La vida divina se expresa a sí misma en todo ser verdadero: sin límites, sin nacimiento, madurez o muerte, por siempre nueva y hermosa. Y esta Vida divina da origen al hombre y lo sostiene; su vida está sujeta únicamente a las leyes del Principio y a ninguna de las falsas leyes debilitantes del tiempo, del espacio o de la naturaleza física.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!