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Dios nos da nuestra ubicación

Del número de mayo de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Abraham, quien vivió casi tantos años antes del nacimiento de Cristo Jesús, como nosotros hemos vivido después de su nacimiento, escuchó el mensaje de Dios para que llevara a su pueblo a un lugar donde pudiera vivir y prosperar. Obedeciendo a Dios, condujo a su pueblo a Canaán, donde encontró una tierra buena para el pastoreo, con árboles y agua. Hoy, como entonces, el hecho es que Dios nos ubica allí mismo donde tenemos que estar cuando obedecemos Su dirección.

A veces es posible que nos preocupe saber si estamos en el lugar más apropiado en cuanto a trabajo, hogar, viajes o relaciones humanas. Si éste es el caso, la respuesta es recurrir a Dios y subordinar nuestro sentido material a la percepción espiritual de Dios, el bien. Sin embargo, tenemos que dar ciertos pasos para que nuestro recurrir a Dios sea eficaz, es decir, tenemos que vigilar, orar y trabajar. La Sra. Eddy muchas veces habla de esta necesidad, y en el primer capítulo de Ciencia y Salud escribe: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación de sí mismo, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con éxito para la cristianización y la salud del género humano”.Ciencia y Salud, pág. 1.

La necesidad de vigilar nuestros pensamientos es continua. ¿Estamos dando cabida a las limitaciones de la creencia humana, limitaciones tales como: la suerte, la edad, la falta de oportunidades y la situación crítica de la economía? Éstos no son realmente los factores decisivos. Al examinar nuestros pensamientos — una especie de control de la calidad mental — nos ayuda a separar los verdaderos pensamientos, los cuales se originan en Dios, de los falsos que se originan en el sentido finito de las cosas. Como Pablo nos dice, debemos llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5. El Cristo, la idea verdadera, nos da las verdades que nos ayudan a ver a través de la falsedad de las limitaciones materiales.

¿Qué relación tiene todo esto con estar en nuestro lugar apropiado? ¡Tiene mucho que ver! Por ejemplo, quizás nosotros hayamos aceptado el pensamiento de que nuestro trabajo está a merced de otros, o que estamos estancados en un trabajo con demasiadas presiones y sin ninguna posibilidad de progreso. Pero el Cristo nos dice que le verdadero trabajo del hombre es expresar a Dios. Cuando nos damos cuenta de esta verdad, reconocemos que el origen del pensamiento limitado no está en Dios, de manera que podemos rechazarlo. Así aclaramos nuestros pensamientos para reflejar mejor a Dios y Sus atributos: todo el bien, armonía, orden, dirección y satisfacción. Esto transforma nuestra vida y nos ayuda a ver más claramente dónde debemos estar y qué debemos hacer.

La oración afirma la realidad eterna: que Dios lo gobierna todo y pone nuestro pensamiento en armonía con el Principio divino. La oración reconoce que el hombre es inseparable de Dios, y la totalidad del poder de Dios, y desarrolla así la confianza y el apoyo en el bien, y la expectativa del mismo. La oración es escuchar y recibir los pensamientos de Dios, los cuales nos guían infaliblemente. La confianza radical en la oración trae la armonía de Dios a nuestra experiencia, reduciendo progresivamente nuestro sometimiento a situaciones de inseguridad relativas a la vivienda, trabajos improductivos, viajes inesperados o relaciones humanas discordantes.

También necesitamos trabajar, así como vigilar y orar. Nuestro Señor y Maestro, Cristo Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17. El trabajo a la manera del Cristo es más que aceptar pasivamente la verdad del gobierno de Dios; es expresar activamente esta verdad, diariamente y a toda hora, en todo aspecto de nuestra vida. Es el esforzarse por obedecer los grandes mandamientos de Dios: amar a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma, y nuestra mente, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Ver Mateo 22:35–40. Trabajar como el Maestro trabajó es vivir en armonía con la dirección divina y la revelación que recibimos de la oración.

Podemos seguir el consejo de Pablo: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Filip. 2:12. Cuando enfrentamos la necesidad de percibir más claramente nuestro lugar en el plan de Dios, podemos disciplinar no sólo nuestros pensamientos, sino también nuestras acciones. La Sra. Eddy nos dice: “La práctica y no la profesión, la comprensión y no la creencia, alcanzan el oído y la diestra de la omnipotencia y ciertamente hacen descender bendiciones infinitas”.Ciencia y Salud, pág. 15. Cuando vivimos y trabajamos de manera que expresamos las buenas cualidades de Dios, entonces moramos “al abrigo del Altísimo”. Salmo 91:1. Cuando trabajamos para glorificar a Dios, comprendemos que Dios nos da nuestra ubicación.

En cierta oportunidad, yo era responsable de un programa de la gerencia para el personal de una gran compañía. El director del departamento, mi supervisor, comenzó a hacer esfuerzos para que mi sección coordinara sesiones de terapéutica en grupo, las cuales serían llevadas a cabo por un siquiatra cuyas consultas previas individuales no habían sido satisfactorias. El director siguió adelante con sus planes contrariamente a mis sugerencias y las de los miembros de mi sección.

Muy pronto comencé a sentir resentimiento, rebeldía y un falso sentido de responsabilidad por tener que solucionar este problema. Pensé que debía combatir esta situación yo solo, ¡qué gran error! Una practicista de la Ciencia Cristiana me ayudó con mucho amor a entender mejor mi inseparable relación con Dios, en quien podía confiar para que me guiara. Cuando mencioné que estaba buscando empleo en otro lugar, ella me explicó que yo siempre estaba trabajando para Dios. Empecé a ver que el lugar donde mejor podía servir era donde estaba trabajando en ese momento. Lo que necesitaba cambiar no era el empleo, sino mis pensamientos acerca de él.

Mientras oraba me di cuenta de que, en este caso, en el fondo de mi pensamiento en cuanto a encontrar otro empleo, había un falso concepto respecto a que Dios podía estar en algunos lugares y en otros no. El irme, o el quedarme no dependía de mí. Dejé de planear la manera en que yo pensaba que las cosas debían ser, y puse toda mi confianza en Dios. Yo sabía que la situación cambiaría o que sería trasladado a otro lugar. Poco tiempo después se me presentó una oportunidad para ser transferido a un buen puesto en otra compañía. Salí de una situación discordante, y ocupé mi lugar en donde podía ser útil a los trabajadores, a la compañía y a mi propio progreso profesional. Me sentía feliz con el cambio, pero estaba aún más agradecido por haber vislumbrado la ley de Dios en acción, que mantiene al hombre en su lugar apropiado para siempre.

Si nos sentimos perturbados por nuestra situación, debemos vigilar para ver la nada de los pensamientos que no se originan en Dios, orar para tener la revelación del hecho eterno que gobierna la situación, y trabajar expresando la verdad dada por Dios. Entonces nos damos cuenta de que es Dios quien nos da nuestra ubicación.

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