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¿Es su deseo de tener compañía una oración?

Del número de mayo de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Ciencia y Salud por la Sra. Eddy figuran dos definiciones de “deseo” que mueven a reflexión. La primera dice: “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones”.Ciencia y Salud, pág. 1. En cambio, la segunda dice así: “Temor... deseo...” Ibid., pág. 586.

Nuestros deseos ciertamente indican lo que adoramos. Si nuestros deseos se apoyan sobre una base material, o si el deseo de tener dinero, fama o posesiones tiene prioridad en nuestras vidas, puede ocurrir que estemos entronizando a la materia. Si no podemos soportar la soledad, ello puede indicar que estamos idolatrando a los mortales. Esos deseos insaciables denotan temor porque parecen perpetuar la creencia de no tener nada. Incluso pueden inducirnos a maquinaciones para obtener aquello de lo que tememos carecer.

Sin embargo, el deseo es oración cuando proviene de la convicción de tener y expresar, pues el hombre a semejanza de Dios posee, en realidad, todo el bien divino por reflejo. Cuando verdaderamente deseamos comprender lo que Dios, el Espíritu inmortal, imparte constantemente, nuestros deseos se convierten en oraciones escuchadas tan pronta y completamente como fue escuchado el deseo de un mejor entendimiento para juzgar que sintió el rey Salomón, poco después de ser coronado. Dios respondió: “... he aquí que te he dado corazón sabio y entendido... Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria...” 1 Reyes 3:12, 13. Salomón, aceptando fielmente la palabra de Dios, puso en práctica sus dones divinos y de él llegó a decirse que era “más sabio que todos los hombres”. 1 Reyes 4:31.

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