Abraham, quien vivió casi tantos años antes del nacimiento de Cristo Jesús, como nosotros hemos vivido después de su nacimiento, escuchó el mensaje de Dios para que llevara a su pueblo a un lugar donde pudiera vivir y prosperar. Obedeciendo a Dios, condujo a su pueblo a Canaán, donde encontró una tierra buena para el pastoreo, con árboles y agua. Hoy, como entonces, el hecho es que Dios nos ubica allí mismo donde tenemos que estar cuando obedecemos Su dirección.
A veces es posible que nos preocupe saber si estamos en el lugar más apropiado en cuanto a trabajo, hogar, viajes o relaciones humanas. Si éste es el caso, la respuesta es recurrir a Dios y subordinar nuestro sentido material a la percepción espiritual de Dios, el bien. Sin embargo, tenemos que dar ciertos pasos para que nuestro recurrir a Dios sea eficaz, es decir, tenemos que vigilar, orar y trabajar. La Sra. Eddy muchas veces habla de esta necesidad, y en el primer capítulo de Ciencia y Salud escribe: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación de sí mismo, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con éxito para la cristianización y la salud del género humano”.Ciencia y Salud, pág. 1.
La necesidad de vigilar nuestros pensamientos es continua. ¿Estamos dando cabida a las limitaciones de la creencia humana, limitaciones tales como: la suerte, la edad, la falta de oportunidades y la situación crítica de la economía? Éstos no son realmente los factores decisivos. Al examinar nuestros pensamientos — una especie de control de la calidad mental — nos ayuda a separar los verdaderos pensamientos, los cuales se originan en Dios, de los falsos que se originan en el sentido finito de las cosas. Como Pablo nos dice, debemos llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5. El Cristo, la idea verdadera, nos da las verdades que nos ayudan a ver a través de la falsedad de las limitaciones materiales.
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