Cuando mamá o papá nos abrazan, sabemos que nos aman y nos sentimos felices y a salvo.
Ahora bien, Dios es nuestro verdadero Padre-Madre, y Él es Amor. Por tanto, Él nos ama, y Sus brazos siempre nos rodean y nos mantienen a salvo y felices.
No vemos Sus brazos, porque no son “brazos de un cuerpo”, sino “brazos de amor”. Si fueran “brazos de un cuerpo” Él no podría abrazar a todos Sus hijos al mismo tiempo. Pero como son brazos del Amor, Él siempre puede abrazar a todos.
Los brazos del Amor no nos privan de corretear ni de jugar o divertirnos. Pero no nos permiten ser groseros ni desobedientes, ni sentirnos infelices o enfermos. Es sólo cuando nos olvidamos que Dios nos tiene cerca de Él y que nos ama, que nos sentimos mal. Y cuando lo recordamos nos sentimos bien nuevamente.
Muchas personas en la Biblia se acordaron que los brazos del Amor los estaban rodeando, y así estuvieron a salvo, felices y bien. Cristo Jesús siempre lo recordaba. Una vez estaba durmiendo en una barca en un lago grande llamado Mar de Galilea, cuando se levantó una gran tormenta. Sus discípulos se asustaron con el rugir del viento y las enormes olas, por eso despertaron a Jesús. Él no tuvo miedo, y dijo al mar: “Calla, enmudece”. Marcos 4:39. El viento cesó de soplar y el mar se calmó. Entonces, Jesús preguntó a las personas que estaban en la barca por qué tenían tanto temor. No tenían que dejar que el temor los hiciera olvidar el poder y el amor de Dios.
Jesús ayudó a mucha gente a que vieran que los brazos del Amor los rodeaban y que por eso no podían estar tristes, enfermos ni temerosos. Nunca olvidó que Dios lo amaba y que estaba siempre con él en todas partes y en todo lo que hacía.
Un día una niñita estaba tratando de aprender a nadar en el mar. Su papá la sostenía con el brazo en el agua, pero cada vez que la soltaba y ella trataba de nadar por sus propios medios, Juanita se hundía en el agua y las olas le tapaban la cabeza. Continuó tratando de aprender porque realmente quería saber nadar, pues no le gustaba no poder permanecer sobre la superficie. Entonces, Juanita se acordó de algo que había cantado en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Era parte del himno que dice:
Brazos del eterno Amor
guardan a Su creación.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 53.
Ella pensó: “Si los brazos de Dios me guardan realmente, nada tengo que temer”. Pronto, Juanita pudo nadar y disfrutar del mar sin ayuda.
Pero no estaba realmente sola, ¿verdad? Claro que no, porque su Padre-Madre Dios estaba con ella todo el tiempo, así como Él está con todos nosotros.