Dios, el bien, y que el mal no tiene en realidad lugar ni poder en la economía humana o en la divina”. La aseveración completa dice (Ciencia y Salud, pág. 327): “Para los sentidos corporales las estrictas exigencias de la Ciencia Cristiana parecen perentorias; pero los mortales se están apresurando a comprender que la Vida es Dios, el bien, y que el mal no tiene en realidad lugar ni poder en la economía humana o en la divina”.

Estoy profundamente agradecida porque puedo estudiar la Ciencia de todas las cosas. Las palabras de Jesús (Juan 6:63), “el espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”, encuentran su elucidación completa y justa en el inspirado libro de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.


Soy la hija mencionada en este testimonio, y verifico esta curación en la Ciencia Cristiana.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 1984

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.