Por cierto que no debemos pensar que es una vasija frágil y temporaria dentro de la cual aparentemente estamos prisioneros por breve tiempo. La nobleza y libertad del ser verdadero se reflejan en estas palabras de Pablo a los corintios: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. 1 Cor. 12:12. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), en una entrevista con un periodista, describió así al Cristo: “Si decimos que el sol representa a Dios, entonces todos sus rayos colectivamente se asemejan al Cristo, y cada uno de los rayos a los hombres y las mujeres”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 344.
Poseemos un solo cuerpo, la identidad espiritual del hombre, que es incorpóreo y existe como expresión individual de Dios. A través de la lente de la Ciencia Cristiana hallamos nuestro ser verdadero; nuestra comprensión avanza y la identidad que individualiza a la idea del Cristo en su esencia, forma, naturaleza y sustancia espirituales, se va percibiendo cada vez con más precisión. Aparecen los elementos constituyentes del ser verdadero, y el sentido humano de la identidad como materia, una imagen imperfecta del pensamiento mortal, responde a la influencia divina.
Aunque para la creencia material no iluminada el sentido corporal del ser como cuerpo puede parecer irrefutable, Cristo, la Verdad, puede iluminar la consciencia humana. De este modo se manifiesta nuestro verdadero ser, hecho a imagen de Dios. La epístola a los hebreos (11:1, 3) nos dice que la fe nos da la certeza de las realidades que no se ven, pudiendo interpretarse que la palabra “fe” en este contexto significa constancia, convicción. Jesús dio prueba del ser espiritual del hombre cuando, en el momento de su ascensión, se elevó por encima del último vestigio de la creencia corporal hasta el cabal entendimiento de su filiación divina. Jesús debe de haber comprendido que su cuerpo verdadero era su individualidad espiritual, porque no quedó en su consciencia vestigio alguno de creencia material que pudiera objetivarse como materia.
¿Nos parece que nuestro cuerpo es una carga? Sentir que el cuerpo nos agobia es un concepto material erróneo acerca de nuestro cuerpo verdadero, la identidad espiritual del hombre. Podemos afirmar verazmente acerca de nosotros mismos: “Mi cuerpo verdadero no me agobia. No me causa dolor, ni me tienta ni me vence”. Lo que podría parecer una carga es sólo un sentido imperfecto de lo que nuestro cuerpo realmente es; pero reconocer que nuestro cuerpo verdadero es el reflejo de Dios, la encarnación consciente de cualidades espirituales, alivia y corrige el sentido de agobio, sufrimiento y agotamiento del cuerpo.
¿Pesa demasiado nuestro cuerpo? ¿Cómo se puede pesar una idea espiritual? Oremos paciente y sinceramente para vernos como el reflejo de la Mente, como el ideal perfecto y espiritual de Dios, pues todo lo que realmente existe de nosotros es el concepto inmaculado que Dios tiene de nosotros. Es el único ser que poseemos. Pesémonos en la balanza del entendimiento espiritual y descubriremos con mayor certeza la sustancia que constituye nuestro verdadero ser como reflejo de Dios. El hombre no se compone de carne insubordinada que desafía a un gobiermo inteligente. La belleza, gracia y simetría del hombre de Dios son naturales y eternas, porque Dios es la causa universal que hace que el hombre refleje por siempre Sus cualidades perfectas. Este reflejo es nuestro verdadero ser. Discerniéndolo así, la Sra. Eddy dice en el libro de texto Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Los hombres y las mujeres inmortales son modelos del sentido espiritual, trazados por la Mente perfecta, y reflejan aquellos conceptos más elevados de belleza que trascienden todo sentido material”.Ciencia y Salud, pág. 247.
En otro pasaje el libro de texto dice así del hombre: “Es la compuesta idea de Dios e incluye todas las ideas correctas...” Ibid., pág. 475. Vemos, pues, que los constituyentes de nuestro cuerpo verdadero son ideas espirituales de la Mente y están divinamente relacionados. El supuesto concepto material del cuerpo parece estar compuesto de muchos miembros físicos, simplemente porque es una pobre falsificación de nuestro cuerpo verdadero, que es la idea compuesta e incluye todas las ideas correctas. Cada una de las partes del cuerpo material es una interpretación mental o creencia errónea que falsifica una idea divina. Al explicar el contraste entre las creencias materiales y las ideas espirituales, la Sra. Eddy dice nuevamente: “Toda creencia material sugiere la existencia de la realidad espiritual; y si se les instruye a los mortales en cosas espirituales, se verá que al invertir la creencia material en todas sus manifestaciones, se hallará el tipo y representante de verdades inestimables, eternas y justo a mano”.Escritos Misceláneos, págs. 60—61. Cada uno de los llamados órganos físicos, ya sea grande o pequeño, es una falsificación — pero no una contraparte — de una idea de la Mente que cumple su útil función en obediencia a la Mente.
Si tememos que un órgano no funcione o no pueda funcionar debidamente, si tememos que funcione mal, que no funcione o que obstruya el funcionamiento de otros órganos, estamos abrigando un sentido imperfecto del cuerpo real del hombre. Por otra parte, al reconocer que cada elemento de nuestra identidad es idea de Dios, la encomendamos sin reservas al gobierno de Dios. Existe en la Mente divina y es siempre tributaria a la ley de Dios. El Salmista debe de haber captado una vislumbre inspirada de su identidad espiritual como idea compuesta de Dios cuando cantó: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!” Salmo 139:16, 17.
No hay muchas funciones orgánicas caprichosas o independientes. Sólo hay una clase de función — espiritual y no orgánica —, la función infinita de la inteligencia divina que coordina todas las ideas de conformidad con la perfecta ley de Dios. Toda célula, todo aparente nervio y tejido, cada órgano, glándula, fibra y músculo, cada hueso y articulación, falsifican una idea espiritual e invisible. Sin embargo, esto no significa que el hombre posee órganos espirituales, porque no es así. Como dice la Sra. Eddy: “La Vida es Espíritu inorgánico e infinito; si la Vida, o el Espíritu, fueran orgánicos, la desorganización destruiría el Espíritu y aniquilaría al hombre”.Esc. Mis., pág. 56.
Dios ha dado sustancia y propósito a todas las ideas espirituales, y podemos tener la certeza de que cada idea está siempre y exclusivamente subordinada a Dios. Las ideas funcionan en obediencia a la Mente a fin de expresar cualidades únicas que son esenciales para cumplir su propósito. Para la creencia mortal, esta actividad perfecta podría parecer invertida en forma de inercia, morbosidad, insubordinación o deterioro derivados de la ignorancia acerca de lo espiritual. Pero esta ignorancia es solamente la supuesta ausencia de comprensión espiritual en la cual la verdadera actividad, la vitalidad, la sanidad, la licitud y la perfección espirituales se reflejan en el hombre. El temor, la crítica, la ingratitud y el odio no pueden oscurecer la consciencia humana hasta el punto de ocultar la perfección del ser cuando se comprende que Dios es la única Mente perfecta del hombre. El libro de texto dice: “El hombre inmortal era y es la imagen o idea de Dios, o sea, la expresión infinita de la Mente infinita, y el hombre inmortal es coexistente y coeterno con esa Mente”.Ciencia y Salud, pág. 336. De esto se deriva claramente que todo lo que el hombre posee, ve o siente se debe derivar de Dios, su Mente paterna. Ningún elemento de discordancia o error forma parte alguna de la consciencia divina; por lo tanto, el hombre, el reflejo individual de Dios, es semejante a Dios. La creencia mortal invierte esto y acentúa la materia por medio del desenfreno, la sensualidad y el dolor; la comprensión espiritual libera y sana por medio de la demostración de la unidad del hombre con Dios.
¿Qué podemos decir acerca del corazón? La Biblia se refiere repetidamente al corazón para significar estados de pensamiento. Se nos dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Prov. 4:23. Por ser un símbolo de consciencia verdadera, el corazón obedece al ritmo de la Vida, a la pulsación del Amor, a la espontaneidad de la acción inteligente y sin esfuerzo de la Mente. La ley incontenible de la vida es la fuerza irresistible que gobierna la acción del corazón. Expresiones como corazón perverso, corazón temeroso, corazón contrito, descorazonado describen falsos estados de la consciencia humana, que a menudo son la causa de enfermedades crónicas del cuerpo. Estos problemas ceden ante estados de pensamiento más elevados y verdaderos que expresan, por ejemplo, un corazón gozoso, un corazón afectuoso o un corazón agradecido.
Un corazón de gratitud
jardín hermoso es,
do toda gracia divinal
perfecta brotará.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.º
Aunque el corazón, en su sentido verdadero, no necesita de la materia para cumplir su propósito, nuestro actual sentido humano del corazón estará a la altura de nuestra comprensión de la idea. Como símbolo de la verdadera consciencia, el corazón tiene libertad para funcionar, libre de las restricciones fisiológicas de forma, tamaño, estructura y edad. No necesita marcapasos ni la ayuda de impulsos eléctricos. La verdadera idea, de la cual un corazón material es una falsificación, funciona en obediencia a la Mente. La idea está intacta y mientras el original esté intacto en su sustancia y acción, todo debe estar bien. Esta comprensión espiritual gobierna lo que parece ser el corazón humano. Por lo tanto, como dice la Biblia: “Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos” Lam. 3:41. y alabemos a Aquel que es la fuente de toda volición y poder.
¿Qué se puede decir acerca de la acción? La verdadera acción es la acción de la Mente, la única acción, que funciona de incontables maneras en todo el ser individual. Es una acción benéfica, fuerte y vital; una acción incansable, inteligente y perfecta. La acción del sistema humano en todas sus funciones será más firme y confiable a medida que comprendamos que la Mente divina es la fuente de toda acción verdadera. Si la acción se desordena en algún momento, el remedio no radica en medicinar o manipular la materia, sino en identificarnos plenamente con Dios, la Mente inmortal, como Su idea. Al considerar la circulación bajo la luz del entendimiento espiritual, se puede interpretar que es el torrente purificador de ideas de la verdad en la consciencia humana, que separa lo falso de lo verdadero y alimenta el pensamiento con la sustancia del ser.
¿Qué podemos decir acerca de la digestión? La Ciencia explica que el alimento afecta al cuerpo humano en la forma en que la mente humana cree que lo hace; sin embargo, la Verdad alimenta al hombre con el pan — la verdad — de la Vida. Por medio del entendimiento espiritual, la consciencia individual acepta y asimila las comunicaciones de la verdad que la Mente imparte y que nutren todo el sistema del pensamiento humano. Como la Mente es la fuente de la volición y la acción, la asimilación espiritual no se puede trastornar o interrumpir, pues está controlada por la inteligencia divina. La acción digestiva del sistema humano obedece a nuestro entendimiento de la acción divina. Si se mantiene habitualmente en un estado de receptividad a la verdad espiritual, la consciencia estará bien alimentada y la digestión será normal.
Cuando esto se comprenda y practique con sobriedad, la química de los alimentos no tendrá más poder para enfermar a una persona que el que tiene para trastornar la refrigeradora en la que se los almacena. Podemos ver con gratitud que el alimento que satisface nuestra necesidad humana representa el alimento que el Amor divino provee, que sólo puede bendecir. Entonces estaremos en concordancia con él y él no podrá estar en discordancia con nosotros.
La gente teme a menudo lo que piensa que el alimento le producirá. ¿Podemos imaginarnos que los hijos de Israel temieran las propiedades nutritivas del maná, el alimento que tan desesperadamente necesitaban cuando estaban en el desierto? Alguien podría decir: “La situación era diferente. El maná que Dios proveyó en el desierto fue enviado para satisfacer sus necesidades y no tendría sentido creer que Dios lo haría nocivo”. Supongamos que el pueblo de Israel hubiera analizado clínicamente el maná y decidido que su contenido químico era contrario a las especificaciones dietéticas. ¡Moisés se habría enfrentado a una epidemia! Afortunadamente, el pueblo de Israel no había sido educado para temer lo que Dios le había provisto.
Las funciones desordenadas, la indigestión, la constipación y la inacción suelen ser los fenómenos de un pensamiento centrado en la materia, un estado perezoso de temor y egoísmo. Ésta, sin embargo, no puede ser la condición de la Vida divina que el hombre refleja. Ningún elemento del ser verdadero del hombre puede negarse empecinadamente a cumplir su función natural en obediencia a la benigna ley del Amor. Dios lo gobierna todo. La Verdad fluye, el Amor allana el camino, la Mente dirige y el Espíritu es la esencia del ser.
Todos los constituyentes de la identidad y el ser verdaderos del hombre están divinamente relacionados y coordinados en el modelo individual de Dios. Allí mismo donde parece encontrarse el cuerpo humano, se encuentra la realidad espiritual de nuestro cuerpo verdadero en su forma, función y sustancia perfectas, que se han de reconocer por medio de nuestra comprensión del Cristo. Esta verdad es una ley que rige nuestro sentido humano del cuerpo en la medida en que el Cristo gobierne nuestra consciencia. La armonía del ser espiritual impregna la experiencia humana en la medida en que nuestro pensamiento se asemeje al Cristo. El propósito de la Ciencia Cristiana es elevar la consciencia para que sea semejante al Cristo, y la curación se produce cuando el pensamiento cede en humildad al Cristo, la idea verdadera de Dios y el hombre.
Cuando sopla el viento sobre la superficie de un lago congelado, no produce ondas, pero cuando el hielo se ha derretido, el agua se mueve. Así ocurre con la consciencia humana: debe ser fluida al toque de la Verdad. Siempre que haya una respuesta a la acción correctiva del Cristo, la consciencia se eleva a una mejor salud y una mayor libertad. La verdad que esclarece nuestro pensamiento es el poder de Dios que regenera nuestro pensamiento acerca del cuerpo. Por lo tanto, el sentido humano del cuerpo está directamente subordinado al poder de la Verdad. Lo que parecen ser órganos materiales son formaciones del pensamiento mortal, y cuando la verdad gobierna en la consciencia humana, obra como una ley de armonía que rige nuestro pensamiento acerca de los órganos o de cualquier otra parte del sistema humano. Nuestro concepto del cuerpo responderá siempre al Cristo en la consciencia. La Ciencia Cristiana, que revela nuestra identidad a semejanza de Dios, comienza dulcemente a disipar el temor y corregir nuestro sentido del cuerpo en el punto en que nos encontremos. Primero, bien puede corregir una creencia tenaz con una idea esclarecida, lo que significa dar un paso hacia una mayor libertad. A medida que la creencia mejora, la tensión se calma, y la función mejora. La creencia se convierte en fe y la fe en entendimiento hasta que, bajo la dulce guía del Amor divino, el sentido mortal del cuerpo se transforma y se descubre que la identidad espiritual es el único ser verdadero del hombre.
    