¿En qué pensamos cuando se toca el tema de los niños? Generalmente en felicidad, curiosidad, inocencia, espontaneidad. ¿Solamente en estas cualidades placenteras? Pero los niños también son traviesos, con frecuencia ruidosos y a veces desobedientes. En algunas circunstancias son víctimas de crueldad extrema.
Alguien comentó una vez que amaba a los niños pero que no les tenía paciencia. ¿Es esto una contradicción inaceptable? Cuando aprendemos a ver a los niños como verdaderas ideas de Dios, los amamos y los cuidamos inteligentemente. Necesitamos hacer una diferencia entre los niños de Dios y los jóvenes mortales indefensos. Todo niño expresa en cierto grado las cualidades otorgadas por Dios. Para ver más allá del cuadro mortal, debemos disociar las características negativas y limitativas de cada niño, y acentuar las buenas, como su única identidad verdadera.
La Sra. Eddy ofrece dos perspectivas sobre la manera en que la Biblia usa el término “hijos” (niños). Primero la visión verdadera y espiritual: “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor”. Después: “Creencias sensuales y mortales; contrahechuras de la creación, cuyos originales mejores son pensamientos de Dios, no en embrión, sino en madurez; suposiciones materiales de vida, sustancia e inteligencia, opuestas a la Ciencia del ser”.Ciencia y Salud, págs. 582–583.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!