Si se nos critica o acusa injustamente, ¿cómo reaccionamos? ¿Con resentimiento, justificación propia, sentimientos heridos...?
Cuando nosotros no participamos directamente en tal situación es mucho más fácil darnos cuenta de cuán estériles son tales reacciones. Sabemos, por ejemplo, que el abrigar resentimiento contra alguien que nos ha causado daño es, en sí mismo, un daño que finalmente ocasiona mayor sufrimiento y aflicción.
Una reacción humana más sutil hacia la crítica y acciones injustas puede asumir la forma de una silenciosa reserva mental como, por ejemplo, la de esperar cierta compensación, cierta restitución o pago por la “deuda” que creemos se nos debe. Esto es también estéril y carente de curación.
Cada vez que ocurra un rompimiento en las relaciones humanas, la necesidad será siempre la de curación. El rompimiento nunca debe ser amplificado por nuestras reacciones negativas u hostilidad. ¿No deberíamos considerar cada incidente de crítica inmerecida o de sentimientos heridos como una oportunidad para perdonar? Por medio de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) siempre podemos aprender más acerca del método del amor a la manera del Cristo: de cómo amar a aquellos que nos aman y también a aquellos que no nos aman.
Cristo Jesús enseñó la lección primordial de muchas maneras. En su Sermón del Monte, Jesús predicó: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Mateo 5:43, 44.
Pero no tenemos que amar y perdonar a nuestro prójimo o a algún enemigo con la esperanza de recibir en cambio una recompensa personal o una alabanza. La alegría de perdonar en sí misma es la recompensa. El perdonar, sin condiciones, demuestra el amor puro que es el sello del verdadero cristianismo. Significa que estamos percibiendo y verdaderamente demostrando algo más del hombre que Dios creó — a su exacta imagen — y que estamos desechando el falso concepto mortal acerca del hombre que lo presenta como pecador irremediable. La bendición de perdonar es en sí misma completa, y tenemos la promesa bíblica: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Mateo 5:7.
Mas si sentimos que no podemos perdonar a alguien (porque tal vez el daño parezca muy grande para merecer el perdón), estamos, en efecto, aceptando la pretensión errónea de que el hombre no es la imagen de Dios, de que el hombre no es la manifestación del Amor. Esto nos conduciría a sostener un concepto erróneo acerca del hombre como malhechor y de la vida como separada de la armonía universal que la creación de al Verdad divina expresa. En cierto modo, nosotros podríamos estar castigándonos por los pecados de otros. ¿No tenemos acaso, cada uno de nosotros, suficiente que hacer en nuestro propio campo de consciencia, suficiente necesidad de progreso, sin tener que añadir una carga más de resentimiento y de ira por los errores de otros?
Esto no quiere decir que debemos pasar por alto los perniciosos propósitos de malicia o calumnia de la mente mortal. Nuestra oración es la de extirpar el pecado donde lo enfrentemos: nunca tolerarlo. Devotamente debemos mantenernos alerta a no ignorar ingenuamente los esfuerzos destructivos de la enemistad personal y protegernos a nosotros y a otros de ser arrastrados por la corriente del odio o de ser provocados a responder del mismo modo. Mediante el reconocimiento de la verdadera relación del hombre con Dios, podemos anular los efectos de tales errores y discernir la inocencia espiritual de aquellos a quienes necesitamos perdonar.
Nuestro señalado ministerio como seguidores de Cristo Jesús incluye la disposición y el deseo de sanar al enfermo y al pecador. Pero si no estamos expresando un pronto y bien dispuesto perdón, ¿cómo podemos sanar? ¿De qué manera estamos viendo al hombre si todavía no hemos perdonado a nuestro prójimo? “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto”, nos dice Mary Baker Eddy, “que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituas, págs. 476–477. Aquel que pueda habernos calumniando, o que pueda haber difamado a alguno de nuestros seres queridos, necesita ser amado como el hijo de Dios. El amor con que lo amemos, manifestando el amor de Dios, puede ablandarle el corazón y abrirle la puerta para que eche fuera de su propio pensamiento el pecado de la calumnia y de la malicia: para que abra su corazón al Cristo, la Verdad, que redime y purifica la consciencia humana.
Otro punto para considerar es que nuestra propia vida es verdaderamente enriquecida y fortalecida por la disposición a perdonar, porque el perdonar sin reservas es una de las más fehacientes pruebas de nuestra capacidad espiritual para amar. Y amar es vivir. No hay existencia real a menos que el Amor no sea expresado. Se relata que en las enseñanzas de la Sra. Eddy sobre el tema de Amor divino en su clase de 1888, dijo: “ ‘Dios es Amor; amar es expresar a Dios, y como Dios es la Vida eterna, si siempre amáramos, siempre deberíamos expresar la Vida, y jamás abrigar una creencia en la muerte. El odio es el opuesto del Amor, y conduce hacia la muerte; por lo tanto, nunca odiéis nada’ ”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1979), pág. 90.
La vida de Cristo Jesús no pudo realmente ser destruida por aquellos que lo clavaron en la cruz: él rehusó odiarlos como sus enemigos. Jesús no reaccionó contra el odio con odio. No abrigó resentimiento. El Salvador sabía que las mentiras agresivas que parecían estar dirigidas contra él eran impías, impotentes e ignorantes; sabía que el odio y la animosidad no tienen sustancia ni base en la realidad. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34. oró desde la cruz. Jesús los había ya perdonado. La Sra. Eddy escribe: “El último acto de la tragedia en el Calvario rasgó en dos el velo de la materia y reveló el gran legado del Amor para los Mortales: el perdón del Amor a sus enemigos. Este gran acto coronó y todavía corona el cristianismo: ... da al sufrimiento, inspiración; a la paciencia, experiencia; a la experiencia, esperanza; a la esperanza, fe; a la fe, comprensión; y a la comprensión, ¡el Amor triunfante!”.Escritos Misceláneos, pág. 124.
Aquellos que son misericordiosos recibirán misericordia, y la infinita misericordia de Dios nos es completamente revelada en la promesa de Vida eterna. Jesús lo probó. Al seguir el ejemplo del Maestro, nosotros también tendremos oportunidades para expresar perdón. A medida que aprendamos a perdonar y a amar en la forma sanadora que Jesús lo hizo, los conflictos serán resueltos, y veremos más claramente la realidad y la armonía del reino de Dios aquí mismo.