“Su propósito cumple Dios”,Himnario N.° 82. dice un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana. El propósito de Dios es que toda la tierra se llene de Su gloria benéfica, Su totalidad y amor. Y, en realidad, nada puede oponerse a Su plan maravilloso de salvación del error, del pecado, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, para toda la humanidad.
La estrella que brilló antaño para los reyes magos cuando nació Cristo Jesús Ver Mateo 2:1–15., anunció el aparecimiento de la Verdad en la escena humana. Esta estrella continuó brillando y condujo a los buscadores hasta encontrar a Jesús, el representante humano del Cristo, la Verdad. Para el maravilloso plan de Dios no tenía importancia que la oscuridad, la malicia e intenciones criminales de quienes ambicionaban tener el poder del mundo y rango, intentaran matar al mensajero enviado por Dios. No pudieron oscurecer ni impedir la irradiación de esta luz. La estrella brilló con mayor intensidad y guió a los sinceros buscadores hacia el niño de Belén. La idea divina y su ambiente humano estaban protegidos. ¡A pesar de todo!
Desde el mismo comienzo, el instinto animal hubiera obstaculizado la revelación de la Verdad. Éste fue el caso cuando Jesús era un niño recién nacido, y continuó así durante su vida y obra. A pesar de la oposición a los seguidores del Maestro en su labor de difundir y probar el gozoso evangelio, la luz de la revelación fue más fuerte que todos los intentos de extinguirla.
Luego vinieron los llamados siglos del oscurantismo en los que la luz y la inspiración presagiaban extinguirse. El ritualismo, los meros credos, el culto externo, parecían prevalecer sobre la luz del Cristo, la Verdad, que brillaba en el cristianismo verdadero. Indudablemente, no se escatimaban los esfuerzos por parte de consagrados creyentes para preservar esta luz y hacerla brillar más. Aunque varios acontecimientos importantes contribuyeron a preparar el pensamiento humano para recibir al Consolador prometido por el Maestro, el paso decisivo en esta dirección se dio en la época actual. Con la aparición de la Ciencia divina, el Consolador ha venido a enseñarnos y explicarnos lo que Jesús enseñó e hizo. A través de esta nueva comprensión de sus obras, la curación espiritual, la prueba de su misión, se está llevando a cabo nuevamente.
Pero aun durante los siglos de aparente oscurantismo, esta luz estaba operando, preparando a la humanidad para la ulterior revelación de la Verdad en la Ciencia Cristiana. Al hablar del Cristo ideal en Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy dice: “Este niño, o idea espiritual, ha desarrollado un oído más atento para la obertura de ángeles y la comprensión científica de la Verdad y el Amor”.Esc. Mis., pág. 166.
Gran parte de la humanidad ha progresado saliendo de condiciones primitivas. Grandes innovaciones tecnológicas han creado un estilo de vida completamente distinto para muchas personas. Mediante el descubrimiento de la imprenta, el teléfono, la radio, la televisión, se han creado grandes posibilidades para la introducción y propagación de la nueva revelación de al Verdad.
Sin embargo, la resistencia de la corporeidad todavía continúa manifestándose y pretendiendo entorpecer la difusión de la Verdad. Pero podemos tener confianza en que la omnipotencia que sostiene la revelación de la Ciencia Cristiana e impulsa su progreso, reduce a la nada todas sus sombras oscuras. El hecho de la revelación permanece. Dios, Espíritu, se revela a Sí Mismo como Todo. En el libro de Isaías se proclama la totalidad de Dios: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve”. Isa. 43:11. Y Moisés registró la exigencia principal que hace Dios a la humanidad en el primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éx. 20:3. Estas declaraciones divinamente inspiradas instan a la aceptación y aplicación de esta comprensión de la totalidad divina. El reconocimiento de la totalidad del Espíritu y la obediencia a la exigencia divina son los remedios universales e irrefutables para todo sufrimiento y desarmonía humanos.
Cuando, en la escena humana, las nubes oscuras del mal o magnetismo animal, aparentan dominar nuestro pensamiento; cuando la clara comprensión del ser puro amenaza desaparecer y el corazón anhela un rayo de la Verdad que todo lo ilumina, el Amor divino nos llama a través de la declaración bíblica: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Isa. 41:10.
Un grupo pequeño de Científicos Cristianos tuvo el privilegio de sentir el efecto de este poder del Amor divino en un país en el que un gobierno autoritario había prohibido la Ciencia Cristiana, su difusión y práctica, y había encarcelado a leales trabajadores de la iglesia. Estaban amontonados en una celda grande y en una chica. Les prohibieron realizar actividades religiosas, decomisaron sus libros y publicaciones periódicas y también los bienes de la iglesia, y no había manera de saber lo que sucedería después. Lo que más les deprimía era el hecho de que la gloriosa labor de extender y consolidar la Ciencia Cristiana aparentemente había llegado a un abrupto final.
Tenían la costumbre de hablar entre ellos e intercambiar pensamientos acerca de la verdad antes de irse a acostar por las noches. Cada uno contribuía algo útil, y cada uno había retenido bastante de su estudio. Además, compartían las noticias nada agradables que les llegaban referentes a las medidas tomadas por las autoridades. Las examinaban a la luz de la Ciencia y, por supuesto, oraban mucho.
Una noche toda la situación parecía otra vez especialmente sombría. De pronto, uno de los Científicos Cristianos del grupo se puso de pie y dijo con convicción: “¡Oh, el Padre puede hacerlo! Me voy a dormir”. Y, ¡Él verdaderamente pudo hacerlo! El sistema arrogante, brutal que parecía que iba a durar mil años se derrumbó ¡en doce años! Yo era una de las prisioneras y puedo testificar que nuestra iglesia, nuestra Causa, permaneció allí, más grande y fortalecida que nunca.
Pero en ese momento en que el prisionero pronunció esas sencillas, pero tan poderosas palabras, prevaleció una calma profunda y reverente en todo el grupo. Cada uno estaba agradecido y consciente de que Dios estaba actuando y que Él tenía todo el poder. Fue como si un solo rayo de luz hubiera disipado la niebla y revelado un panorama maravilloso. ¡De un solo golpe, con una sola palabra! Todos en el grupo se levantaron y se fueron a dormir en silencio y agradecidos. En los días y años siguientes experimentamos la manifestación de la omnipotencia, el amor y la sabiduría de Dios en aspectos mayores y también menores de nuestra experiencia.
En esta declaración bíblica: “Yo soy tu Dios”, nuestro Padre revela más que Su exclusiva individualidad y totalidad. De ella también percibimos que, en realidad, reflejamos el Yo Soy divino. En realidad, estamos inseparablemente unidos al Principio divino como su idea espiritual, el hombre. La comprensión de que ésta es la verdad de nuestra existencia silencia las creencias de apego a la tierra. Nos coloca fuera del alcance de las intrigas de la mala práctica mental y de los ataques del asesinato mental que quisiera eclipsar a la consciencia y la identidad. Mediante nuestra confianza firme en la totalidad de la Verdad hacemos que esos errores no tengan poder ni efecto alguno. Discernimos la calma profunda, fundamental de la unidad con nuestra fuente divina. La revelación del gran Yo Soy y del Cristo, la idea verdadera de Dios, lleva en sí el mensaje lo mismo que al mensajero: la verdadera naturaleza de cada uno de nosotros. Esta revelación también incluye la imposibilidad de que pueda existir un anticristo real y su efecto. La Ciencia Cristiana proclama solamente que Dios es Todo, el Amor infinito y la ejecución victoriosa de Su plan sublime de bendición para toda la humanidad. Verdaderamente, “Su propósito cumple Dios”, y esto es lo único que realmente se puede experimentar. La revelación divina es la única acción que existe.