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ESCUELA DOMINICAL Preparando a la juventud para el mundo de hoy

Preparado para La Iglesia Madre, Departamento Actividades de la Iglesia. Segundo de ocho artículos.

Recibiendo a los niños

Del número de mayo de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una escena notable en los Evangelios presenta a los discípulos preguntando a Jesús: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” Su respuesta comienza con una acción: “Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos”. Después explica la necesidad de ser como niños para entrar en el reino, agregando que “cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe”. Mateo 18:1–5. Bajo la luz de estas palabras, las primeras palabras del Artículo XX del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy adquieren un significado especial: “En las clases de la Escuela Dominical de toda Iglesia de Cristo, Científico, se admitirán alumnos hasta la edad de veinte años...”

La declaración de la Sra. Eddy nos lleva a algunas preguntas importantes:

¿Cuán preparados estamos para “admitir” a estos jóvenes, en el sentido más completo de esa palabra?

¿Qué encontrarán cuando vengan?

¿Es la atmósfera de nuestra iglesia filial, incluso su Escuela Dominical, atractiva y placentera como lugar para aprender?

¿Estamos dispuestos a aprender más con ellos, y de ellos, sobre la naturaleza de Dios y el hombre?

¿Estamos desarrollando en nosotros mismos la verdadera actitud a la semejanza de niño que recibe al Cristo, la Verdad, de buena voluntad?

Cuando las iglesias filiales o sociedades reciben a los alumnos con amor, y les enseñan de manera práctica, están siguiendo el ejemplo infalible de Cristo Jesús. Ver Marcos 9:33–37 y Marcos 10:13–16, por ejemplo. Al establecer la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana como parte de La Iglesia Madre y de toda filial de la Iglesia de Cristo, Científico, nuestra Fundadora, la Sra. Eddy, ha seguido, de hecho, el ejemplo de Jesús; ha llamado a “un niño” y lo ha puesto en medio de nosotros. Nos ha posibilitado para recibir más del Cristo, la Verdad, al recibir a los niños y despertar más a esta semejanza fuerte y espiritual como la de niño que tiene el hombre. Este recibir y despertar es una fuerza para cada iglesia. Al aprender con los niños, profundizamos nuestra espiritualidad y vemos que nuestras iglesias también se renuevan. Este niño en medio de nosotros nos recuerda mantener por siempre nueva y creciente nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana, de Dios y del hombre.

Las nuevas hojas verdes traen nuevo crecimiento al árbol. Sin las hojas, el árbol no puede crecer. Sin el árbol, no habría hojas. Esto ilustra que todos nos necesitamos mutuamente, ya sea que seamos adultos que han estado aprendiendo y practicando Ciencia Cristiana durante muchos años, o niños que están dando sus primeros pasos en su caminar con Dios. Nuestro crecimiento espiritual como individuos está comprometido; la fortaleza de nuestras iglesias está asimisma comprometida.

Podríamos pensar que la Escuela Dominical es como un deber especial conferido a la iglesia. La condición exterior de la Escuela Dominical refleja la demostración actual de los miembros de la iglesia en el cumplimiento de ese deber. La Escuela Dominical necesita reflejar, tanto como sea posible, la calidad del cuidado que Dios tiene para con Sus hijos. De manera que la actividad y el progreso de la Escuela Dominical dependen directamente de la espiritualidad semejante a la de un niño de nuestro propio pensamiento, de nuestro amor a Dios como el verdadero Padre-Madre, y de nuestra disposición de guardar y aprender lo que el linaje espiritual incluye.

En la proporción en que el miembro de la iglesia esté genuinamente agradecido por la inocencia misma del ser, y en el grado en que la exprese progresivamente, estará de acuerdo con la ley divina de atracción y crecimiento. Se sentirá atraído por el trabajo de la Escuela Dominical, y entonces su iglesia atraerá a los jóvenes.

¡Muy bien! ¿Pero cómo lo logramos?

Para empezar de nuevo, podemos orar para profundizar nuestra humildad espiritual y estar más preparados para recibir a los niños. Podemos saber con confianza que todo niño anhela que se lo alimente con la verdad del ser y que sentirá el amor rebosante de Dios para con Su idea, el hombre. No hay poder en la tierra que pueda impedir que la atracción divina tenga su efecto sanador e iluminador.

Intrépidamente podemos enfrentar y destruir la falta de interés, la asistencia menguante o el insidioso concepto actual de que la Escuela Dominical pueda ser anticuada e innecesaria.

La Escuela Dominical es la provisión de Dios para los niños, y es también para que apreciemos al niño a la semejanza divina en nosotros. Todo Científico Cristiano que está dispuesto, puede apoyar esta obra mediante la oración específica, y, especialmente, mediante su disposición continua a aprender más del gozo de recibir a los niños, como Cristo Jesús lo hizo.

El superintendente de una Escuela Dominical en Suiza escribe: “Cuando observamos las caras felices e interesadas de los niños que asisten a nuestra Escuela Dominical, nos damos cuenta con gratitud que no son forzados a venir, sino que gozosamente asisten a nuestra Escuela Dominical. El no usar de nuestra parte ningún medio para atraerlos, demuestra que la Ciencia Cristiana enseña las sencillas verdades que los niños comprenden y sobre las cuales pueden edificar cada semana y en años por venir. Desarrollar en el alumno una comprensión más clara del efecto práctico de la Verdad divina, es al tarea maravillosa de los maestros de la Escuela Dominical, tarea que ellos ciertamente cumplen con gran devoción. Es el interés de todos los miembros dirigir su devoción hacia el conocimiento de que la atracción de la Verdad y el Amor divinos, la cual es demostrada vívidamente por nuestros maestros y alumnos, también será manifestada en una Escuela Dominical creciente”.

Esto es precisamente lo que hizo una filial en los Estados Unidos. A medida que los miembros fueron aceptando la posibilidad de progreso, y apreciaron más plenamente al pastor de la Ciencia Cristiana La Biblia, junto con Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (ver Man., Art. XIV, Sec. 1). que cuida de la Escuela Dominical y la alimenta, activamente rechazaron toda excusa que les impedía crecer sólidamente. El resultado fue un aumento visible en la asistencia, pero esto se logró mediante la oración específica y una disposición mayor a conocer y recibir al niño en medio de ellos.


Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos...
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae;
y todo lo que hace, prosperará.

Salmo 1:1, 3

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