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¿Es la identidad verdadera del hombre limitada o ilimitada?

Del número de mayo de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La vida divina se expresa a sí misma en todo ser verdadero: sin límites, sin nacimiento, madurez o muerte, por siempre nueva y hermosa. Y esta Vida divina da origen al hombre y lo sostiene; su vida está sujeta únicamente a las leyes del Principio y a ninguna de las falsas leyes debilitantes del tiempo, del espacio o de la naturaleza física.

La Vida infinita no es cronológica. La Vida como está reflejada en el hombre no se mide por el transcurso de los años, meses o días; ni está gobernada o trazada numéricamente. No, puesto que está libre de todas las limitaciones mortales; es el bien divino que se manifiesta por siempre en la consciencia. La Vida es Mente, inmensurable, Todo. Como reflejo de la Mente, el hombre está constante y firmemente gobernado por lo que la Mente conoce acerca del hombre. Las preguntas escudriñantes de “¿cuánto, cuántos, cuánto tiempo y qué tan poco?” — la conspiración total de números y planes humanos — tiene que someterse a la resonante afirmación de Dios: “¡Yo soy Todo!” Entonces, reconoceremos que la paz, la armonía, la alegría, la abundancia, la libertad, son nuestras, porque somos Sus hijos.

En el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, por la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, leemos: “El medir la vida por años solares roba a la juventud y afea a la vejez”. En el párrafo siguiente agrega: “Si no fuera por el error de medir y limitar todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de setenta años y aún mantendría su vigor, su lozanía y su promesa”.Ciencia y Salud, pág. 246.

A través de las épocas ha habido quienes han aceptado la creencia en la llamada ciencia de la numerología. Su sistema afirma que es posible trazar el curso de nuestra vida sobre la base de números. La numerología afirma que el carácter de una persona puede ser analizado con exactitud, incluso las características positivas y negativas que gobiernan nuestros atributos físicos, el hogar, el matrimonio y una carrera.

Sin embargo, esta seudociencia no es sino “medir y limitar todo lo que es bueno y bello”, y quisiera robar al hombre su “vigor, su lozanía y su promesa”. Quisiera inducirnos a creer en una vida gobernada por el destino o el azar. En vez, debemos confiar en Dios, el Principio, y en Sus leyes infalibles.

“Si calculáramos las perspectivas de nuestra vida sobre una base material”, indica el libro de texto, “infringiríamos la ley espiritual y orientaríamos mal a la esperanza humana”.Ibid., pág. 319. Quien esté absorto en mesméricas creencias materiales, haría bien en poner atención a la admonición de Pablo a los romanos: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Rom. 13:1. Bajo la luz de esta verdad, ¿podemos imaginarnos que Dios, Principio infinito, pudo haber creado el universo y después dejar la continuación y bienestar de Su creación, incluso el hombre, al orden fortuito de un conjunto de números?

El sistema capaz de liberarnos de las creencias esclavizantes de todos los sistemas mortales, es la Ciencia Cristiana, la Ciencia y método absolutos practicados por el Maestro, Cristo Jesús, y revelados a la Sra. Eddy. Jesús nos enseño a confiar en Dios para responder a toda necesidad. Su religión pura era una religión de amor y obediencia a Dios en Sus preceptos divinos. Él sabía que la obediencia verdadera y desinteresada trae comprensión, y que la comprensión y aplicación de la verdad trae demostración.

Consideremos lo práctica que era su confianza radical en Dios. Sanó toda clase de enfermedad; resucitó a los muertos; alimentó a las multitudes; y hasta triunfó contra la muerte y su propia sepultura. A quienes creían les dijo: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”. Mateo 7:24, 25.

La Ciencia Cristiana edifica su sistema firmemente sobre la “roca”, Cristo, siguiendo las enseñanzas y demostraciones del Maestro. Esta Ciencia divina ofrece a quien esté bajo la influencia de algún sistema agresivo del gobierno de la mente mortal la salida científicamente segura y digna de confianza. ¿Cómo? Enseñándonos a orar eficazmente en nuestro beneficio.

La oración cristianamente científica aleja inmediatamente el pensamiento de la materialidad y se concentra en el desarrollo ilimitado del poder y de la constante bondad de Dios. Rechazamos vigorosamente toda pretensión de una consciencia separada de la única Mente, Dios. Afirmamos, en vez, nuestro derecho divino de percibir el bien que Dios ya ha preparado para nosotros y ser receptivos a ese bien. A medida que vamos conociendo y poniendo en práctica la benigna provisión de ideas del Amor, estas ideas nos traen provisión y gozosa liberación de la limitación. De esta manera, abandonamos, sin privarnos de nada que sea verdadero, el sentido mortal de la vida y de la salud por el saludable sentido espiritual del impulso vital de la Vida divina. Tal confianza en Dios basada en la oración — la oración firmemente anclada en la Verdad — se evidenciará en una vida más libre, más saludable, más activa y productiva.

Toda limitación, ya sea que dependamos del cociente intelectual, aceptemos el saldo bancario como sustancia, o creamos en la dirección de un horóscopo, puede ser deducida de la creencia básica en un incierto poder gobernante opuesto al Principio. No obstante, el libro de texto insiste en que “no existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es deshonrar a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 228.

Debido a que somos realmente Sus hijos amados y obedientes, podemos negarnos a permitir que un concepto erróneo llamado numerología sea un dios en nuestra vida. En vez, podemos reconocer a un solo Dios — una Mente, Espíritu, Vida — en completo gobierno de cada aspecto de nuestra experiencia. Como Moisés dijo al pueblo de Israel: “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro”. Deut. 4:39.

Para considerar la presencia de Dios en nuestro corazón, necesitamos afirmar con frecuencia el poder de Dios, el bien, que gobierna todo y, en consecuencia, no aceptar la presencia de ningún otro llamado poder o malévola sugestión agresiva. Para hacer esto eficazmente, el estudiante sincero de Ciencia Cristiana necesita la Biblia, así como el libro de texto y los otros escritos de la Sra. Eddy, como sus compañeros de estudio. Al estudiar y orar con regularidad, vemos que no tenemos necesidad de consultar diagramas, números o escalas para medir el éxito y asegurar la felicidad. Nuestra opción satisfactoria contra un sentido limitado de la vida, es comprender que nuestra vida está totalmente en la Vida divina, Dios y que procede de esta Vida.

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